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945 Words
El Sello Real La mujer ajustó sus gafas y miró el documento impreso con renovada atención. El peso del sello real era innegable, su presencia hacía que el acto de transferencia tomara una dimensión completamente diferente. - Está formalizado. - La archivista señaló el distintivo sello en el margen inferior - Este es el sello real, sin duda. Fue aprobado directamente por la reina. Nicholas sintió un escalofrío recorrerle la espalda. - ¿Eso es común? - preguntó, intentando mantener la voz firme, pero había un temblor en sus palabras. Sabía que no lo era. La archivista negó con la cabeza mientras seguía examinando el documento. - No realmente. Solo lo he visto en casos extremos, cuando la persona que realiza el acto sabe que está en peligro de muerte o enfrenta circunstancias extraordinarias. El sello real garantiza que no haya disputas sobre la legitimidad del documento. Es algo que la corona toma muy en serio. Sobre todo si hay títulos y patrimonio inglés involucrado. El corazón de Nicholas se aceleró. - Pero… Cedric tenía solo 24 años. Era joven, en la cúspide de su vida ¿Quién podría querer hacerle daño? La archivista lo miró, sus ojos reflejando la misma intriga que Nicholas sentía. - Esa es una pregunta importante, señor Kentwood. Si me permite decirlo, esto no parece algo que un hombre tan joven haría sin una razón poderosa. Nicholas asintió lentamente, tratando de procesar lo que estaba escuchando. Algo estaba terriblemente mal. Cedric había sentido que su vida estaba en peligro, tanto como para transferir su legado antes de desaparecer. Era más que una simple coincidencia. De repente, una nueva inquietud atravesó la mente de Nicholas. - ¿Alguien más ha solicitado una copia de este registro? La archivista frunció el ceño y se inclinó hacia su computadora, tecleando algunas palabras. Tardó unos segundos antes de levantar la mirada. - Sí, no solo usted. Hay un registro de consulta reciente… hace unos meses. El estómago de Nicholas se hundió. - ¿Quién? ¿Quién lo solicitó? La mujer negó con la cabeza. - Lo siento, señor Kentwood, pero no puedo compartir información sobre otros usuarios. El miedo lo atrapó de golpe, como si las sombras de Kingsley Hall lo hubieran alcanzado allí mismo. Era como si él mismo estuviera siendo perseguido ahora. - Entiendo… - respondió con voz tensa, forzándose a mantener la calma- Pero por favor, necesito pedirle algo importante. La archivista inclinó la cabeza, escuchando con atención. - Trabajo para la Fundación Kingsley. Este documento es crucial para nuestra investigación histórica. Hasta que pueda confirmar la autenticidad y contexto de este registro, le solicito mantenerlo confidencial. Ya sabe cómo son los rumores y los falsificadores. No podemos permitir que esta información caiga en manos equivocadas. La mujer asintió lentamente, entendiendo la gravedad de la situación. - Lo comprendo, señor. No compartiré esta información con nadie más. Nicholas respiró un poco más tranquilo, aunque la tensión seguía carcomiéndolo. - Gracias. Necesito confirmar esto con los registros de la corona. Por favor, notifíqueme si alguien más intenta acceder a esta información. - Por supuesto. ¿Desea que lo notifique personalmente? - Sí, por favor. Y nuevamente, mantenga esto entre nosotros. La archivista lo miró con seriedad, captando el trasfondo de su urgencia. Nicholas no estaba simplemente investigando historia; estaba desenterrando secretos peligrosos. Con el documento en mano, Nicholas salió del archivo sintiendo un peso inmenso sobre sus hombros. El miedo lo acompañaba, un eco de lo que Cedric probablemente había sentido en sus últimos días. Pero más que miedo, había una resolución: descubrir la verdad, aunque las respuestas pudieran cambiarlo todo. Elise Fairchild. Elise Kingsley. El nombre resonaba en su mente como un eco, cargado de un significado que ahora le parecía devastadoramente claro. Nicholas miró nuevamente el documento en su mano, la fecha del matrimonio grabada junto al sello real, como una marca imborrable del pasado que insistía en colarse en su presente. Unión en matrimonio el 10 de mayo de 1867. Elise no era simplemente la prometida de Cedric, era su esposa. Y si el matrimonio había sido secreto, no era por un capricho romántico ni un impulso juvenil; había sido para proteger algo mucho más importante. ¿Un hijo, tal vez? Un heredero que tendría derecho al marquesado. El linaje Kingsley… Un sudor frío recorrió su espalda. Su mente retrocedió frenéticamente, conectando piezas de información que hasta ahora había ignorado, negado o considerado irrelevantes. Laura… Laura se había presentado como Elise Kingsley. Lo había dicho con una seguridad que lo había sobrecogido en su momento, pero que él había descartado como una excentricidad, algo derivado de su obsesión con la restauración y el pasado del cuadro. Solo Cedric y Elise sabrían ese nombre. Solo ellos dos. - Maldición… Laura… - susurró, sintiendo que el aire en la habitación se volvía más denso, como si incluso el tiempo lo estuviera desafiando. El nombre que había flotado en sus sueños, la figura que aparecía en cada rincón de Kingsley Hall no era una coincidencia. No era un juego de su mente intentando justificar su conexión con Laura. Era real. La Elise que había amado Cedric y la Laura que él conocía eran la misma persona. De algún modo imposible y aterrador, ella había regresado. Un escalofrío recorrió su cuerpo entero. Se obligó a respirar profundamente, pero el ritmo de su corazón no cedía. Si Laura era realmente Elise, entonces ella ya sabía todo lo que él estaba comenzando a descubrir. Sabía la verdad sobre Cedric, sobre el matrimonio, sobre el 14 de junio y lo que había pasado después o ¿Lo desconocía? Eso solo dejaba más preguntas. Tenía que verla.
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