Decisión
Laura…
El joven no podía dejar de pensar en ella, en sus palabras. La fragilidad que había visto en su rostro ayer, esa mirada perdida que lo había desbordado. El miedo y la angustia en su voz, como si todo lo que estuviera viviendo fuera demasiado para ella. No sabía cómo había llegado a esa situación, pero tampoco podía seguir ignorando lo que había comenzado a suceder entre ellos. Si no hacía algo, si no encontraba respuestas, ambos iban a quebrarse. Y él no podía permitir que eso pasara. No permitiría que su propio descontrol, su creciente desesperación, los hundiera más de lo que ya estaban.
Con una exhalación pesada, Nicholas llevó la taza de café a sus labios, tomando un sorbo, pero el amargor no pudo calmar la tormenta en su interior. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Por qué sentía que estaba perdiendo el control sobre algo que ni siquiera entendía completamente?
Miró al frente, a lo lejos, hacia la mansión Kingsley. Era el único lugar que podía tener respuestas. Esa casa era un enigma. Un enigma que lo atraía y lo repelía al mismo tiempo. Lo sabía bien, lo había sentido desde que sus padres murieron, pero las sombras del pasado siempre habían estado demasiado densas. La familia Kingsley, su historia, sus secretos... todo había desaparecido en el incendio de la fundación hacía más de cien años. Las llamas habían consumido lo que quedaba de su linaje, dejándolos sin rastro, sin historia.
Pero algo no cuadraba.
Su abuelo. Siempre había hablado de las historias que su madre le había contado sobre su hermano desaparecido, Cedric, de las antiguas leyendas de la familia y del trágico final de los Kingsley. La historia se había extinguido en gran medida, pero algunas piezas persistían en el aire. Y, sobre todo, había algo que nunca mencionaba, algo oculto bajo la superficie.
El nombre de Elise.
Nicholas frunció el ceño al recordar los relatos fragmentados de su abuelo. Los viejos diarios, los papeles arrugados que nunca dejaban claro todo lo que había sucedido, pero que siempre daban a entender que las sombras de Kingsley Hall no eran solo leyendas. Había algo más en la historia, algo que implicaba traición, desesperación y sacrificio. Algo relacionado con Cedric, el marqués perdido.
Y estaba Patrick. El nieto de Owen, el antiguo mayordomo de la mansión. Patrick había crecido entre esas paredes y había sido testigo de más de lo que nadie había conocido. Después de la muerte de Cedric, Owen había permanecido al servicio de la familia, pero las historias de su lealtad no terminaban ahí. Nadie sabía exactamente qué había ocurrido con él después, o por qué había seguido en la mansión cuando la familia se desmoronó. Pero si alguien tenía información de lo que podría haber pasado, era él. Patrick tenía que saber algo. Si la familia todavía guardaba algún secreto, si había alguna pista que pudiera desentrañar el misterio detrás del retrato y la conexión con Elise, Patrick lo sabría. Owen y su familia habían sido la única presencia constante en Kingsley Hall, incluso después de la desaparición del marqués.
Pero no podía comunicarse con él directamente. De acuerdo con los protocolos dejados por el abuelo de Victor, quien asumió la administración después de que su sobrino desapareció y la propiedad fue incautada, ningún Kingsley debía ir a la mansión de la familia sin que él, y luego la Fundación, lo supiera. Una vez que su bisabuela comenzó a usar el apellido de una familia colateral y dejara el lugar, su abuelo y sus padres, jamás regresaron a Kingsley Hall. El peso de la vergüenza y el escándalo eran más fuertes que su amor por su linaje. Sólo Nicholas había retomado su apellido, pero no lo usaba desde su juventud...desde que entró a la universidad. El desprecio que veía en el rostro de su tío cuando lo decía fue mayor que su orgullo.
Nicholas se levantó bruscamente del sillón, las palabras que resonaban en su mente como un eco. “Elise Kingsley.”
- Tengo que saber qué pasó contigo...
Nicholas miró hacia el escritorio, donde el retrato estaba cuidadosamente cubierto. Laura quiere saber más sobre el retrato. Y él necesitaba saberlo también. Algo en esa pintura, algo en la mirada de Cedric, lo mantenía atrapado. Sabía que no podía escapar. Si todo lo que estaba pasando tenía alguna explicación, tenía que ir hasta el final. Debía descubrir la verdad.
Patrick. El nombre de su abuelo resonó de nuevo. Tenía que encontrarlo. Si alguien podía ayudarlo a entender, era él. Había algo en los relatos que su abuelo había guardado, algo que le había contado sobre Owen, algo que nunca se mencionaba en los libros ni en las investigaciones. La relación de Owen con Cedric, su fidelidad y lo que había sucedido después de la desaparición del marqués. Esa era la clave.
Se acercó al teléfono en su escritorio, pero antes de marcar, un pensamiento lo detuvo. Victor Langley. Si había algo que lo incomodaba de todo esto, era ese hombre. Sabía que estaba detrás de algo, pero el miedo que parecía envolver a Laura cuando él estaba cerca no podía ser ignorado. Victor no era solo una amenaza. Había algo más oscuro en él. Algo que lo conectaba con todo lo que estaba sucediendo.
Nicholas cerró los ojos por un momento, sintiendo la presión de la situación. No podía dudar. No iba a permitir que ni Laura ni él quedaran atrapados en este caos. Ya era hora de enfrentar el pasado.
Con una determinación renovada, el joven tomó el teléfono y marcó el número que había evitado durante días. Necesitaba hablar con Patrick. Necesitaba saber qué había sucedido con Owen, qué secretos se habían guardado en Kingsley Hall y cómo todo eso conectaba con Elise.
El tiempo se estaba agotando.