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1826 Words
Imágenes Estudio de Restauración, Museo de Historia y Arte de Londres El estudio de restauración estaba impregnado de aroma a disolventes y barnices. Luz cálida iluminaba el retrato de Cedric Kingsley, ahora colocado sobre el caballete principal, destacando cada grieta y mancha que el tiempo había dejado en su superficie. Laura Blackwood ya había pasado horas analizando la pieza, trazando mentalmente el plan para devolverle su esplendor. Con un delantal blanco cubriendo su atuendo profesional y guantes de látex en las manos, Laura se inclinó para observar los pequeños detalles en el rostro de Cedric. Sus ojos, aunque desgastados por el tiempo, seguían transmitiendo esa fuerza y melancolía que la habían fascinado desde el primer momento. El sonido de pasos firmes y controlados la sacó de su concentración. Al girarse, vio a un hombre de complexión delgada y porte elegante entrar en el estudio. Victor Langley era todo lo que ella había imaginado al escuchar su nombre: pulcro, calculador y con una presencia que llenaba el espacio como una sombra. - Señorita Blackwood. - saludó Victor, su voz baja y suave - Espero no interrumpir su trabajo. Laura se quitó los guantes y le ofreció una sonrisa profesional. El director le había avisado que iba a ir al museo para verla. - No en absoluto, señor Langley. Justo estaba evaluando los daños en el retrato. Por favor, pase. Victor caminó hacia el caballete, sus ojos oscuros observando el cuadro con una mezcla de orgullo y algo más... algo que Laura no supo descifrar. Dio un paso más cerca, examinando la pintura como si fuera más que una obra de arte: como si fuera un trofeo. - Cedric Kingsley. - Pronunció el nombre con deliberada lentitud- . Un hombre interesante, ¿No le parece? - Es fascinante. - admitió Laura, tratando de mantener un tono neutral mientras le seguía el juego - Hay algo en su expresión... Es como si el retrato contara una historia que todavía no conocemos. Victor sonrió, pero la sonrisa no llegó a sus ojos. - Oh, estoy seguro de que esa historia podría sorprenderla, señorita Blackwood. Victor observó el retrato con detenimiento, sus ojos oscuros analizando cada trazo como si buscase un significado oculto. Dio un paso hacia atrás, sus manos cruzadas detrás de su espalda, y dejó escapar un suspiro teatral. - ¿Sabe, señorita Blackwood? Cedric Kingsley no fue el héroe que muchos imaginan. - Sus palabras resonaron en el estudio, cargadas con un tono de burla apenas disimulado - Huyó con su amante en la oscuridad de la noche, dejando a su familia sumida en el caos y arruinando negocios que habían llevado generaciones construir. Laura parpadeó, sorprendida tanto por el comentario como por el modo en que lo dijo. Había algo deliberado en la elección de las palabras, algo que parecía buscar una reacción. - ¿De verdad? - preguntó, esforzándose por mantener su tono profesional mientras trataba de ocultar su incomodidad- . No había escuchado esa parte de la historia. Victor ladeó ligeramente la cabeza, una sonrisa fría curvándose en sus labios. - Oh, es una verdad incómoda, una que no aparece en los libros de historia ni en las descripciones del museo. Pero esas acciones… - Se giró hacia ella, con un gesto calculado que volvía a conectar el retrato con Laura - Esas acciones llevaron a la caída de los Kingsley. Laura se quedó inmóvil, pero sus ojos se desviaron hacia el retrato. Fue entonces cuando ocurrió. El Destello. Una noche de luna. Estaba en un lugar desconocido, rodeada de sombras. Un hombre, cuya silueta era inconfundiblemente la de Victor Langley, mas viejo sostenía un arma, apuntándola a ella y a alguien más... un hombre alto, de cabello oscuro. Había miedo, desesperación y una sensación sofocante de traición. Hubo un grito, un disparo… y el mundo se desvaneció en n***o. Laura sintió un escalofrío recorrerle la espalda mientras regresaba al presente. Respiró hondo, pero su pecho se sentía apretado. - ¿Se encuentra bien, señorita Blackwood? - preguntó Victor, sus palabras cargadas de un falso interés, como si ya supiera la respuesta al ver cómo palideció. - Sí... sí, estoy bien. - mintió Laura rápidamente, esforzándose por recomponerse. Sus manos temblaban levemente, así que las escondió detrás de su espalda. Victor ladeó la cabeza, como si hubiera notado algo, pero no insistió. - Es un retrato especial, sin duda. Espero que lo trate con el cuidado que merece. - Por supuesto. - respondió ella, más firme esta vez - Siempre hago lo mejor para preservar la historia. Victor asintió con lentitud y dio un paso atrás. - No quería robarle más de su tiempo. Confío en que el resultado será excepcional. Buen día, señorita Blackwood. Victor observó su rostro con una intensidad que resultaba inquietante, pero finalmente asintió. Sin esperar respuesta, giró sobre sus talones y caminó hacia la salida, dejando un rastro de tensión en el aire. - ¿Qué demonios está pasando? - susurró, mientras sus dedos se aferraban con fuerza al respaldo de la silla cercana. Por un momento, los ojos de Cedric en el retrato parecieron mirarla con más intensidad, como si intentaran decirle algo. Pero no había nadie allí, solo el silencio del estudio y los ecos de una sensación que no podía explicar. Victor estaba ya en el umbral de la puerta del estudio cuando Laura, movida por una mezcla de curiosidad y el deseo de entender más sobre esa historia que acababa de mencionar, dio un par de pasos apresurados tras él. - Señor Langley. - llamó con un tono que buscaba sonar profesional, aunque en su interior había una inquietud que no lograba apaciguar - Una última cosa, si me permite. Victor se giró con lentitud, la sombra de una sonrisa en sus labios delgados. - ¿Sí? Laura se aclaró la garganta, nerviosa, pero sin dejarse intimidar. - Mencionó detalles sobre Cedric Kingsley y su historia familiar que no están documentados. Me pregunto si sería posible acceder a los archivos de la fundación para obtener más información contextual. Podría ser útil para mi trabajo de restauración. Victor la observó por un instante, sus ojos oscuros fijos en los de ella, como si estuviera evaluando cada palabra, cada expresión. Finalmente, asintió, aunque la sonrisa que mostró no transmitía calidez. - Un gesto admirable, señorita Blackwood. Es cierto que tenemos documentos antiguos que podrían interesarle. Pero no quiero que se sienta abrumada con información innecesaria. - Agradezco mucho su comprensión. Si pudiera... - empezó a decir Laura, pero Victor levantó una mano para detenerla, el gesto cortés, aunque firme. - Enviaré a alguien que le facilite el proceso. - Hizo una pausa, como si estuviera eligiendo sus palabras con cuidado - Nicholas Kentwood, uno de nuestros historiadores, trabaja con los archivos de la fundación. Es meticuloso y tiene un profundo conocimiento sobre los Kingsley. Lo contactaré para que venga aquí mañana mismo. Laura asintió, aunque algo en su interior la hacía desconfiar. - Eso sería de gran ayuda. Gracias, señor Langley. Victor inclinó ligeramente la cabeza antes de retirarse, dejando una estela de tensión en el ambiente. Laura permaneció en el estudio, mirando hacia la puerta cerrada y luego al retrato de Cedric. - Nicholas Kentwood… - repitió en voz baja, sus pensamientos ya comenzando a entrelazarse con las imágenes fragmentadas que había visto antes. Había algo en todo esto que no encajaba, pero estaba decidida a descubrirlo. Apartamento de Laura Blackwood, Londres La tenue luz de la luna se filtraba a través de las cortinas, bañando la habitación de Laura en un plateado suave. La joven dormía profundamente, envuelta en las sábanas de lino de su cama. En el aire, el murmullo lejano de la ciudad creaba un eco adormecedor, apenas perceptible. Estaba cansada después de la reunión con Langley, se sintió agotada y con una sensación de peligro mientras él estuvo en su oficina. Como si hubiese corrido por mucho tiempo y necesitara reunir todas sus fuerzas. Estaba durmiendo, soñando. En su sueño, la atmósfera era distinta. Se encontraba en una cama de cuatro postes, con cortinas de terciopelo oscuro que rodeaban el espacio, envolviéndola en una cálida penumbra. Las sábanas eran de un algodón suave, pero pesado y el leve crujir del colchón bajo su cuerpo le resultaba extrañamente familiar. Un par de brazos fuertes la rodeaban, firmes y protectores. Podía sentir el calor de un cuerpo masculino desnudo tras ella, su respiración pausada acariciando su nuca, enviando un escalofrío que no era del todo desagradable. Bajó la mirada hacia las manos que descansaban sobre su cintura. Manos grandes, de dedos largos, con un anillo oscuro grabado con un emblema que no reconocía. La textura de su piel contra la suya era tan real que podía jurar que lo estaba viviendo. La habitación olía a madera pulida, cera de velas y un tenue perfume especiado, tan distinto de la época moderna que su mente empezó a luchar por comprender dónde estaba. Sintió que el cuerpo tras ella se movía ligeramente, acomodándose. Una voz grave y somnolienta rompió el silencio, murmurando con un deje de ternura: - Elise... Duérmete… El corazón de Laura dio un vuelco. Giró la cabeza lentamente, con miedo y curiosidad. Y entonces lo vio. El hombre tras ella tenía el rostro del retrato: esos mismos ojos intensos, una mezcla de azul profundo y gris tormentoso, que parecían atravesarla. Su cabello oscuro caía desordenado sobre la frente y la sombra de una barba incipiente en su mandíbula fuerte le daba un aire aún más seductor. Pero no era solo su apariencia lo que la paralizó. Era la conexión que sintió al mirarlo, como si ese hombre fuera una parte perdida de sí misma. Laura quiso hablar, pero las palabras no llegaron. Solo podía mirarlo, hipnotizada, mientras él sonreía levemente, su expresión todavía atrapada entre el sueño y la vigilia. - Estoy contigo, Elise. - murmuró él antes de cerrar los ojos y dejarse caer nuevamente en el letargo – Los sirvientes no han llegado. Tenemos tiempo para dormir un poco más. En ese instante, algo cambió. La calidez del sueño se rompió. Laura sintió un tirón en el pecho, una sensación de peligro que la arrancó del momento como si el suelo bajo ella se hubiera desmoronado. Despertó de golpe, sentándose en su cama, con el corazón latiendo desbocado. Su respiración era rápida y una fina capa de sudor cubría su frente. Miró alrededor de su apartamento, tratando de aferrarse a la realidad: la lámpara apagada sobre la mesilla de noche, su armario al fondo de la habitación, la suave brisa que movía las cortinas. Llevó una mano a su pecho, todavía sintiendo el calor de los brazos que habían estado a su alrededor, aunque sabía que era imposible. - Fue solo un sueño. - murmuró, tratando de calmarse, pero cuando cerró los ojos, la imagen de aquel hombre seguía grabada en su mente. No era solo un sueño. Era él. Cedric Kingsley.
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