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1008 Words
He Regresado El peso de esa verdad golpeó a Nicholas como una ola imparable. La mansión lo había puesto a prueba. La mansión sabía quién era él, sabía lo que representaba y lo que más le asustaba era que también sabía lo que él significaba para el futuro de la familia. Nicholas no era solo un extraño en un lugar que lo rechazaba; él también era parte de esa historia, de esa lucha ancestral. El hecho de que Laura, su otra mitad, se presentara como Elise Kingsley no era casualidad. La mansión la había aceptado porque en ella vivían los recuerdos, los ecos de un pasado que aún no estaba listo para morir. Laura estaba conectada a todo eso, conectada a Elise, a Cedric y al niño que nunca nació. Nicholas sabía lo que debía hacer. No podía quedarse de brazos cruzados mientras Langley seguía buscando el poder que una vez intentó arrebatarle a Cedric. El hijo de Elise debía ser protegido y Nicholas tenía que asegurarse de que la maldición, esa que había mantenido a la familia Kingsley atada durante siglos, no fuera la que determinara el futuro. El relicario, era la clave para todo. Y ahora, Nicholas entendía lo que Elise había hecho: no solo había protegido a su hijo, sino que había sellado su destino. La mansión lo había reclamado, pero la verdad, la que se escondía detrás de todo, no podía permanecer oculta por mucho más tiempo. Los había protegido. Nicholas volvió la vista al relicario que descansaba en su palma, su delicada estructura de oro brillando bajo la luz tenue del escritorio. Lo sostuvo frente a él, observándolo como si fuera la primera vez. La voz de Elise, suave y resuelta, resonaba en sus recuerdos: “Un lugar para guardar lo que más importa.” Con un leve clic, el joven abrió la pequeña bisagra del relicario. En su interior, el retrato desgastado de Elise parecía mirarlo con una calidez que hizo que su pecho se contrajera. Con los dedos temblorosos, recorrió el borde como lo vio en su visión y lo que lo dejó sin aliento fue el leve brillo metálico en el compartimiento secreto bajo el retrato. Movió con cuidado la pequeña tapa oculta, y ahí estaba: una diminuta llave plateada, perfectamente resguardada, esperando. La sostuvo entre sus dedos, su mente tambaleándose entre el asombro y la angustia ¿Esta era la llave? ¿La misma llave que Cedric había escondido? ¿Entonces qué había en el cajón secreto de su escritorio? - Esto no tiene sentido... - murmuró, apretando la llave con fuerza, como si temiera que desapareciera si la soltaba. El eco de sus propias palabras le resonó en los oídos. La urgencia comenzó a crecer en su pecho como una tormenta. Nicholas se levantó de un salto, la llave firmemente en su puño. Sin pensarlo, salió del estudio, ignorando las preguntas de Patrick y los demás mientras cruzaba el pasillo como un hombre poseído. - ¿Adónde va? - preguntó Sonia, siguiéndolo. - A Kingsley Hall. Necesito saber qué está guardando esa mansión. Necesito respuestas ahora. - No, no voy a permitir que esto se repita. - La voz de Nicholas se rompió con fuerza. No estaba derrotado. No se rendiría al igual que Cedric. El dolor de la pérdida, aunque terrible, solo fortaleció su determinación. No era un hombre quebrado por la tragedia, sino un hombre dispuesto a luchar hasta el final por lo que le pertenecía, por su familia, por Laura, por la verdad que necesitaba recuperar. - Esto no va a quedar así. - Los recuerdos del pasado, la imagen de la mansión, los ecos de lo que sucedió con Elise y Cedric, tomaron una nueva forma en su mente. No más huir. No más perder. La mansión, ese lugar que había sido un refugio y un peligro, ahora era su campo de batalla. Recordó el legado de los Kingsley, esa fuerza inquebrantable que siempre había existido en su familia. No era solo un apellido; era un símbolo. No se rendían. - No permitiré que el destino se repita.- La rabia crecía dentro de él, una furia profunda que lo conectaba con su linaje. Ya no era solo Nicholas, el hombre atormentado por su amor perdido. Ahora, él era un Kingsley, el último de su línea, el que tenía el poder de cambiar lo que había sucedido. Y ese poder lo haría actuar. Cedric había caído, pero él no. Ahora tenía el conocimiento de dos vidas. Nicholas no se dejaría arrebatar lo que le pertenecía. - Lo protegeré, lo que queda de la familia, lo que está en juego... Esta vez no habrá más traiciones. Elise, mi familia, lo que nos han robado… nada de esto quedará sin justicia.- Nicholas se sacudió, liberándose de la angustia que había dejado la visión de Cedric. El dolor de la pérdida, la agonía de perder a Elise, todo eso se desvaneció, como si se hubiera sumergido en agua fría. Ya no sentía esa debilidad en su pecho, esa desesperación. La rabia había comenzado a arder en su interior. Los registros, las cartas, todo lo que Banks había mostrado eran solo piezas de un rompecabezas mucho más grande y él estaba listo para enfrentarlo. La mansión de los Kingsley, los secretos guardados en sus paredes, las mentiras que habían sido tejidas a lo largo de los años… todo eso iba a cambiar. Nicholas estaba listo para tomar lo que le pertenecía. - Nada se quedará sin respuesta. - La última frase resonó en la habitación con la fuerza de una sentencia. Voy a destruir todo lo que Langley ha hecho, cada maldita mentira, cada engaño. Nicholas se giró hacia Banks, cuyos ojos reflejaban una mezcla de preocupación y asombro. Sin embargo, lo que veía en Nicholas no era desesperación, sino la firme resolución de un hombre que había despertado para pelear por todo lo que le importaba. - No voy a ser el que se quede atrás, Banks. Ya he perdido demasiado. Es hora de que tome el control.
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