Para cuando cerró el agua, debí haberla lavado tres veces. Mi dedo corazón terminó profundamente en su agujero del amor y su pezón quedó aplastado entre mi pulgar y mi dedo corazón. Se escapó de mi abrazo para buscar una toalla de playa grande. Se giró para mirarme y apretó sus pechos contra mi pecho antes de envolvernos con la toalla firmemente alrededor de nuestros cuerpos. Luego, tiró la toalla hacia la esquina de la habitación, me rodeó con sus brazos y plantó sus labios sobre los míos.
Sus labios tiraron suavemente de mi labio inferior y lo mordisqueó suavemente antes de que su lengua se adentrara en mi boca para explorar el interior hasta las amígdalas. Debió de besarme un minuto antes de arrodillarse y tomarme en su boca para chuparme y lamerme.
Mientras me lamía, besaba, chupaba y no sé qué más, empezó a masajearme con la mano y supe que el orgasmo era inevitable. Quería penetrar más profundamente en su boca y agarré su cabeza. Cuando disparé el primero, me impulsé hacia adelante y debí de jalar su cabeza con fuerza contra mi polla. Ella se resistió y la siguiente cuerda le dio en el ojo y la nariz, y otra en la barbilla. Las últimas ráfagas no fueron tan altas y acabaron en una teta.
Debo haber disparado algo de semen por su tráquea porque cuando volví a ser consciente de lo que me rodeaba, la oí toser.
Empecé a disculparme, pero me hizo callar. Tomó mi mano y acarició su teta con mi salsa resbaladiza, llevándola hasta el pezón. Luego se limpió el semen del ojo, se lo limpió en el otro pezón y, con mi mano, lo extendió sobre su gran areola. Se limpió la última gota de salsa de la cara con el dedo y se la metió en la boca antes de limpiar los restos con la esponja húmeda. Cuando terminó, me tomó de la mano y me llevó a la habitación principal. Se sentó en la cama con las piernas ligeramente separadas y me indicó con un gesto que me arrodillara entre ellas.
Casi se me para el corazón en el primer plano de su coño recién afeitado. Sus labios internos sobresalían de los externos. Y no es que los externos tuvieran que sobresalir, estaban hinchados y se veían deliciosamente carnosos.
Dijo que era mi turno de comérmela y abrió bien las piernas. Los labios internos se separaron y abrieron su agujero del amor. Junto con él, su clítoris erecto y los labios internos que enmarcaban su tentador agujero. ¡Joder!, de repente sentí mi polla como un cañón a punto de disparar. O sea, era relativamente novato, solo había tenido sexo en la fiesta de graduación, medio borracho y probablemente drogado. Supongo que me corrí por el desastre en mi vello púbico a la mañana siguiente. Era la primera vez que veía un coño afeitado de verdad en primer plano. Todo esto a plena luz del día. ¡Parecía una educación s****l con esteroides!
La erección de Dirk le incomodaba dentro del pantalón, y con una mano en el volante, metió la otra dentro y acomodó su pene erecto en una posición más cómoda. —¿Qué? ¿Nunca has leído Playboy o Hustler? —Esperaba que su pregunta distrajera la atención de Steve.
—Lo tuve, pero esa no es la vida real. Una foto o un video nunca te darán la misma experiencia. No puedes sentir lo suave que es ni lo húmedo y resbaladizo que es. No puedes saborearlo ni olerlo.
En fin, acerqué la nariz al agujero y respiré hondo. Era mi primera oportunidad de oler de cerca su jugo ácido y quería aprovecharla al máximo. Después, acerqué la nariz al agujero y la dejé deslizarse por el resbaladizo canal entre los labios internos, mientras mi lengua lamía los jugos a su paso.
Joder, esa primera lamida de jugos sexuales estaba deliciosa. Pensé que la había tratado con rudeza, pero me atrajo aún más hacia sí y pude oírla gemir. Mis labios se cerraron alrededor de uno de seus labios mayores y mi lengua lamió suavemente su suave piel.
Se me ocurrió una idea y rodeé sus piernas con las manos para jugar con sus pechos y pezones. Esto elevó aún más su coño sobre mi boca. Cuando mis dedos llegaron a sus pezones, me sorprendió que aún estuvieran resbaladizos por mi semen; bueno, habían pasado unos minutos desde que lo froté. Poco después, pude oírla jadear mientras su orgasmo se intensificaba. Al acercarse, empezó a presionarme la espalda con los pies para poder levantar las caderas. Con las manos, dirigió mi cabeza para que pudiera acariciar su clítoris.
Cuando llegó, empezó con sonidos cortos y suaves de "aahh" que aumentaban hasta convertirse en un "oooeee" y terminaban en un hhheeee extendido como en un crescendo mientras sus muslos apretaban mi cabeza en un apretón que se hacía más fuerte con cada ola orgásmica que recorría su cuerpo.
Fue un gran estímulo para mi ego, porque además era la primera vez que hacía que una mujer llegara al clímax. Su orgasmo empezó a disminuir y sus caderas volvieron a caer sobre el colchón.
Cuando terminó, se deslizó más profundamente en la cama hasta que su cabeza tocó las almohadas. Me hizo señas para que me acercara con el dedo. Le di un último beso en sus labios carnosos y seguí besándola. Su pezón brillante me llamó la atención y me pregunté si quería besarlo. Después de todo, era mi semen el que brillaba y nunca antes lo había probado.
Sin demora, atrajo mis labios hacia su pezón resbaladizo. Empecé a chupar y sentí un sabor dulce en la boca. Lo tragué y levanté la cabeza para mirar. No podía ser semen; conocía el olor del semen aunque no lo hubiera probado antes. Y tampoco habría sido un sorbo.
Un líquido blanco se escurrió del pezón y le cayó sobre el pecho. Debió notar mi confusión y dijo que estaba amamantando, ya que aún lo amamantaba. Sin darme opción, volvió a presionar mis labios sobre el pezón. Después de otro trago, le pregunté si no me tomaría toda la leche, pero ella solo se rió de dijo que estaba disponible si la pedía y que, de todos modos, estaba destetando al bebé.
Después de otra muestra de su deliciosa leche materna, me pidió que le diera un poco también. Se rió tímidamente y dijo que era porque no podía evitarlo.
Me agaché para chupar de nuevo, pero ella me presionó la cabeza contra el otro pezón. Quería que la leche se mezclara con mi semen. Lamí toda su areola para recoger la mayor cantidad de semen posible antes de cerrar mis labios alrededor de su pezón. Tomé un buen sorbo y puse mis labios sobre los suyos. Abrí la boca lentamente, pero recibió más de lo esperado, y un poco se derramó por su cuello. Cuando aparté la boca, me dijo que era hora de meter mi pene.
Tío, no lo pensé dos veces porque era la primera vez que podía tener sexo a pelo estando sobrio. Moví la mano para ayudar a mi pene a entrar en su coño, pero ella dijo que mi pene tenía que encontrar el agujero solo. Alineé la parte inferior de mi cuerpo y comencé a presionarla. Al principio sentí como si presionara contra su vientre. Ella también comenzó a mover las caderas para ayudarme a encontrar su entrada. Poco después, sentí cómo se deslizaba dentro de ella. Su interior era cálido, resbaladizo y suave. El movimiento acarició mi m*****o y en poco tiempo la penetré rítmicamente.
Dijo que estaba blando por el parto natural, pero estaba trabajando los músculos para reparar el daño. Y para demostrarlo, tensó los músculos vaginales y sentí cómo me agarraba la polla por un momento. ¡Joder, qué excitante!
Pronto sentí que el orgasmo se apoderaba de mí. Intenté no cambiar el ritmo, pero ella debió darse cuenta de que estaba cerca. Me susurró al oído que necesitaba que me corriera dentro de su coño. Dijo que era seguro porque estaba amamantando. De todos modos, no me dio la oportunidad de salir porque levantó las piernas y las colocó sobre las mías.
El cambio de posición fue demasiado para mí y empecé a correrme a chorros dentro de ella. Mis caderas chocaban con fuerza contra ella cada vez que disparaba, y ella apretaba los músculos alrededor de mi pene como si intentara ordeñarme hasta dejarme seco. Sentí que mi erección se ablandaba, pero seguí dando algunas embestidas más. Cuando terminé, desbloqueó sus pies para liberarme. Permanecí encima de ella un minuto más antes de levantarme para limpiarme el pene en el baño, donde recogí mi bañador y me lo puse.
Se levantó, cogió las tiritas y me ordenó que me acostara en la cama de la habitación del bebé. Después de ponerme la tirita, me bajó el bañador hasta las nalgas y me dijo que me diera la vuelta. El bañador tenía una gran mancha húmeda por donde seguía rezumando semen de mi glande. Bajó la parte delantera y me apretó el pene. Tomó la perla de semen que se formó y se la metió en la boca.
Luego, me ofreció su bikini naranja. No necesité una segunda invitación. Tomé las tiras del cuello halter y le até una pajarita en la nuca. Se giró; las dos copas colgaban entre sus pechos chorreantes. Apreté sus pechos para darles un último beso. La leche salpicó por todos lados, y un poco terminó en mi ojo. Ella vio cuál era mi plan y metió un pezón en la boca. Después de tomar un delicioso bocado de cada uno, se apartó con cuidado de mi boca y me dio la espalda.