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Después de que Enzo le confesara sus sentimientos y luego del primer encuentro con Levi, Emilia se ve envuelta en una especie de triángulo amoroso bastante complicado de salir. A primera vista el cálculo pareciera fácil, pero luego se da cuenta que quitarse de la mente a alguno de ellos no es tan sencillo como parece.

Continuación del libro "Siete Minutos en el paraíso"

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Capítulo 1.
El lugar apenas era iluminado gracias a una tenue, pero también elegante luz cálida. La falta de luminosidad envolvían un ambiente íntimo y lujoso, incluso a simple vista. Las copas de vino se encontraban llenas y los platos servidos, pero Emilia parecía no tener apetito suficiente, pues apenas si había probado algún bocado de todo lo que se encontraba frente suyo. De hecho, muy lejos de hacer eso, se dedicaba a jugar vagamente con su tenedor en su plato, mientras su mente viajaba inescrupulosamente hacia sus pensamientos, que tampoco eran pocos. De fondo, como si le oyera desde la lejanía, escuchaba como Levi charlaba animadamente con una versión de ella que se encontraba en piloto automático, pues lo cierto es que no se encontraba escuchando ni media palabra de lo que él decía o había dicho desde que llegaron.Esto ponía a Emilia bajo una gran situación de culpa al respecto, pues sabía que no era demasiado correcto su accionar. Sin embargo, a pesar de su arrepentimiento continuo y constante, su mente no podía dejar de divagar entre sus confusos pensamientos. Aunque no lo quisiera así, no había podido pegar ojo en toda la noche desde que había escuchado aquella confesión de parte de Enzo. Si bien ya habían pasado unos cuántos días de aquel inusual suceso, ella le recordaba hasta la tonalidad de su voz como si se hubiera tratado de algo que ocurrió hacía apenas unos minutos, o tan sólo unos instantes atrás. Era extraño, y se sentía confundida con el resultado de los hechos. ¿No era acaso eso lo que ella quería en un principio? Entonces, ¿Por qué no se sentía como esperaba? Ese era su principal interrogante, intentar saber por qué no se encontraba feliz al escuchar que Enzo sentía atracción - de la misma manera en la que ella creía sentirse con él- hacia ella. Para su mala suerte, en el fondo de su cabeza ella sabía bien cuál era el factor inconveniente en la ecuación. Lo tenía a su frente, y era quién le estaba pagando un lujosos almuerzo a la luz de las velas, digno de cualquier película romántica. Era sin dudas Levine, y la seguridad que le otorgaba su sola presencia. Y a pesar de que aún no se encontraba segura de tener algún sentimiento por él que no fuera simplemente superficial y físico, no podía pasar en alto el hecho de que él había entendido como tratarla desde el principio.Tal como si la hubiese leído como una carta, supo qué hacer en el momento correspondiente, como si leyera sus pensamientos. Fuera de el hecho de hacerla sentir consentida, estaba la forma en la que siempre encontraba las palabras correctas con las cuáles dirigirse a ella. Pocas veces le veía alterado o fuera de lugar, y hasta ese momento no había tenido siquiera la oportunidad de observarle estando ebrio. Sin embargo, como si fuese algún tipo de maldición que se estaba cobrando, algo dentro de si misma tampoco estaba conforme al cien por ciento de lo que obtenía con él. Sentía que le faltaba algo pequeño a esa versión perfeccionista del hombre de ensueño de cualquier mujer, algo que a pesar de ser pequeño, hacía una completa diferencia de las cosas. Y aunque aún no descubría cuál era aquél factor del que carecía, asumía en gran parte que tan sólo se trataba del simple hecho de haberlo conocido hace apenas pocas semanas atrás. Por eso mismo había aceptado su invitación, esperando poder conocerlo a mayor profundidad. Aunque sin darse cuenta, su mente se dispersó a tal punto que no notó sino tiempo después el momento en el que él comenzó a llamar a su nombre para devolverla nuevamente a tierra firme, es decir, el ahí y el ahora. Emilia volvió en si misma en el momento en el que su visión captó como la mano de Levi pasaba por el frente de su cara repetidas ocasiones, intentando captar su atención nuevamente. Ella aclaró su garganta y se removió en su asiento, algo apenada al no saber siquiera por cuánto tiempo se había encontrado ausente de esa forma. _Lo siento, sólo me he ido un poco entre mis pensamientos.-Confesó ella de forma honesta, sonriendo con pena. Lejos de lo que se esperaba, recibió una sonrisa por parte de él mientras negaba con su cabeza levemente, en una forma bromista de desaprobar sus actos. _Lo noté.-Admitió, aún sonriendo.- He estado llamando a tu nombre por cinco minutos. Emilia sonrió en respuesta mientras sentía como el rubor comenzaba a subir por sus mejillas, avergonzada ante el hecho de encontrarse tan ausente en la conversación. _Lo lamento mucho, no fue mi intención. Estoy con tantas cosas rondando en mi cabeza que no logro distinguir cuando me pierdo dentro de ella. Él apoyó sus brazos en la mesa, dejando caer su barbilla sobre una de sus manos mientras que sus brillantes ojos azules observaban a Emilia con atención. _¿Qué es lo que te mantiene tan pensativa? Preguntó, de forma genuinamente interesada. Sus ojos la observaban con suma atención, mientras que ahora sus manos cortaban el filete de su plato, para luego llevarse un trozo a su boca.En todo momento, mantuvo el contacto visual hacia ella, haciéndole entender que tenía su completa atención. Emilia negó rápidamente con su cabeza, restándole importancia al tópico de la conversación. _Oh, sólo son cosas sin sentido. No te preocupes. _Hey, ¿Qué hay con eso? Puedes decirme de todas formas, con lo mucho que me gusta oírte hablar de tus cosas.-Reclamó, limpiando la comisura de sus labios con la servilleta de satén blanco. Acción que, ante los ojos de Emilia, parecía bastante más atractiva de lo que quizás debía de ser, incluso distrayéndola un poco.- Así que, ¿Cuál es el problema que te está atormentando? Si es que acaso claro, puedes describirlo. Emilia rodó sus ojos internamente. Si él tan sólo supiera que sí, que lo podía describir perfectamete. Que su problema tan particular medía más de metro ochenta, llevaba tatuajes en todo su torso, unos inconfundibles ojos verdes y una perforación en su lengua que le había otorgado más sensaciones que muchos otros hombres en su vida. Ah, sí. ¿Cómo se olvidaría de su sonrisa? Si aquella vaga e infantil sonrisa seductora la tenía grabada en su mente desde el momento en el que se encontraba frente a él encerrada en un armario, jugando a siete minutos en el paraíso. Su problema tenía nombre y apellido, y ella sabía esto perfectamente. Emilia negó con su cabeza, dándole una pequeña sonrisa mientras tomaba la copa de vino entre una de sus manos. _No es la gran cosa, sólo me encuentro algo preocupada por mis asignaturas en la universidad, nada de otro mundo.-Mintió, descaradamente, esperando que no se notara demasiado. Sin embargo, gracias a ello Levi decidió no seguir insistiendo con el tema, tan sólo respondiendo con un asentimiento y siguiendo con otro tema. Mientras esto ocurría, Emilia intentaba con toda su fuerza mental permanecer dentro de la conversación, aunque sabía bien que, para realmente terminar con sus propios pensamientos torturadores, necesitaría tomar una posición al respecto en un plazo-en lo posible-corto de tiempo. Sabía que necesitaba hablar con Enzo.

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