Lynn
—¿Por qué me ves así? –preguntó el chico que había golpeado más temprano, con la puerta—. Esta bien que no soy súper guapo, pero tampoco un sapo como para que me veas de esa forma.
—Yo no te miro de ninguna manera–respondo a la defensiva–. ¿Me estás siguiendo o qué? O ¿por qué estás aquí?
—Porque aquí estudio–demonios. Siempre abro la boca antes de pensar en lo que digo–. Y viene a recoger el programa.
—Ehh... Bueno...–no sabía que decir. Este chico es tan insufrible. Él se sentó frente a mi en la mesa—. ¿Qué haces?
—Descanso. Además no me trates así porque quien me golpeó fuiste tú.
—¡Ya te dije que fue un accidente!–dije sólo un poco fuerte. La bibliotecaria me miró muy mal. Y me mando callar. Ese chico sólo reía en voz baja. Tragué.
—Andrew te me perdiste–anunció una chica detrás de mí. Casi se me sale el corazón del susto–. Hola–me dice y me besa en la mejilla. Me quedo estática. Al parecer "espacio personal" no es algo que aparezca en su vocabulario.
—¿Y tú eres?–pregunto.
—Anya–otro beso a la mejilla. Cuando intento apartarme trastabillo pero no caigo al piso, sino que de plomo sobre la silla–. ¿Estás bien?
—No te preocupes, se ve que a...–se queda callado y me mira–. ¿Cuál dijiste que era tu nombre?
—Soy Lynn–respondo de mala manera.
—Lindo nombre. Y no escuches a Andrew su cerebro no se desarrollo del todo–su remera de Twenty INE Pilots captó mi atención. Primera persona que conozco que entiende la poesía de música que hacen esos chicos. Ella ya me agradó.
—Oye Anya, por enésima vez. Entra por aquí –señala sus oídos –. Y directo al sentimiento–golpea su pecho. Ella sólo lo ignora. Ojalá yo también pudiera hacerlo.
Luego de esa breve pelea. Me pasé un buen rato hablando sobre música con Anya, resultó que ella si me entiende.
Salimos de la biblioteca hablando. Andrew nos seguía de cerca y de vez cuando me tocaba el cabello. Sé que lo hace para fastidiarme pero no le doy la satisfacción.
Saliendo de la universidad la misma chica del curso se atraviesa en mi camino. Me mira de arriba a abajo. ¿Qué le sucede? Se nota que tiene un par de años más que yo, pero atormentarme parece agradable.
—Estorbas. Muevete–observo a mis costados. Literalmente tiene muuucho espacio para pasar.
—Tienes mucho espacio—respondo. Pero me intimida su forma de verme.
—Pero quiero pasar por aquí –no me tiempo a responder cuando me lanza su batido sobre la ropa. Me empapa. Esa cosa estaba llena.
—¿Qué haces?–ella me ignora y me empuja para pasar. Andrew se queda boquiabierta y Anya sólo atina a decir unas cosas.
—¡Loca, consiguete una vida!–me mira–. Que mal... Ven, vamos a mi casa queda súper cerca. Ahí te limpias y te presto algo para que te pongas.
—No... No quiero molestarte.
—¿Qué? No pasa nada, además mamá llega tarde. Ni lo notará.
Subimos a un auto que estaba estacionada un poco más adelante. Mi ropa goteaba y empezaba a apestar. Todo se me pegoteaba.
Andrew conducía. ¿Estos siempre andan tan pegados?
Llegamos a una casa de dos plantas con un bello jardín delantero. Varias flores adornaban la entrada. Nos bajamos, y entramos. Anya me llevó arriba dónde me dejo usar su baño.
Me quite la camiseta y el sostén. Comencé a lavarme un poco para quitar el olor y todo lo pegajoso. Al cabo de unos minutos una mano abrió la puerta con una camiseta y un brasier colgando de ella.
—Gracias–dije apenada. Desnuda y en un baño desconocido. Así o más humillada.
Me coloqué el bra. Empecé a peinarme. Mi cabello apestaba pero en casa me encargaría de eso.
Que día horrible. Está para el olvido.
La puerta del baño volvió a abrirse. No le preste atención creyendo que era Anya. Pero no...
—¡Que demo...–Andrew se veía sorprendido de verme ahí. Me observaba. Mis mejillas se enrojecieron. Me lancé hacia la remera y el cerró rápido la puerta.
Mil "Lo siento" se escuchaban del otro lado. Las cosas pueden empeorar cuando menos te lo esperas.
—De verdad pensé que estabas en el baño de Anya no en este–su voz se oía avergonzada. Pero ¿A quién le importa? ¡Yo había sido la más dañada aquí! ¡Me vio en brasier!
—¡Andrew el hecho de que sigas ahí sólo lo empeora!—grite enfadada–. ¡Ya vete!
Me vestí lo mas rápido que pude y salí. Anya venia subiendo, no entendía nada.
—¿Qué pasa?–nos miró a ambos.
—Gracias, muy lindo todo pero nos vemos luego–baje rápido las escaleras. No quería ver a la cara a Andrew.
—Pero...–dijo ella desde la puerta.
—¡Mañana te paso la camiseta!
Salí corriendo por la acera. Un par de cuadras después seguía avergonzada, roja y muerta del cansancio. Debo ponerme en forma.
Annie
—No esperaba esto–digo mirando hacia todas partes. Este lugar es enorme–. Pensé sinceramente que me llevarías a hacer algo ilegal.
Él me mira divertido. No puede creer mis palabras. Tres años de conocerlo y le digo esto. Que gran amiga.
—Ser rebelde, no implica que me guste ser un delincuente–su tono es sarcástico pero dulce–. Además no te arriesgaría de esa forma.
—Si, ya ya... Mejor rompamos algunas cosas tengo mucha ira acumulada.
—Mientras no me golpees a mi, todo bien–sonrío ante su comentario.
—No prometo nada–. Kevin toco su corazón e hizo una expresión de dolor. El pobre es demasiado tierno.
Camino por el pasillo entre las diferentes jaulas que tenían a personas dentro golpeando todas las cosas que se hallaban en las jaulas. Lo que acá se denomina "anger rooms"*. Sostenía el bate de beisball con todas mis fuerzas entre los guantes. El mameluco me molestaba un poco pero nada importante.
—No olvides ponerte bien el casco, o te puedes hacer daño–agregó Kevin. En él hasta este uniforme de seguridad se veía bien. Lastima que eso jamás se lo diría.
—Sip.
Entre a la jaula que me asignaron. Le pedí a Kevin que me dejara sola. Necesitaba estarlo para quitarme toda esta frustración que me invadía el alma.
Él acepto sin decir nada. Entendía perfecto lo que es vivir en un mundo de apariencias. Donde la hipocresía y el cinismo era algo de todos los días.
Claro que él tenía su forma de revelarse mientras que yo... Sólo lo hacía a escondidas por miedo.
Tome el bate y comencé a golpear todas las cosas. Los siguientes treinta minutos me dedique a romper con mis frustraciones, miedos y ataduras que me ligaban a una familia tan destrozada. Al terminar me sentí mas aliviada. El corazón me latía a mil por hora. Estaba cansada pero me sentía mas liviana. Un gran peso me había abandonado.
—¿Qué le dices a un helado de banana con chocolate?–me pregunto Kevin desde el otro lado de la jaula.
—Acepto—respondí mientras me quitaba el casco. Al verme él rió. Se burlaba de como había quedado mi cabello–. El tuyo no luce mejor ¿sabes?
—Esto–toco su desordenado cabello–. Sólo me hace más guapo. Así que aprovechame o alguien más lo hará eh...
—¿No puedes estar un segundo sin coquetarme?–aunque sonaba indignada, no lo estaba. Me agradaba ver lo mucho que él me demostraba que le importo. Pero jamás podría cambiar su amistad por algo tan inestable como una relación amorosa.
—Es que me encantas, ¿qué quieres que le haga?–ignore su comentario. Y me fui a cambiar. Mientras íbamos a la heladería todo seguía normal. Por suerte nada había cambiado eso. Eso me hacia respirar de alivio.
Llegando, entramos rápido para alcanzar un lugar. Se veía abarrotado de personas. Eso hace un día de calor. Entre tantas cosas que había sucedido no me dí cuenta de que ya habían pasado dos horas. Debía regresar pronto o me asesinarían mis padres. Aunque... Como si se dieran cuenta que no estoy.
Mientras Kevin fue en busca de nuestros pedidos revisé mi celular.
Un par de mensajes de Lynn aparecieron.
"¡NO SABES LO QUE ME PASÓ!"
Fruncí el ceño confundida e intrigada. Su vida era muy normal o tranquila como para alterarse tan rápido.
¡¡UN TIPO ME VIO EN BRASIER!! ¡FUE SUPER INCÓMODO!
¡RESPONDE CUANTO ANTES!
No podía creer lo que mis ojos leían. Ella ni novio ha tenido ¿y eso cómo diablos pasó?
Respondí lo más rápido que podía.
"Te hablo más tarde y me cuentas todo, con lujo de detalles".
En ese instante solté el celular y vi a Kevin. Una chica rubia que estaba en el mostrador le coqueteaba descaradamente. Mientras que él sólo le sonreía. Le gustaba recibir esa atención. En ese momento me detuve. No quería sentirme así. Yo no puedo evitar que él sea feliz, si después de todo era yo quien lo rechazaba. Me dolía pero fingí que no lo notaba. Él volteó hacia mi. Rápido, volví a tomar mi celular. Tratando de disimular y hacer como si nada.
Él regresó más feliz de lo que se fue. Le iba a preguntar por ella pero me mordí la lengua.
—Gracias–soné algo seca.
—¿Qué tienes? Estabas bien hace unos minutos–tocó su cabello acomodándolo. Se veía desconcertado.
—Nada, sólo que debo volver pronto. Así que tomemos esto rápido porque no quiero llegar tarde.
Él sólo me miraba. Como tratando de descifrar que había pasado. Durante nuestra estadía ahí no hice más que actuar antipática. No pude evitarlo. Estaba... Celosa...
Mientras volvíamos ninguno dijo nada. Todo se sentía incómodo. Baje lo más rápido que pude. Me despedí sin darle tiempo a decirme adiós siquiera. En su mirada noté un dejo de dolor. No quería lastimarlo. Por eso lo rechazaba, y aún así lo hice.