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TOMA MI CORAZÓN.
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Italia...
Alan de nuevo se encontraba en la habitación de un hospital. Conectado a una solución salina, y por supuesto a un maldito Holster amarrado a su brazo izquierdo. Tenía más de cinco años padeciendo de una arritmia cardiaca, que lastimosamente podía ser curada con un trasplante de corazón.
—Te lo preguntaré una vez más —la voz de Ciara Lombardi era de completamente de pena—. ¿Estás seguro de que esto es lo que quieres hacer?
El bufó, su idea era algo egoísta. Pero lo cierto era que estaba completamente cansado de estar enfermo, y sobre todo de ver cómo su salud día a día se iba apagando sin poder hacer nada. Soluciones desesperadas, para situaciones desesperadas. Si lo aplicaba a sus negocios, porque no hacerlo con lo que le quedaba de vida.
Necesitaba el trasplante, pero eso no le garantizaba el cien por ciento de la recuperación. Pues, también era como ganar el premio gordo de la lotería. Científicamente, si todo salía como lo tenían pensado. Podía hacer su vida normal, y con un promedio de vida máximo de quince años después de la operación. Pero juró que sería por mucho más tiempo.
—¿Para qué me sirve el dinero, entonces? —cuestionó a su hermana encogiéndose de hombros.
—Alan, pero eso es ilegal —se quejó ella—. Además hay personas que están antes de ti en esa lista.
—¡No sabía que estabas tan ansiosa por mi muerte! —espetó él furioso.
—¡¿Qué carajos estás diciendo?! —Ciara estaba ofendida—. Eres mi único hermano, mi única familia y piensas que quiero que te pase algo.
A ella le molestaba que se pusiera con ese humor, pero en cierta parte le entendía. Era un hombre joven, un empresario exitoso y estaba al frente de una corporación internacional. Tenía negocios en todas partes, sobre todo una muy buena alianza comercial con Ian Cooper, su mejor amigo desde la universidad. Aunque habían estudiado carreras diferentes, el máster en economía lo habían hecho juntos.
—El dinero es para ser utilizado —Alan dio un suspiro, para encontrar calma. Su hermana no se merecía tal acusación, cuando ella se había comportado con él de manera incondicional—. Ciara… El dinero es lo que nos sobra. Así que he decidido tomar el riesgo, además pienso que no estoy haciendo nada ilegal. Solo estoy comprando un cupo en la lista de espera.
—¿En dónde esperas conseguir tal cosa? —Ciara estaba un poco dudosa.
—En América. Carlo ya está trabajando en eso.
—¡Vaya! Cómo siempre tienes todo resuelto, ¿no es así? —le comentó ella con burla.
Sabía que lo que pretendía hacer no era ilegal, como pensaba y decía su hermana menor. Sino desleal, porque estaba consciente de que habían cientos de personas en las listas de espera de los principales hospitales del mundo antes que él. Se sentía extraño no tener remordimiento por aprovecharse de la situación.
Cinco malditos días en el hospital, ya eran más que suficientes. El día que le había dicho a su mejor amigo y socio que era un hombre libre, y que podía ser feliz con su mujer casi pierde la vida. No quería empañar su momento tan esperado, para decirle lo que estaba pasando con su salud. Pensó que era lo mejor, entre menos personas supieran de su enfermedad era mucho mejor.
—Lo que yo tengo, Ciara es una carrera contra el tiempo y es necesario que la gane.
—De acuerdo; no diré nada más —ella se acercó para darle un beso—. Descansa por ahora, tengo trabajo en la oficina.
Su hermana menor trabaja en el área de relaciones públicas del consorcio que él dirigía. Alan respondió a su afecto, y le hizo gesto de que no se preocupara que iba a estar bien.
—Mantenme al tanto de todo lo que sucede —fue lo último que le dijo, antes de dejarla partir.
Cerró los ojos, y al escuchar el click de la puerta respiró profundo. Ciara era muy buena chica, y entendía su preocupación por él. Apenas hacía ocho meses que su madre había fallecido, dejándole a cargo un secreto, y que aunque se lo confesó muchos años antes todavía no era capaz de contarle a su hermana.
—Júrame que nunca se lo dirás a nadie, Alan —le suplicó ella con los ojos llenos de lágrimas.
Fue una sorpresa para ella encontrarla con un hombre joven, el cual creyó era su amante. Al punto de conseguirle empleo con actual socio Ian. Mark Williams era su medio hermano, por parte de madre. Linda Lombardi era estadounidense, había nacido en Tennessee su abuela materna era italiana.
Estando en la secundaría conoció a Joe Williams por quién se volvió completamente loca, era el quarterback del instituto un año mayor que ella. Sin embargo; eso no fue impedimento para mantener una relación de la cual fue producto Mark. Ambos eran muy jóvenes él apenas de diecinueve años y ella recién cumplidos los diecisiete.
Joe pagó la frustración de perder la beca de la universidad con ella. Ya que tuvieron que formar una familia a pesar de que no se casaron. Fueron muchos años de abusos por parte de él que Linda no pudo soportar, y cuando su abuela enferma ella le suplica a su nieta que deje a su némesis y le entrega el dinero que tiene ahorrado más prendas de valor.
Linda regresa a casa para buscar a Mark se encuentra con que él le da una golpiza, y desaparece con el niño, para obligarla a quedarse. Contaba con el apoyo de su familia, por eso la convencen para que se marche de igual forma, y ellos le dicen que se encargaran de él. Pero la realidad fue otra porque Joe desapareció con Mark, y no fue hasta que él en unas vacaciones veinte años después de la muerte de su padre que descubre la verdad y decide buscarla. Luego de eso se forman lazos de amistad entre los hermanos.
Otro recuerdo vino a su mente, cuando les comunicó a ambos sus planes. A veces a Alan le molestaba el hecho de ocultar que Mark era su hermano, el único que lo sabía era Ian.
—No desistirás de esa idea, ¿verdad Alan? —la voz de su madre era de desaprobación.
—¡Por supuesto que no! —respondió él.
—Eso quiere decir que ya tomaste tu decisión —Mark no preguntaba, simplemente afirmaba un hecho.
—Hijo… no estás en condición de un cambio tan repentino como ese —Linda estaba muy preocupada por su hijo.
—Me imagino que ya has visto los pro y los contra de tal cosa —le recordó su hermano mayor.
—Quiero que entiendan que si me quedo aquí, tampoco tendré la oportunidad. Así que ya todo está listo para irme a América —Alan de manera seria miró de su hermano a su madre—. No estoy esperando la aprobación de ustedes, tampoco que vengas conmigo, mamá. Pero no te niego que sería de gran apoyo para mi, el hecho de que estuvieras a mi lado en ese momento.
Esa fue la última vez que pudo reunirse con su madre y su hermano, porque después las cosas se complicaron.