CAPÍTULO 3

1118 Words
━━━✧♡✧━━━ TOMA MI CORAZÓN. ━━━✧♡✧━━━ —Te has vuelto muy amiga de Diana, ¿verdad? —dijo Mark con voz gutural. Mientras presionaba su gran cuerpo, contra el de la chica más pequeño, suave y delicado. Pero perfecto para todo lo que tenía en mente, por eso continuaba     acariciando el lóbulo de la oreja de manera lenta. Todo para tentarla a más.  —No podemos continuar haciendo esto —jadeó Karla, poniéndose de puntillas buscando sus labios.  Mark dio un largo suspiro, para tratar de calmar sus emociones.  —Tampoco somos unos niños, para seguir escondiéndonos —al terminar de decir aquello, él besó la punta de la nariz.  —¿Entonces qué hacemos en el cuarto de limpieza de la oficina? —Karla inquirió usando un tono de voz burlón.  —Eso es algo que podemos solucionar ahora mismo —Mark mordisqueó su labio inferior—. Estoy cansado de todo esto, me gustaría que ya todos se enterara de lo nuestro. —Hoy mismo hablaré con Diana —dijo ella entre besos—. Hace algunos días le hice el comentario de que me encantas —besó sus labios—, me enciendes —besó cada una de sus mejillas—. Como diría mi abuela, me trae por la calle de la amargura.    El último beso que le dio estaba lleno de promesas, para ambos parecía mentira que tuvieran más de ocho meses saliendo juntos. A pesar que su relación era todavía un secreto, no había duda de que era sería.  Lo habían hecho de esa forma, porque Karla quería esperar un poco de tiempo. Hasta que Klaus, su hermanastro se fuera definitivamente de la casa. Puesto que su madre se había muerto tres meses atrás. Pero él era muy astuto, se había hecho amigo de Andrew Thomas uno de los dueños de la empresa. La tarde en que Karla se enfrentó a Klaus, para que le dijera su relación con Thomas, y este simplemente le contestó que eran solo  le había encargado unos asuntos personales. Eso causó dudas en ella, porque se rumoraba que el dueño de la empresa estaba en malas compañías. Cada vez que su hermanastro y Mark se encontraban, se moría de nervios porque estaba claro que en algún momento iban a enfrentarse ambos hombres.    Mark pensaba decirle algo, pero en ese momento sonó su teléfono celular. Al ver el nombre de Ian Cooper en el identificador de llamadas, le hizo señas para que guardara por un momento silencio. —¿Estás cerca? —le preguntó su jefe.  —Sí, estoy en el edificio —Mark frunció el ceño al notar su voz un poco alterado—. ¿Sucede algo? —Necesito que vengas, es Diana.  —Voy enseguida. Inmediatamente él cortó la llamada, al ver que su semblante había cambiado Karla quiso saber: —¿Todo bien? —No, noté a Ian algo preocupado por Diana.  —¡Oh, Dios! —exclamó Karla—. Esta mañana la ví un poco pálida. Tal vez el estrés de la boda, sumado al embarazo sea el problema.  —También pienso lo mismo —Mark estuvo de acuerdo con ella.  —Si Diana te necesita, ve —instó Karla. —Si ella va temprano al ático, Ian hará lo  mismo —se acercó besándola de nuevo—. Así que espérame, quiero pasar el resto de la tarde contigo.   Karla solo sonrió, y se aferró al cuello de Mark. Lo abrazó fuertemente, como si nunca quisiera dejarle ir. —Estoy de acuerdo contigo —con mucha ternura besó de nuevo sus labios—. Me estoy cansando de este amor en secreto.  —Eso vamos a solucionarlo esta misma semana —correspondió a su beso. A regañadientes, Mark se obligó a alejarse de la mujer que su dulzura e inocencia se había adueñado de sus sentimientos, descongelando su frío corazón.  De nuevo llamó a Ian, para decirle que iba directamente a la planta baja a buscar el vehículo. Calculando el tiempo en que Diana tardaría en llegar. A él le caía muy bien la chica. Pues, después que había aceptado a su jefe. Todo había cambiado, no había duda que el amor podía cambiar a las personas. Ian era un hombre completamente diferente, podría decirse que más calmado y hasta ansioso por la llegada de su hijo con Diana. Para él, eran una pareja que inspiraba a los demás.  Esa tarde se sentía un poco en estado de alerta, aquella sensación detrás de su cuello nunca fallaba. Para nadie era un secreto que era el jefe de seguridad de Ian Cooper, además de ser su escolta personal, chofer y amigo. Pero todo era por una razón. Su impecable expediente como ex-marine le precedía, ya que fue dado de baja por orden médica. Un disparo en la rodilla en el medio oriente, fue la causa.  Sin embargo; sentía que algo no iba muy bien. Miró a los lados, escaneando el lugar. Tenía ese maldito presentimiento de que en cualquier momento todo se iba a ir a la mierda. En el instante que vio que Diana se acercaba de manera inmediata le abrió la puerta del vehículo. Después que ella lo hizo, él se montó y arrancó el motor.  —Mark —dijo ella. —Antes de ir a casa me gustaría pasar por la empresa de catering. —Ian comentó que te sentías un poco indispuesta —la miró por el espejo retrovisor. —Él es un exagerado —dijo ella entornando los ojos—. Solo me duele un poco la cabeza. —Entonces hagamos caso a mi jefe y vayamos a casa —hizo gesto en su reloj para ver la hora mientras estaban en un semáforo—. Si te sientes mejor en un rato podemos ir. En ese momento fueron flanqueados por una furgoneta y una camioneta de color n***o. Dos hombres con pasamontañas se bajaron de los respectivos vehículos. Todo pasó de manera tan rápida que Mark no pudo reaccionar. Un hombre sacó su arma y disparó en su hombro, y otro en su estómago.  Por causas del destino, pudo identificar el rostro del hombre bajo el pasamontañas de color n***o. En el momento que alzó un poco para decirle en voz baja. —He acabado contigo —Klaus dijo con desdén—, estás muerto.  Estaba un poco aturdido por lo sucedido, solo escuchaba a lo lejos los gritos de Diana. Supo entonces que se la habían llevado de mala manera. Antes de perder completamente el conocimiento, tuvo un último pensamiento: «Ya no importa mi vida, mi último aliento y último latido de mi corazón son para ti, Karla».
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