Cuando finaliza mi jornada laboral, tomo mis cosas y estoy indecisa si pasar a decirle a mi jefe que ya es mi hora de salida o irme sin avisarle, cuando estoy por tocar a su puerta, sale y su expresión me deja en claro que sigue molesto por lo que sucedió en la cafetería.
—¿Me dejará pasar o se va a quedar mirándome todo el rato? —Me muerdo la lengua para no gritarle, antes de contestarle me muevo y forzó una sonrisa.
—Solo para avisarle que ya es mi hora de salida y ver si se le ofrecía algo más.
—No señorita Prati, puede retirarse yo también ya me voy. —Es verdad, no me había fijado y en su mano trae su saco junto con su maletín, nos dirigimos al ascensor juntos, siento que aún está molesto debido a su aura maligna que desprende hacia mí y aunque trato de evitarlo por el rabillo del ojo me doy cuenta de que me mira con el entrecejo fruncido, antes de subir me encomiendo a Dios para que este demonio no me haga nada por lo que escucho hace unas horas, en cuanto se cierran las puertas me arrepiento de no haber usado las escaleras.
—Ya dejé de mirarme así. —Le digo cuando ya no soporto más su mirada acusadora.
—Espero que aprenda a cerrar la boca y a no insultarme o la siguiente vez la despido.
—Usted tiene la culpa por escuchar conversaciones privadas, además cuando salgo de aquí ni usted es mi jefe ni yo su empleada y lo que dije es la verdad, vea como se pone por un simple un comentario, pero ayer estaba como sedita cuando me pidió que lo ayudará con su hija. —Golpea un lado de las paredes del elevador y me arrepiento de mi lengua floja, ahora si lo hice enojar.
—No le permito que me hable así… —No termina de hablar cuando las puertas del ascensor se abren y sin pensarlo ni un segundo salgo corriendo como loca sin mirar atrás, paso junto a Anne y me despido con un movimiento de mano, ella está por levantarse para ver que me sucede, pero cuando ve que mi jefe también sale del ascensor se lo piensa dos veces y solo baja la mirada; corro hasta la parada y cuando subo al transporte al fin puedo respirar tranquila, aunque la verdad es que en el fondo me arrepiento, creo que ya me quede sin empleo, me doy un golpe en la frente y me regaño por ser tan boca floja.
Leonid
Después de escuchar a mi asistente llamarme diablo toda la gratitud que sentí por ella al ayudarme ayer se transforma en enojo, está mujer tiene la capacidad de cambiar mi humor con un chasquido de sus dedos, cuando regresó a la oficina después de comer la muy lengua suelta me ignora y finge trabajar, discutimos un momento para luego entrar a mi oficina bastante molesto, no entiendo a qué se debe mi molestia, ya sé que todos en la empresa se quejan del mal carácter que me cargo desde el abandono de Alisa, pero escucharlo de los propios labios de mi asistente me molesto de sobremanera.
Hoy decido salir a mi hora ya que aún estoy bastante molesto por los comentarios de mi asistente como para prestar atención a mi trabajo, cuando salgo la veo parada frente a mi puerta con la firme intención de pasar a despedirse, por lo que no lo dudo ni un momento y descargo parte de mi enojo.
—¿Me dejará pasar o se va a quedar mirándome todo el rato? —Para mi propia satisfacción veo como se molesta, pero trata de ocultarlo detrás de su tensa sonrisa.
—Solo para avisarle que ya es mi hora de salida y ver si se le ofrecía algo más.
—No señorita Prati, puede retirarse yo también ya me voy. —Subimos al ascensor y durante todo el trayecto no dejo de fulminarla con la mirada, a decir verdad, es la primer asistente que se atreve a contestarme, ser grosera conmigo e insultarme en mis propias narices, otras ni siquiera eran capaces de mirarme a los ojos.
—Ya dejé de mirarme así. —Comenta bruscamente.
—Espero que aprenda a cerrar la boca y a no insultarme o la siguiente vez la despido. —Respondo de forma autoritaria, por la forma en que me tuerce los ojos veo como en su mente se está librando una batalla interna si decir algo o no, al final abre la boca para escupir parte de su veneno.
—Usted tiene la culpa por escuchar conversaciones privadas, además cuando salgo de aquí ni usted es mi jefe ni yo su empleada y lo que dije es la verdad, vea como se pone por un comentario, pero ayer estaba como sedita cuando me pidió que lo ayudará con su hija. —Golpeo la pared del ascensor haciendo que pegue un pequeño brinco, esta mujer me está sacando de mis casillas.
—No le permito que me hable así… —No termino mi frase cuando llegamos a la planta baja y las puertas del ascensor se abren, mi asistente sin darme ninguna oportunidad corre como si su vida dependiera de ello, dejándome con la palabra en la boca y aunque quiera negarlo esta acción me hace reír un poco, en cierta forma me recuerda a Gala cuando hace alguna travesura, quien no duda en esconderse detrás de su tía.
Cuando llego a mi casa Dasha está cuidando de Gala, la tomo en mis brazos y comienzo a llenar su carita de besos.
—¿Y qué tal te fue en la oficina? —Pregunta mi hermana después de mirarme fijamente unos segundos—. Te ves enojado ¿sucedió algo malo?
—Resulta que la boca floja de mi asistente me hizo enojar, la escuche decirle a su amiga que su trabajo pesado es aguantar mis berrinches y resulta que según ella soy el diablo en persona. —En cuanto mi hija escucha esto comienza a repetir ¡Diabo! una y otra vez, lo cual provoca que Dasha llore de la risa.
—Por Dios Leonid, hasta tu hija sabe que eres un diablo, Gala es La hija del Diablo y Yildiz es La asistente del Diablo, que ocurrente tu asistente nunca se me hubiese ocurrido nómbrate así, no me mires de esa forma sabes que tiene razón después de que te separaste de la mujerzuela esa te volviste un amargado, gruñón, grosero y tu no eras así, hiciste llorar a todas tus anteriores asistentes. —Aunque no quiera aceptarlo sé que mi hermana tiene razón, el engaño de Alisa me volvió un hombre amargado, pero obviamente es algo que no pienso reconocer y menos frente a ella.
—Será mejor que de ahora en adelante te dediques a cuidar de mi hija, no pienso volver a pedirle a mi asistente que venga a cuidarla, así que ya no podrás salir los fines de semana, sino ten por seguro que esa mensualidad que siempre te depósito no llegará el siguiente mes. —Me levanto del sillón con mi hija en brazos y veo como Dasha se pone roja del coraje.
—¡Yildiz tiene razón eres el diablo en persona! ¡Eres insoportable! —Me grita cuando voy subiendo las escaleras, su reacción me hace sonreír, por lo menos tuve oportunidad de descargar con alguien la frustración que dejo mi asistente al salir despavorida de la empresa.
Por la noche mi hija vuelve a llorar en busca de su “mamá” por lo que le pido a Dasha que se haga cargo de ella, me encierro en mi habitación y a lo lejos puedo escuchar como poco a poco Gala comienza a quedarse dormida debido al cansancio.