En todas partes, hay lugares tan diferentes como las personas que en ellos habitan, hay lugares donde el frio es el que acompaña todo el tiempo y lugares donde no saben que es, pero hay un lugar en particular donde, la noche es más larga y el frío es soberano pero también se deja ver el calor en pocas ocasiones, es ese lugar donde se cree que comenzaron los vampiros, un lugar bastante oscuro y con poco sol.
Alnair viajaba de noche huyendo del sol, y vivía huyendo de este en cualquier lugar al que iba, pero su peor destino fue el más complicado, el lugar donde la elegancia era fascinante, pero el pecado era algo que vivía en las calles como un pueblerino más. Alnair se vio abrumado por todo, provocando algo de descontrol, se unió al circo como gladiador y aun con su pequeño cuerpo se convirtió en el David que destruyo a Goliat, gracias a eso se hizo muy rico y respetado pudiendo entrar a las fiestas más exclusivas, el lujo fue la perdición de unos años de Alnair haciendo que sus creadores le tuvieran que castigar quemando le parte de su piel al sol, por lo que tuvo que tomárselo con seriedad, empezando a convertir a personas, ya una vez dejado ese lugar llego al frío, un gran cambio, del lujo al frío.
El vampiro, ese ser frio que chupa tu sangre, el mito se separa bastante de la realidad del primer vampiro, esta especie tuvo bastante evolución a lo largo de los siglos, pero siempre se ha mantenido una leve cosa, se alimentan de sangre. No era una cosa que Alnair necesitara, solo que el mito pudo al joven por lo que decidió adaptarse para dar más miedo. Aunque los vampiros eran demasiado débiles, se morían con el sol y aunque le quemaba a Alnair no le mataba del todo, la verbena era dolorosa y debilitaba sus poderes, pero jamás le anulaba y las estacas de madera era para limpiarse los dientes, solo una estaca hecha por luz le podría matar, pero por suerte la señora no haría eso porque era su aliado, o al menos Alnair rezaba para que así fuera.
Ser vampiro era más atrayente que ser hombre lobo, ya que jamás perdías tu forma y se creía que la plata mataba a esos seres, cosa que era falsa, pero Alnair no desmentía nada, era feliz de tener colas de gente lamiendo su culo para darles la inmortalidad, le gustaba ser como un rey que podía decir que no a su antojo con tranquilidad de que quienes a él iban, le temían tanto como veneraban, le daban todo solo para poder tener la vida eterna y gracias a que con los años consiguió dominar el control mental todo le era más fácil aunque su color de piel era un obstáculo casi siempre para todo.
Tras mucho, el destino de Alnair fue algunas tribus del sureste , donde el joven no se divirtió nada, era horrible tener que aguantar tanta formalidad, quería diversión como los que pasaban las tribus más salvajes, los conquistadores quienes serían los peores vampiros, su gran sed de sangre les harían asesinos violentos pero plantear el caos le encantaba a Alnair, tras eso por el siglo octavo se fue a la actual Noam solo para pasar el rato porque mucho no hizo pero recibió el mejor regalo de su vida, una mañana estaba en una habitación mirando al techo y pensando que hacer, acababa de llegar por lo que aún no tenía amistades, la señora luz apareció y con su maravillosa ingenio Alnair le hizo una reverencia.
—Veo que ocho siglos aún no te han hecho madurar—comento la luz mientras miraba con seriedad la mugrosa habitación en la que descansaba el joven.
—Soy más divertido así—comento este riendo él y la miro serio al ver que no emitía ninguna emoción, como siempre aun siendo una luz, era la reina de hielo—¿Qué necesitas? —pregunto mientras se sentaba y pasaba una mano por su pelo, aunque no lo necesitaba Alnair amaba dormir, era su placer culposo, pero solo lo hacía por aburrimiento.
—Deberías limpiar—dijo la luz golpeando un calcetín sucio.
Alnair, molesto cogió el calcetín y lo metió en su bolsa, para después cerrarla y mirar molesto a la luz.
—¿Que necesitas?—le pregunto Alnair molesto.
—¿No puedo venir a visitarte sin más?—le pregunto ella y se sentó en un asiento cerca de la ventana y jugo delicadamente con la cortina.
—Pues no, conociéndote, solo has venido aquí por interés—dijo Alnair molesto.
La luz con delicadeza, movió la cortina haciendo que un pequeño rayo del sol, este dio directamente en el brazo de Alnair haciendo que cayera al suelo, agonizando por el dolor de la quemazón.
—Serás maldita—agonizo Alnair, la luz cerró la cortina y se levanto para acercarse al joven.
—Debes tenerme más respeto—dijo la luz.
Alnair sabía bien que la luz, aparentaba ser una mujer dulce y buena y que su ropa blanca la hacía tener una apariencia totalmente angelical, pero eso era simplemente, eso, una apariencia, en realidad, la luz era un ser cruel, con objetivos claros y no permita que nada ni nadie se interpusiera entre ella y sus objetivos, una mujer muy ambiciosa, y en ocasiones era cruel incluso con la oscuridad, solo por conseguir lo que ella quería, lo que según ella estaba bien o era correcto, siendo solo lo que importaba, y era algo horrible pero con los años, aprendió a lidiar con eso, simplemente debía hacer lo que ella decía y luego, hacerlo como a él más le gustara, si ella no lo veía, no le iba a afectar.
—Toma—dijo la luz y le lanzo el anillo, el joven lo miro era un anillo de una cara de león muy poco glamuroso y muy serio—Supuestamente protege del sol—dijo la luz, Alnair la miro sorprendido y se lo puso, abrió una cortina y puso una mano para ver que nada pasaba y se puso a bailar.
Siempre envidio a quien podía salir ante el sol, a quien podía bailar a la luz del día o quien salía a bailar a la noche y podía hacerlo hasta que amaneciera, enviaba a los humanos que sin problemas podían pasear por el sol y hacer lo que quisieran solo limitados por la vulnerabilidad de su cuerpo.
—Gracias, si me cayeras bien te besaba—dijo el joven feliz, era la primera vez que sentía algo de positivo por la visita de la mujer, y la primera vez que sentía que le debía algo.
De un momento a otro, su estado de animo cambio de estar furioso y con ganas de matar a la luz, a amarla, pero tras ese regalo, todo era amor en su interior ¿Como podía odiar a quien le dio libertad?
La luz negó.
—No es cosa mía, es de Lyra—comento la luz, Alnair sonrió al ver que la pequeña bruja se acordaba de él.
No era solo eso, sino que había dedicado tiempo ha hacer que él viviera mejor, se sentía demasiado orgulloso, demasiado feliz, su amistad no fue una cosa que se forjara con el tiempo sino que vino con su creación, era algo que estaba con ellos. Y lo echaba de menos, echaba de menos eso que tuvo en sus primeros días de vida, el estar con gente que le entendía y el sentirse parte de algo.
—Debo agradecerle ¿Dónde está? —pregunto el joven emocionado, pero luz negó.
—Ella está trabajando cosa que tú también deberías hacer—dijo antes de irse.
No sabían nada del otro, lo único que sabían eran pequeñas pistas que alguno de sus jefes le daba, eso era frustrante, sentir como todos los que conocen hacen cosas, pero no puedes disfrutar con ellos porque están lejos y en esta época la forma más rápida de enviar algo era a carta, al menos si tuvieran una dirección sería más fácil. La oscuridad no solía ir a verle, y Alnair lo agradecía, tenían una mala relación por el entusiasmo de Alnair, que por suerte jamás se apagaba.
El joven vampiro lo paso mal en sus misiones el color oscuro de su piel le hacía muy diferente, por lo que mucha gente le apartaba, era inferior, era de otro lugar, era de esos países que aún no se habían descubierto, cuando lo hiciera quizás le trataban mejor, al menos eso esperaba pero nadie sabía que pasaría, por lo que esperanzado Alnair intentaba mantener su alegría con todo lo que podía y siendo siempre lo más libre posible, le gustaba estar con quien quisiera fuera hombre o mujer, lo que si no estaba con niños por principios. Alnair era tranquilo, pero con los años el poder controlar mentes le volvió algo avariciosos e insolente, le gustaba sentirse importante para callar las voces de soledad que acechaban en su mente, esas voces que le recordaban que podía tener dos personas que nacieron con él, pero estaba solo por mucho tiempo, quizás para siempre.
Los vampiros posteriores a Alnair eran débiles, al venir de humanos necesitaban la vitamina D, esa que daba el sol, sin ella estabas sin energía y cansado por lo que los beneficios de vampirismo eran inútiles, por ello bebían sangre humana, pero no era algo que se pudiera compartir, las debilidades de uno hacen más fuerte a tu enemigo, pero por otro lado Alnair bebía sangre por diversión para dar temor. Con el tiempo viajo por muchos lugares oscuros sin darle tiempo a amar alguno, la luz y la oscuridad eran prudentes en eso, una vez se estabilizaban, le estaban dando otro destino, no podía estar lo suficiente en un lugar para ser recordado pero debía estar lo suficiente para convertir unos pocos afortunados, y con el tiempo los primeros convertirían a más, siendo poco necesario la presencia de Alnair, con los años viajo mucho estando cuando le mandaron a su retiro cerca de los pirineos, un lugar frio pero que dejaba espacio a las mejores matanzas, ya que el hielo ayudaba a ocultar c*******s, pero nunca oirán a Alnair contar sus trucos de asesino.
Bien entrado el siglo quince, Alnair se encontraba perdido en las montañas disfrutando del sol y del frío, en su pequeño castillo rodeado de luz y oscuridad, apenas llevaba unos meses ahí pero se estaba volviendo su lugar favorito sin duda.
En una mañana lluviosa, la luz apareció en la habitación de Alnair, donde el estaba descansando.
—Despierta—le ordeno la luz.
Dormir no era una cosa que Alnair necesitara pero amaba hacerlo, le hacía sentir más cerca de los humanos, una especia que le ataría y fascinaba de muchas formas.
Alnair abrió un ojo y se sentó en la cama adormilado.
—¿Que quieres? Estaba soñando con un precioso hombre—se quejo Alnair.
La luz le miro, y paso su mano por la cama de Alnair.
—Debes irte—le dijo la luz y Alnair le miro sin entender nada.
—¿Que? Es mi castillo—se quejo Alnair.
La luz le miro molesta porque no le hiciera caso, era una cosa que no asumía, porque alguien le diría que no, ella era la más poderosa, era la única, la creadora, y no tenía que aguantar las insolencias de nadie.
—Y yo tu creadora—replico la luz y le señalo con uno de sus dedos.
—En realidad, nos creo la naturaleza—comento Alnair como si nada malo hubiera.
La luz sin dudarlo, le lanzo un rayo de luz, que aunque en esta ocasión no le hirió, si le hizo bastante daño.
—Vale—se quejo Alnair levantándose de la cama—¿A donde debo ir?—pregunto.
—A la costa—aviso la luz—Un barco espera para el viaje—.
Y tras eso, la luz desapareció.
Alnair suspiro al molesto, por no saber nada, jamás le daban mucha información porque tenía la peculiaridad de preguntar mucho, pero eso no era su culpa, simplemente era curiosidad.
Se vistió, lo más elegante que pudo, en los alrededores había muy poca gente que tenía la piel oscura como él, por ello, todos se paraban a mirarle, y Alnair creía que si debían mirarle que lo hicieran por algo realmente importante, como su elegancia, no por su piel.
No fue un viaje largo, su velocidad, le ayudaba a que todo le fuera más sencillo, y tampoco estaba lejos de su destino. En ocasiones, se preguntaba como sabía donde ir, pero era algo que no era consciente que sabía.
Al llegar al barco solo estaba Elnath, le dolió no ver a Lyra pero cuando hablo de ella, su amigo se distancio, pero ella era parte de ellos y no podían no hablar de ella.
—¿Que te han dicho del viaje?—pregunto Alnair.
—Que me retiro de las misiones—hablo cortante Elnath.
Aunque hacía mucho que no se veían, Alnair no había cambiado sus sentimientos por sus dos amigos para él, eran todo lo que tenía seguro en esta vida, eran según él las únicas personas que aunque todo se destruyera, ellos tres seguirían ahí.
—¿Sucede algo?—pregunto Alnair preocupado, apenas habían hablado, solo hablaron cuando Elnath le pregunto por Lyra, pero el resto del tiempo, su amigo le había evitado u no era algo que le gustara, no creía haber hecho nada para merecer eso.
—No estoy de humor para hablar—comento Elnath caminando a los camarotes del barco, dando la espalda a su amigo.
—¿Es por que Lyra no esta? ¿O porque la he mencionado?—pregunto Alnair con gran inocencia.
Elnath se giro con brusquedad y miro al Alnair, sus ojos se volvieron rojos de la rabia.
—Ella no es el centro de mi mundo—aclaro Elnath molesto y con gran ira.
Alnair no era capaz de comprender que pasaba pero se limito a asentir, y a intentar mantener la calma, lo ultimo que quería en ese momento, era perder la amistad con Elnath, y aunque jamás habían tenido peleas, si había tenido problemas con otros cambia formas por lo que decidió limitarse a asentir y dejar su espacio a Elnath.
En el viaje, que duro unos largos días apenas tuvieron relación, estaba todo muy frio, la conversación no paro de rondar en la cabeza de Alnair, si entender tanto enfado, no había hecho nada pero simplemente mencionar a Lyra, altero a Elnath cuando antes parecía tranquilo hablando de ella, y ahí comprendido que no debía hablar de ella, ya que era imposible saber como Elnath reaccionaria ante ella.
Eran amigos, nacieron siéndolo y nada evito que lo fueran, aunque no estaban hechos de lo mismo, eran iguales y tenían demasiadas cosas en común, tantas que era absurdo contarlas, pero esos años separados, hizo que todo se enfriara y que olvidaran lo que eran, lo que era su amistad, por lo que, debían volver a empezar, como si fueran desconocido.
Al llegar a la isla, Sanden atraco en el puerto, los jóvenes bajaron y el se subió en un pequeño barco y se fue, los dos supusieron que el barco sería del otro por lo que no hicieron muchas preguntas, había varios barcos en el puerto por lo que fueron al castillo sin decir más, entraron para ver un enorme castillo, el tiempo iba tan diferente dentro de la barrera mágica, los días humanos para ellos eran minutos.
—j***r, demasiadas cosas hemos adquirido—comento Alnair y Elnath negó, se acomodo el traje y miro los cuadros.
—Supongo que nos gusta derrochar, los humanos derrochan en vida y pierden todo en la muerte, y nosotros nunca moriremos—comento Elnath, Alnair le miro intrigado.
—Te has vuelto un amargado—se quejó Alnair y Elnath negó divertido, pero sin mostrar ni una leve sonrisa.
—Y tu un ostentoso noble sin título—cometo el cambia formas al mirar el aspecto de su amigo.
—Hay muchas cosas que no son mías—comento el vampiro señalando un antiguo jarrón con inscripciones en un idioma que desconocía, lo tomo y analizo con intriga—¿Crees que pasara algo si lo rompo?—.
—En este lugar hay cosas de los tres—comento Elnath mirando varios cuadros de Alnair con elegancia, eran esos retratos que se le hacía a los reyes, y obviamente Alnair no iba ser menos—Si no es mío, ni tuyo, es de Lyra—añadió.
—Entonces no quiero romperlo—dijo Alnair dejando el jarrón en su sitio.
—¿Tanto miedo la tienes?—pregunto Elnath divertido.
—Me ha dado un anillo para protegerme de la luz, y puede quitármelo por lo que no quiero enfadarla—comento Alnair y Elnath negó—Además, es una bruja, quien sabe que objetos están malditos y cuales son buenos—.
Elnath volvió a negar, era cierto pero jamás se planteo que Lyra dejara una maldición en un objeto rompible.
Caminaron para introducirse más en el castillo, y ver más objetos, que parecían colocarse con magia, aparecían y buscaban su sitio despacio y con tranquilad, como si tuvieran vida.
—¿Ahora si quieres hablar de ella?—pregunto Alnair.
—Jamás estoy preparado para hablar de ella—le aviso Elnath.
Y así era, el dolor de perder a quien jamás pudiste tener, era bastante tormentoso y con el tiempo aunque su corazón no la hubiera olvidado, y siguiera siendo de ella, por mucho que él lo negara, su razón era la que mandaba.
—¿Crees que vendrá?—pregunto Alnair, y Elnath miro a su amigo.
Analizo el castillo que aún pareciendo pequeño, parecía que jamás se llevaba de todos los objetos que tenían. En esos años, habían recopilado grandes obras de arte y objetos únicos, pero en ese lugar no solo había cosas de ellos, había objetos mágicos que estaban atados a ellos y cuando su creador desaparecía, iba a ese castillo, aunque ellos aún no sabían las dimensiones del poder de ese lugar.
—Creo que en este lugar, hay muchas más cosas de las que poseímos—hablo Elnath tras una pausa para analizar el lugar.
Alnair negó, al ver que Elnath iba a evitar el tema, y él no iba a insistir, parecían estar recuperando su amistad por lo que no iba a jugar con ello.
—Creo que hay objetos que vienen por otras razones—dijo Elnath cogiendo una espada y analizándola.
—Para ser sincero, no me importa los objetos—dijo Alnair sentándose en un asiento que había en mitad de la gran entrada del castillo.
—¿Y que le importa al noble si titulo?—pregunto Elnath divertido.
—Tener comida y una cama cómoda—resumió Alnair, que aunque los lujos le gustarán, no eran en ese momento lo que más deseaba—Y vino, mucho vino—añadió divertido.