Casa de la Manada Pure Blood
Algunas semanas después...
No puedo sacarla de mi mente.
Esa mujer. Esa condenada pelirroja que apareció como un susurro en mitad de mi ruina. Desde que la vi, algo dentro de mi lucha por emerger, por ir por ella y tenerla a mi lado, sentada en mi regazo. La mandé custodiar con mis mejores hombres —lobos asesinos, hijos de la guerra, marcados por el caos— y aun así, no dejo de pensar en ella.
Con lo peor para que nada le afecte.
El aire se vuelve denso a mi alrededor, cargado de electricidad. Mi lobo, Xander, se agita bajo la piel, rasgando, rugiendo, buscando salir para ir por ella.
¿Qué tiene esa humana? ¿Por qué me desarma con solo respirar? No la quiero.
—Alfa... —uno de mis hombres se atreve a hablar, pero su voz tiembla.
Levanto la vista. La oficina se hiela.
El lobo baja la cabeza instintivamente, mostrando el cuello como respeto. Los demás en la oficina también lo hacen. No por elección. Por supervivencia.
Han vivido una eterna agonía con la partida de Sara y mis cambios de humor.
—¿Qué averiguaron?
—La mujer... no ha hecho nada extraño. Más bien parece aislada por su familia. Apenas sale de su casa. Nadie la defiende. Vimos al hermano intentando robar un banco. Lo detuvieron los del clan Colmillo Rojo. Es una excelente bailarina de ballet y trabaja muy duro para conseguir buenos pagos.
—Entonces...
Me entrega un papel con manos temblorosas.
—Esto piden por su fianza del hermano. La mujer no ha ido por él porque estaba trabajando en la academia. No sabe dónde lo tienen.
Respiro hondo. Muy hondo. El poder me hormiguea en las venas, Xander quiere aullar por la ausencia de la mujer.
—Paguen la fianza y vigilen al crío. No quiero errores. Si Aaron aparece... no lo enfrenten. Solo avísenme. No permitan que se le acerque porque es probable que pase algo peor.
—Entendido, Alfa.
Cuando me quedo solo, el silencio ruge en mis oídos.
Compañera... compañera... Compañera.
El eco de Xander, mi lobo, martillea dentro de mi cráneo como un trueno contenido.
La magia licantrópica en la sala se intensifica. Los muros vibran. Mi sombra se extiende más de lo natural. Estoy perdiendo el control. Estoy cediendo... y no debería.
Sara era mi luna. Mi todo.
Esta chica... es un error. Un fuego indeseado. No debería arder en mí de la manera en que lo hace y haberla marcado sin pensarlo, me hace cabrear.
Esa mujer arde en mi alma y pega de una manera profunda.
☆☆☆
Más tarde, salgo en busca de Aaron. La luna está alta y roja. Era una señal. Mi lobo gruñe bajo mi piel, inquieto. Encuentro lo que estaba buscando sobre una azotea, vigilando al hermano de esa mujer. Su silueta recortada en la oscuridad parece parte del inframundo mismo.
Aterrizo sin esfuerzo junto a él. El impacto resuena como un golpe seco sobre la piedra, y la azotea cruje.
Aaron no se inmuta porque siempre he aparecido así y nunca nos ha importado.
—Pareces un acosador de menores —comento, al verlo tan concentrado.
—Y tú un Alfa al borde del abismo —responde, sin mirarme.
Me siento. La piedra debajo de mí se agrieta ligeramente por la tensión acumulada en mi cuerpo.
—Nunca vienes por mí, y hoy no es la excepción —alzo una ceja ante su comentario.
—Tiene dieciséis años. Es solo un chico que, probablemente, ha estado confundido mucho tiempo
—Y será un demonio útil. Fuerte. Quebrado. Mi favorito para corromper —su sonrisa destila veneno—. Las personas llenas de odio y de maldad, son las que más me dan apetito.
—¿Acaso Ayla sabe sobre lo que eres? —sonríe, en modo de respuesta—. ¿Qué pediste a cambio? Tú nunca haces nada sin pedir nada a cambio.
—Ella me ofreció el alma cuando era joven. La he tomado con toda la vergüenza del mundo y aproveché de pedirle un pequeño favor. Lo de nosotros viene desde hace tiempo, Velkan, pero tú apareciste y te llevaste a mi súcubo.
Mis colmillos se alargan.
—¿Qué le harás? Aaron, ella es inocente. Fue Xander...
—La haré revivir la muerte de su hermano por tu culpa. Una y otra vez. En cada versión, será culpa del destino que le cambiaste. Y luego, cuando su alma esté tan rota que ni tú puedas reconocerla... le mostraré lo que fue antes de caer. Tenía que hacerlo el día que nos vimos, pero tú apareciste.
—Ella no es tuya, Aaron.
—Pero tú la estás rechazando. Tú no la quieres y yo no dejo a nadie fuera de mi reino. Soy egoísta, pero no tanto.
El aire a nuestro alrededor se vuelve irrespirable. Mi aura de Alfa se extiende como una tormenta, cargada de magia oscura. Incluso Aaron frunce el ceño.
—No me provoques, demonio.
—¿Y qué harás? ¿Pelear por ella conmigo? ¿Después de rechazarla como si fuera basura? —sonríe con malicia.
Silencio.
—¿Y si me ofrece su alma por Sara? No tendrías por qué meterte en eso. Porque soy un lobo y no un demonio. Podría liberarla de tu yugo —pregunto.
La sonrisa de Aaron se borra.
—¿En serio? —susurra—. Velkan, no juegues con eso.
El infierno se enciende detrás de sus pupilas y chasquea los dedos.
Todo se detiene. El mundo queda congelado a nuestro alrededor.
Aaron se acerca al hermano de la chica y atraviesa su pecho, como quien corta mantequilla. Le arranca el corazón aún palpitante y lo lanza hacia mí, como muestra de no se doblegara a mí. Con una sonrisa, me ve y desaparece.
El tiempo se reanuda, y hay gritos por todas partes. Ares aparece como una exhalación.
—¡¿Por qué no lo detuviste, Alfa?! —me grita. Su lobo intenta imponerse, pero el mío lo aplasta. Se arrodilla y me muestra el cuello como sumisión—. ¡Tenías el poder para luchar por el chico!
—No... no lo tengo. Aaron me tomó por sorpresa.
—¡Eres Velkan! ¡Alfa entre Alfas! ¡Un pura sangre! ¡Podías haberlo salvado de ir al infierno!
—Voy a hablar con Ayla.
—¿Qué? —me mira con sus ojos llenos de confusión.
—Le mentiré. Le diré que pasaron algunas cosas y que sin querer hice molestar a Aaron.
—¿Qué... hiciste? —la voz de Ares se rompe.
—Su alma ya está condenada. Pero con suerte, puedo intentar pedir por la de ella y la de Sara.
—Te juro... te juro por nuestra Diosa Luna, que si esa chica es tu compañera, y la condenaste por un fantasma... No hay ley de manada que me impida odiarte por siempre. Te rechazaría como mi Alfa y me convierto en un lobo solitario. Me voy con Valentina de la manada Pure Blood.
Aaron vuelve a aparecer y sonríe, mientras se implanta el corazón en el pecho como si fuera un trofeo.
Y yo... yo me hundo. En mi poder. En mi culpa.
En la certeza brutal de que ya es tarde para enmendar las cosas.