Lo que no queremos ver —Lea… no quiero que te enojes —dijo Lana en voz baja mientras revisaban unas carpetas en el comedor de empleados—. Pero necesito decirte algo. Lea ni la miró. Tenía los ojos pegados al celular. Nada de Pablo aún. Tres días sin mensajes. Cinco sin llamadas. —¿Ahora qué? Lana suspiró. Tenía días guardándoselo, pero el nudo en la garganta ya no la dejaba tragar. —He visto cosas… raras. De Paola y Pablo. Eso sí hizo que Lea levantara la mirada. —¿Cómo que cosas raras? —Tocaditas. Palmaditas en la espalda que duran demasiado. Risas que no dan risa. Salidas del edificio a la misma hora, como si se esperaran. Te lo juro… no es una. Son varias. Lea negó con la cabeza y sonrió con incredulidad. —Lana… no. Paola y Pablo son amigos. Además, su esposo viene cada fin de

