05.Vestida para el fuego

1784 Words
Al final, sintiéndose como si estuvieran siendo secuestrados, todos fueron "escoltados" —por no decir amenazados con espadas— al interior del castillo. La fortaleza estaba construida con piedra oscura volcánica, y cuando ingresaron, el contraste fue como comparar el día y la noche con respecto al palacio de cristal de los Elfos en Talisia. Donde en su hogar todo resplandecía en tonos blancos, azules y plateados, en el interior de este castillo de los licántropos reinaban los colores oscuros, rojos y naranjas. El suelo de piedra oscura pulida reflejaba las antorchas que ardían en las paredes y los enormes candelabros que colgaban desde los altísimos techos abovedados. Sin duda alguna, era una fortaleza imponente y al mismo tiempo intimidante; sobria pero tan distinta a lo que los Elfos estaban acostumbrados, que se sentían como si hubieran llegado a otro mundo. Sin mencionar que tanto los sirvientes como los guardias, desde el punto de vista de la familia real del reino de Talisia, se encontraban prácticamente desnudos. Todos tenían demasiada piel a la vista: los hombres lobos lucían torsos descubiertos bajo sus vestimentas, y las mujeres, aunque usaban vestidos, estos eran sin mangas y de telas delgadas, dejando al descubierto brazos y escotes generosos. Al ver todo esto, el príncipe Dael se sentía indignado por tal falta de pudor. Que el clima fuera infernal no ameritaba que todos estuvieran en semejante estado de desnudez. —Mi hermana no va a mostrar sus brazos ni su escote, padre... todos están desnudos, desde los siervos hasta los que parecen ser de la corte —murmuró el príncipe a su padre con evidente disgusto. Brielle, acostumbrada a mantenerse abrigada con pieles y vestidos que siempre la cubrían hasta el cuello, también se sentía extraña al ver a todos tan expuestos. Sin embargo, no dijo nada al respecto; solo sonrió, sintiéndose entre asustada y fascinada por este nuevo mundo. «Le diré a mi futuro esposo que no me gusta vestir así. Estoy segura de que él entenderá», pensó Brielle, imaginándose que podría hacerle ver al Rey Lobo su posición respecto al choque cultural que estaba experimentando. —Su alteza, la princesa Elfo será conducida a la cámara nupcial para los preparativos —dijo de repente uno de los guardias que los escoltaban—. Sus majestades también serán escoltados a sus aposentos para ataviarse apropiadamente para la ceremonia —anunció con la mayor decencia que pudo conseguir. Y así, sin decir nada más, los separaron. El Rey Elfo Adair y su hijo Dael sintieron temor, no por ellos, sino por Brielle cuando se la llevaron escoltada por cuatro guardias. Ella se volteó y, con una sonrisa forzada pero tranquilizadora, les dijo a su padre y hermano: —¡No se preocupen, estaré bien! Lo dijo para calmarlos, aunque ella también ya estaba comenzando a ponerse nerviosa. Esa no era la bienvenida que había esperado, pero así estaban resultando las cosas. El príncipe Zelek, que seguía con ellos, les dijo mientras se llevaban a la princesa: —Estará bien —declaró con expresión seria—. Solo la arreglarán debidamente para la ceremonia, al igual que a ustedes. Esas ropas tan gruesas y pesadas no encajan con Pyrion. Disfruten de la próxima celebración y de la unión de nuestros reinos. Zelek les hizo una reverencia y luego aparecieron varios guardias más, escoltando a los Elfos casi a la fuerza hacia sus aposentos. MINUTOS MAS TARDE: APOSENTO NUPCIAL DE LA PRINCESA Cuando Brielle llegó a la habitación que le habían asignado, quedó asombrada con la vista que se extendía ante la ventana. En el fondo se alzaba un volcán que humeaba —señal de que estaba activo—, mientras a sus pies se extendían las casas y construcciones del reino de Pyrion, todas en tonos tierra y piedra oscura. A lo lejos, el paisaje se tornaba desértico, con extensiones de tierra árida y rocas dispersas que se perdían en la lejanía. Las montañas se recortaban en tonos carbón contra el cielo, creando un panorama austero pero imponente. Sin embargo, lo que más la sorprendió fue la completa ausencia de vegetación. No se veía ni un solo árbol ni una brizna de hierba en todo el territorio visible. Era un contraste absoluto con su reino de Talisia, donde incluso en los inviernos más duros había abundantes bosques de pinos y flores de invierno que, aunque cubiertos de nieve todo el año, siempre florecían y daban vida al paisaje. —¿No tienen árboles ni vegetación? —preguntó Brielle a las doncellas que comenzaban a quitarle la ropa—. La vista es hermosa... diferente pero hermosa. —Pyrion es una tierra volcánica desértica, su alteza. No tenemos mucha vegetación, pero otros reinos conquistados sí la tienen. Ya los conocerá —explicó una de las doncellas mientras terminaba de desvestir a Brielle, quien ahora quedó solo con una batita azul claro con detalles plateados que llevaba debajo de su vestido de invierno. Sin más preámbulos, llevaron a la princesa hasta una amplia tina de mármol oscuro, donde tres doncellas comenzaron a bañarla, aplicando aceites perfumados en su piel y limpiando el sudor del viaje. —Todo huele maravillosamente... se siente agradable. El agua tiene la temperatura perfecta —comentó Brielle, mirando a las jóvenes con una sonrisa genuina. Ellas sonrieron entre sí. La princesa Elfa no parecía ser altiva ni despreciativa, lo cual les agradó. Habían esperado encontrar a una mujer más fría y distante. —Me alegra que le guste, su alteza. —Si… —dijo la Elfa de forma pensativa—. Por cierto, mi esposo, ¿cómo es? —preguntó Brielle con curiosidad—. Aún no lo conozco. Pensaba conocerlo antes de casarme, pero... —carraspeó nerviosamente— las cosas no resultaron así. ¿Es una persona amable y amorosa? Las doncellas intercambiaron miradas cautelosas. —Pronto lo conocerá, princesa. No podemos decirle mucho, pero por el momento solo podemos asegurarle que es un rey... fuerte. Esa descripción de "rey fuerte" le pareció deliberadamente ambigua a Brielle, pero se dio cuenta de que quizás las doncellas no podían hablar libremente sobre su señor. Al comprender esto no insistió más, asumiendo que debía esperar hasta el momento del encuentro. Después del baño, le secaron el cabello y el cuerpo, y procedieron a vestirla con un elaborado vestido en tonos rojo y naranja, decorado con jades y rubíes incrustados. El escote dejaba al descubierto sus hombros y parte del pecho. Brielle pensó que ese era solo el primer vestido, que encima le pondrían otro, pero cuando vio que ya le estaban colocando pulseras de oro y aretes dorados, comprendió la realidad. —¿Este... este es todo el vestido? Pero... no tengo nada debajo, no llevo ropa interior, no me la pusieron, asumo que se les pasó por alto —volvió a reír con nerviosismo. —No la necesitará, su alteza —respondió una de las doncellas, extrañada por la preocupación de la princesa—. ¿En el reino Elfo las novias acostumbran a usar ropa interior el día de su boda? —¡Pues sí! —exclamó Brielle, sintiéndose completamente expuesta—. No puedo caminar sin nada debajo, se sentirá muy incómodo. ¿No tendrán algo para cubrirme este escote tan revelador y los hombros? Nunca había estado tan... expuesta. Las doncellas se miraron entre sí una vez más, notando claramente la incomodidad de la princesa. Finalmente, le ofrecieron un velo translúcido, aunque estaban seguras de que al rey no le agradaría, aunque no cumplieron su petición de la ropa interior, y la Elfa, lo aceptó asumiendo que así era “la tradición” de los lobos, así que no protestó más. —Me siento mejor, gracias… —suspiró Brielle con alivio, mientras una de las doncellas le calzaba unas delicadas sandalias doradas—. ¡Qué hermosas! Es como si estuviera descalza. Me agradan, son muy bonitas. Era un comentario sincero, pues estaba acostumbrada a usar pesadas botas de cuero forradas en piel. EL MOMENTO DE LA BODA… Una hora más tarde, ya todos se encontraban en el gran salón del trono, incluyendo el rey Elfo y su hijo el principe heredero, vistiendo ropas que jamás en sus vidas hubieran imaginado portar, con los brazos expuestos y sin abrigos o capaz que los cubrieran. Entre el público aún no veían llegar al rey Sadrac, lo cual hizo sentir al Rey Elfo que ese Rey Lobo se estaba haciendo "el muy importante", algo que no le agradaba en lo más mínimo. Sin embargo, las puertas se abrieron de par en par y apareció su hija, la princesa Brielle. Tanto el rey como su hermano quedaron boquiabiertos al verla. —Brielle... está... —Dael no pudo terminar la frase al ver a su hermana caminando con aquel revelador vestido rojizo y un velo que apenas ocultaba lo que pretendía cubrir. —¡Con ustedes, Brielle Cristalis, princesa del reino de hielo de Talisia, futura reina de fuego de Pyrion! —anunció el heraldo. Cuando presentaron a Brielle, nadie aplaudió. Solo la observaban como si fuera algo exótico que caminaba por el largo pasillo alfombrado hacia el trono vacío, donde la esperaba un hombre anciano que ella asumió era quien oficiaría la ceremonia. Al llegar al estrado, aún no divisaba a su futuro esposo. Sin embargo, esa espera no duró mucho, pues comenzaron a sonar trompetas hechas de cuernos, seguidas de una proclamación: —Con ustedes, ¡El Alfa de fuego Sadrac Volcaris! ¡Rey del reino de Pyrion, el Conquistador, el que despierta volcanes, lobo bendecido con el poder del dios del fuego! Luego de su presentación, el rey Sadrac caminó hacia el estrado, haciendo lo posible por caminar con normalidad. Como siempre, usaba su lanza como bastón, pero el intento solo conseguía que su pierna enferma le doliera enormemente, provocándole muecas de dolor que trataba de disimular. El rey Elfo y su hijo lo observaron con atención. Era evidente que cojeaba. Sin embargo, cuando Brielle lo vio, entrecerró los ojos y lo examinó de pies a cabeza, preguntándose qué le habría ocurrido y por qué caminaba de esa manera como si cada paso fuera un suplicio. Sin embargo, esa preocupación quedó en segundo plano cuando, sin poder evitarlo, observó los abdominales marcados que se veían por encima de su capa rojiza y ese rostro que no dejaba de mirarla con una sonrisa que ella, en su inocencia, interpretó como felicidad por verla. En realidad, era una sonrisa llena de ambición y triunfo. «¿Qué le habrá pasado? ¿Será que se lastimó antes de venir a la ceremonia?, pensó Brielle, sintiendo pesar de su esposo, sin tener idea de lo que le esperaba…
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