el momento de la verdad

929 Words
Las hojas de Central Park crujen bajo mis botas, y el aire otoñal me corta las mejillas como un recordatorio de que no puedo seguir escondiéndome. Estoy caminando entre árboles dorados, con el ultrasonido arrugado en mi bolso, y cada paso es una batalla contra el miedo. Embarazada. La palabra aún me golpea como un trueno, pero después de la cita en la clínica, es más real que nunca. Ese pequeño punto latiendo en la pantalla es mi hijo, el hijo de Luca Moretti, y no puedo seguir guardándolo en silencio. Hoy voy a decírselo. O al menos, eso me repito mientras ensayo las palabras en mi cabeza: “Luca, estoy embarazada. Es tuyo”. Suenan torpes, imposibles, pero no hay otra opción. No puedo ser madre soltera sin intentarlo, sin darle una chance de ser parte de esto. Me detengo frente a un estanque, donde un par de patos nadan tranquilos, ajenos a mi caos. Saco la foto del ultrasonido y la miro, trazando el contorno de ese latido con el dedo. ¿Qué hará Luca? ¿Se reirá? ¿Me ignorará? Las imágenes de él en Google —rodeado de modelos, sonriendo en galas— me persiguen, pero también recuerdo su mirada en el loft anoche, esa chispa que parecía más que deseo. Sacudo la cabeza, metiendo la foto en el bolso. No puedo seguir imaginando escenarios. Tengo que enfrentarlo, aunque me aterra lo que venga después. En Moretti Enterprises, el rascacielos de cristal me recibe con su frialdad habitual. Estoy en una reunión de equipo, fingiendo revisar un informe, pero mi mente está en la oficina de Luca, al final del pasillo. Lleva todo el día observándome, sus ojos verdes siguiendo cada movimiento, como si supiera que algo me quema por dentro. Cuando la reunión termina, me quedo atrás, recogiendo mis cosas con dedos temblorosos. Quiero irme, evitarlo, pero sé que no puedo. No hoy. — ¿Elena, un momento? —Su voz me detiene, y me giro para encontrarlo en la puerta, con un traje gris que abraza cada músculo. Su sonrisa es suave, pero hay una intensidad en su mirada que me pone nerviosa. — Claro —respondo, mi voz más débil de lo que quiero. Lo sigo a su despacho, un espacio de vidrio y acero con vistas al skyline. La puerta se cierra, y el silencio entre nosotros es tan pesado que apenas respiro. Se apoya en su escritorio, cruzando los brazos, y me estudia como si fuera un rompecabezas. — Estás distante, cara mia —dice, su acento ítalo-americano envolviendo las palabras—. Desde la cena, desde el loft. ¿Qué pasa? Trago saliva, apretando mi bolso contra el pecho. La foto del ultrasonido parece arder dentro, y las palabras que ensayé en el parque se atascan en mi garganta. Quiero decírselo, pero el miedo me paraliza. ¿Y si no le importa? ¿Y si piensa que quiero su dinero? Pero su mirada, más suave de lo habitual, me da un empujón. — Luca, necesito hablar contigo —empiezo, mi voz temblando—. Es… importante. Se endereza, dando un paso hacia mí. El espacio entre nosotros se reduce, y el aire se carga con esa tensión que siempre nos envuelve. — Dímelo —dice, su voz baja, casi suplicante—. Sea lo que sea, quiero saberlo. Mi corazón late desbocado, y siento las lágrimas pinchar en mis ojos. No puedo retroceder ahora. Respiro hondo, mirando al suelo porque no puedo sostener su mirada. — Estoy embarazada —suelto, y las palabras caen como un peso que he llevado demasiado tiempo. Levanto la vista, y su rostro está congelado, sus ojos abiertos de par en par. — ¿Embarazada? —repite, su voz apenas un susurro. Da un paso más, y por un segundo, pienso que va a tocarme, que va a decir algo que me dé esperanza. Pero antes de que pueda seguir, su teléfono vibra en el escritorio, rompiendo el momento. — Mierda —maldice, mirando la pantalla. Es una llamada, y su expresión cambia, endureciéndose—. Tengo que contestar. No te muevas. Asiento, aunque quiero correr. Se aleja al rincón del despacho, hablando en italiano, su voz tensa. No entiendo las palabras, pero la urgencia en su tono me pone los nervios de punta. Quiero terminar, decirle que es suyo, pero él cuelga y se gira, con una sombra en los ojos. — Elena, lo siento, pero… —empieza, pero el teléfono vuelve a sonar, y su mandíbula se tensa—. Esto no puede esperar. Hablamos luego, ¿sí? — Claro —murmuro, aunque mi voz se quiebra. Agarro mi bolso y salgo, el ascensor cerrándose tras de mí como una puerta a mi valentía. No le dije que es suyo. No pude. Y ahora estoy sola otra vez, con el peso del secreto todavía en mi pecho. En mi apartamento, me dejo caer en el sofá, mirando el techo agrietado. La foto del ultrasonido está en la mesa, y la miro como si pudiera darme respuestas. Luca sabe que estoy embarazada, pero no sabe la verdad completa. Y esa llamada… ¿Qué era tan urgente? ¿Su empresa? ¿Esa mujer, Victoria? ¿O algo más? La duda me carcome, pero también hay una chispa de alivio. Lo dije. Parte de la verdad está fuera. Pero mientras miro la ciudad desde mi ventana, sé que esto está lejos de terminar. Luca Moretti está a punto de cambiar mi vida otra vez, y no sé si estoy lista para lo que viene.
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