El vapor del café se eleva como un velo, pero no oculta el nudo que me aprieta el pecho. Estoy en la sala de descanso de Moretti Enterprises, con el bullicio de Manhattan filtrándose por las ventanas, pero mi mente está atrapada en el almuerzo de ayer con Luca. Su roce, su mirada, esa maldita manera de decir cara mia que me hace querer rendirme. Pero también está el secreto que no he confesado del todo: el bebé es suyo, y cada día que pasa sin decírselo completo, siento que me hundo más. Y luego está Victoria Lang, con su sonrisa de tiburón y sus insinuaciones que me hacen dudar de todo. Me apoyo en la encimera, mirando la taza como si tuviera respuestas, pero solo refleja mi cara cansada.
Un taconeo resuena en el pasillo, y me tenso, sabiendo quién es antes de que entre. Victoria, con un vestido verde que parece diseñado para intimidar, se detiene en la puerta, observándome como si fuera un insecto.
— Elena, qué sorpresa verte aquí —dice, su voz melosa, pero sus ojos son fríos—. ¿Tomando un descanso de tu… trabajo tan dedicado?
— Solo un café —respondo, mi tono seco, apretando la taza—. ¿Y tú? ¿Buscando algo para criticar?
Ella suelta una risita, acercándose a la máquina de café.
— Qué directa —dice, sirviéndose una taza—. Pero no estoy aquí para criticar. Solo me intriga… cómo encajas tan bien con Luca.
Mi pulso se acelera, pero mantengo la cara neutral.
— No encajo con nadie —replico, dando un paso hacia la puerta—. Estoy aquí para trabajar.
— Claro —dice, su sonrisa afilada—. Pero ten cuidado, Elena. Luca tiene un historial, y no todos los secretos son tan fáciles de guardar.
Salgo antes de que pueda responder, mi corazón latiendo desbocado. Sus palabras se clavan como agujas, pero no puedo dejar que me afecten. No ahora. Camino hacia la sala de juntas para la reunión de la tarde, donde Luca está sentado al frente, con un traje azul que abraza cada músculo. Sus ojos verdes me encuentran al instante, y siento un calor que no debería estar ahí. Me siento al fondo, intentando concentrarme en mi laptop, pero su presencia es como un imán.
Clara, la directora de tecnología, presenta un informe, pero Luca me interrumpe, pidiéndome un análisis. Me levanto, proyectando mi pantalla, y explico las vulnerabilidades de la red con una calma que no siento. Cuando termino, Luca asiente, pero su mirada no se aparta de mí.
— Buen trabajo, Elena —dice, su voz baja, cargada de algo que no es solo profesionalismo. Los demás no lo notan, pero yo sí, y mis mejillas arden.
La reunión termina, y mientras recojo mis cosas, Luca se acerca, apoyándose en la mesa junto a mí.
— ¿Por qué sigues mirándome así, Luca? —pregunto, mi voz tensa, cerrando mi laptop con más fuerza de la necesaria.
— Porque no puedo dejar de hacerlo —responde, inclinándose hacia mí. Su mano roza la mía al tomar un bolígrafo que no necesita, y el contacto envía una chispa por mi piel. Estamos tan cerca que puedo oler su colonia, madera y cítricos, y por un segundo, olvido el secreto que me quema.
— Esto no es un juego —digo, retrocediendo, pero mi espalda choca con la pared de vidrio. Él da un paso más, y el aire entre nosotros se carga.
— No estoy jugando, cara mia —susurra, su mano rozando mi brazo. Su cercanía me marea, y quiero rendirme, pero el recuerdo de Victoria y su advertencia me detiene.
— No sé si confío en ti —admito, mi voz apenas audible.
Sus ojos se oscurecen, pero antes de que pueda responder, la puerta se abre, y Clara entra con una carpeta. Luca se aparta, y el momento se rompe. Salgo de la sala, mi corazón latiendo tan fuerte que apenas escucho el murmullo de la oficina.
Necesito aire. Tomo el metro hasta Central Park, donde el atardecer pinta el cielo de naranja. Camino por un sendero, esquivando corredores y turistas, hasta encontrar un banco junto a un estanque. Me siento, sacando el ultrasonido de mi bolso. La imagen del pequeño punto latiendo me hace contener el aliento. Este es mi hijo, el hijo de Luca, y no puedo seguir callando. Pero cada vez que pienso en decírselo, el miedo me paraliza. ¿Y si no quiere esto? ¿Y si Victoria tiene razón, y Luca no es más que un playboy?
Mi teléfono vibra, y mi estómago se retuerce al ver un mensaje de un número desconocido. Lo abro, y las palabras me hielan: “Ten cuidado, Elena. Sé más de lo que crees. – V.L.”. Victoria. Mi pulso se acelera, y miro a mi alrededor, como si esperara verla entre los árboles. ¿Qué sabe? ¿El embarazo? ¿O algo más? Guardo el teléfono, apretando el ultrasonido contra mi pecho. No puedo dejar que me intimide, pero su mensaje es como una sombra que no puedo sacudir.
La ciudad se enciende a lo lejos, y pienso en Luca, en su despacho, en la forma en que me miró hoy. Quiero creer que hay algo real detrás de sus palabras, pero la duda me carcome. Me levanto, guardando la foto en mi bolso, y camino hacia el metro. Mañana volveré a la oficina, enfrentaré a Luca, pero no sé si estoy lista para la verdad que él podría darme.