Trece

1104 Words
El café en mi escritorio está frío, como mi estado de ánimo. Estoy en mi despacho en Moretti Enterprises, con el skyline de Manhattan brillando a través del ventanal, pero mi cabeza está en un solo lugar: Elena Harper. Embarazada. La palabra me persigue desde que salió de mi oficina ayer, dejándome con más preguntas que respuestas. ¿Es mío? La lógica apunta a esa noche en mi penthouse, pero su silencio, su forma de esquivarme, me tiene dando vueltas. No estoy acostumbrado a esto. Luca Moretti no duda, no se pierde. Pero con ella, estoy en un terreno que no controlo, y eso me está volviendo loco. Un golpe en la puerta me saca de mis pensamientos. Es Daniela, mi asistente, con una pila de documentos. — Elena está aquí —dice, su tono neutral, pero sus ojos curiosos—. Dijiste que la querías a las nueve. Asiento, ajustando mi corbata. Mi traje n***o es impecable, pero me siento cualquier cosa menos preparado. Quiero respuestas, pero también quiero a Elena, y esa contradicción me está matando. — Hazla pasar —respondo, mi voz más firme de lo que siento. Elena entra, y el aire se carga al instante. Lleva una blusa azul que resalta sus curvas y unos jeans que me hacen querer olvidarme del trabajo. Su cabello oscuro está suelto, cayendo en ondas, pero sus ojos evitan los míos, fijos en el suelo. Está nerviosa, y eso me intriga tanto como me frustra. — Siéntate, cara mia —digo, señalando la silla frente a mi escritorio. Mi voz es baja, cargada de esa calma que sé que la desarma. — No soy tu cara mia —replica, pero se sienta, cruzando los brazos como si quisiera protegerse—. Dijiste que necesitábamos hablar. Aquí estoy. Me recuesto en mi silla, estudiándola. Hay algo en ella —miedo, desafío, no lo sé— que me hace querer acercarme, aunque sé que no debería. — Ayer me dijiste que estás embarazada —empiezo, manteniendo mi tono suave—. Y luego te fuiste antes de que pudiéramos hablar. ¿Qué está pasando, Elena? Traga saliva, sus dedos apretando el bolso en su regazo. — No es tan simple, Luca —dice, su voz temblando—. No sé cómo hacer esto. — Hazlo simple —respondo, inclinándome hacia ella—. ¿Es mío? Sus ojos se abren, y por un segundo, pienso que va a confesar. Pero antes de que pueda hablar, la puerta se abre, y Victoria Lang entra sin avisar, con un informe en la mano y una sonrisa que corta como vidrio. — Luca, necesito tu firma en esto —dice, su tono meloso, pero sus ojos están en Elena, evaluándola—. Oh, ¿interrumpo? — Sí —respondo, mi voz dura, pero Victoria no se inmuta. Se acerca, dejando el informe en mi escritorio, y su perfume invade el espacio. — Elena, qué placer verte otra vez —dice, su sonrisa afilada—. Espero que estés disfrutando de Moretti Enterprises. Aunque… —hace una pausa, mirando mi reacción— algunas cosas no son lo que parecen, ¿verdad? Elena se tensa, sus dedos apretando el bolso con más fuerza. — Estoy aquí para trabajar, Victoria —dice, su voz firme pero temblorosa—. Si me disculpas… Se levanta, pero yo me pongo de pie, bloqueando su camino. — No hemos terminado, Elena —digo, mi tono más suave, casi suplicante. No quiero que huya, no otra vez. Victoria suelta una risita baja, recogiendo el informe. — Los dejo con su… conversación —dice, saliendo con un movimiento de caderas que sé que es calculado. La puerta se cierra, y el silencio entre nosotros es ensordecedor. — ¿Qué fue eso? —pregunta Elena, sus ojos brillando con algo entre enojo y miedo. — Victoria siendo Victoria —respondo, dando un paso hacia ella—. Pero no estamos hablando de ella. Estamos hablando de nosotros. — No hay un “nosotros” —replica, retrocediendo—. Esto es un error, Luca. Sus palabras me golpean, pero no la dejo ir. La sigo, acorralándola contra la pared de vidrio. Estamos tan cerca que puedo sentir el calor de su cuerpo, oler su perfume de jazmín. Quiero besarla, borrar esa distancia, pero sus ojos me detienen. — No es un error —susurro, mi mano rozando su brazo—. Dime la verdad, Elena. ¿Es mío? Ella abre la boca, pero antes de que pueda hablar, mi teléfono vibra en el escritorio. Lo ignoro, pero ella no. — Contesta —dice, su voz cortante—. Parece que siempre tienes algo más importante. — Nada es más importante que esto —respondo, pero el maldito teléfono sigue sonando. Lo agarro, viendo el nombre de Clara. Es sobre el proyecto, y no puedo ignorarlo. Maldigo en voz baja, contestando. — Esto mejor sea urgente —gruño. — Lo es —dice Clara, su tono tenso—. El cliente de Tokio quiere una reunión ahora. Hay un problema con el servidor. Cuelgo, mirando a Elena. Está retrocediendo, con el bolso apretado contra el pecho. — Tengo que irme —dice, y antes de que pueda detenerla, sale del despacho. No la sigo. No puedo, no con una crisis en la empresa. Pero esta noche no dejaré que escape. Le envío un mensaje: “The Standard, rooftop, 8 p.m. No es una reunión. Es personal”. Luego me dirijo a la sala de juntas, pero mi mente está en ella. En el rooftop de The Standard, las luces de Manhattan parpadean, y el aire fresco me golpea. Elena llega, con un vestido gris que abraza sus curvas, y su presencia me corta el aliento. Nos sentamos en una mesa apartada, y la música suave envuelve el espacio. — No estoy aquí para jugar, Luca —dice, cruzándose de brazos—. ¿Qué quieres? — Quiero entenderte —respondo, inclinándome hacia ella. Mi mano roza la suya, y siento una chispa que no puedo ignorar—. No me dejas pensar con claridad, cara mia. — Tal vez no quiero que pienses —responde, su voz temblando, y por un segundo, sus ojos brillan con algo que no es miedo. Es deseo. Estamos a punto de acercarnos más, pero mi teléfono vibra otra vez. Es Victoria, con un mensaje que me hiela: “Pregúntale a tu analista por qué está tan nerviosa. Sé más de lo que crees”. Miro a Elena, que está observando la ciudad, ajena a la tormenta que se avecina.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD