4. Novia

1360 Words
Capítulo cuatro Entro junto con la secretaria de él a la que al parecer es su oficina y la chica levanta el rostro del móvil, hace una mueca desagradable y se cruza de brazos mientras nos observa con aires de grandeza desde la enorme silla giratoria. —¿Qué haces aquí, Clara? ¿Acaso no sabes que las personas normaluchas esperan fuera de la oficina del jefe? —bloquea el celular y lo guarda dentro de su costoso bolso —yo sí puedo estar aquí, porque soy su novia —cruza las piernas y sus ojos se van a mí —¿y quién es esa pordiosera? ¿la que recoge la basura? —alza sus cejas y yo abro mi boca para contestar, pero la asistente del cara limón me ve con severidad y remplazo las palabras que no digo con una sonrisa falsa. Este tipo de gente son las que detesto y admito que con ellas nunca me quedo callada, pero si quiero trabajar aquí tengo que aprender a obedecer. —Señora Arelis, me agrada tener su presencia nuevamente en nuestra empresa, pero tengo ordenes directas del jefe en no dejarla pasar de la primera planta, ya que, para él usted fue más momentánea que alguien oficial —Clara aferra su libreta con fuerza al pecho y me hace retroceder para dejarle a la rubia el camino libre hacia la puerta —así que amablemente le pido que se retire, no me haga llamar a seguridad —advierte y la tal Arelis aprieta su mandíbula, enojada. Se levanta del puesto en menos de un segundo y camina hasta nosotras haciendo resonar sus tacones —Escúchame bien, cuatro ojos —apunta con su dedo índice —quiero que retires lo que dijiste o no responderé y haré que Jayden te largue de este lugar sin derecho a nada. —Yo no me meto en la vida privada del señor, pero cuando él me da una orden yo tengo que cumplirla al pie de la letra y eso fue específicamente lo que me dijo, así que no me retractaré —la enfrenta con la cabeza alta. —Tú —chilla desesperada y levanta la mano libre para darle una cachetada a Clara, pero me coloco delante rápidamente y la recibo haciendo que el fuerte impacto voltee mi rostro y queme mis mejillas. Auch. ¿Por qué será que siempre protejo a las demás personas de los golpes que les da la vida? Y literalmente esta vez si fue un golpe. Masajeo mi cachete y cierro los ojos intentando clamar el picor, la voz de Clara llamando a seguridad me tiene sin cuidado y de la nada siento un par de fuertes manos alzar mi rostro con cuidado, sus ojos ámbar me examinan el golpe y aplasta sus labios mientras da una larga respiración. —¿Estás bien? —pregunta calmado—¿te duele mucho? Niego sin dejar de prestarle atención a sus ojos —Pica por el ardor, pero no es para tanto. —¿Esto es en serio? —la rubia en frente de nosotros nos hace girar a verla —¿te preocupas más por una recoge basura que por tu propia novia? —sonríe irónica —de verdad que no doy crédito, esto ya es el colmo.   Jayden levanta sus cejas y toma el puente de su nariz —Arelis, lárgate de mi empresa antes de que yo te saque de ella haciendo para ti una de las peores humillaciones que has tenido en tu puta vida —demanda. —¿De verdad te vas a poner así por darle una simple cachetada a una de tus empleadas? —ella se hace la ofendida mientras empieza a acercarse a él —amor yo no lo quise hacer, solo que me enojé y no pude controlar… —el chico de ojos ámbar retrocede evitando su tacto y le hace señas a los de seguridad quienes entran a la oficina inmediatamente. —No la quiero ver más dentro de la empresa, sino ustedes serán los despedidos. —Entendido, jefe —la agarran de los brazos y la rubia empieza a chillar para que la suelten mientras se mueve de un lado a otro. —Jayden, te vas a arrepentir de esto, ¡ya lo veras! —De hecho, ya me arrepiento de haberme metido contigo —se gira mientras se cruza de brazos hacia nosotras ignorando los gritos de ella hasta desparecer en el elevador. —Señor Ryan, lo siento —la señora Clara baja la cabeza —usted me dijo que por nada del mundo la dejara pasar de la primera planta y cometí el error de no avisar en recepción, así que no se enoje con los de seguridad, enojase conmigo. —Sabes que no tolero este tipo de fallos, pero como eres una persona excelente en su trabajo lo dejaré pasar —camina hasta la silla giratoria y toma asiento —¿y bien? ¿se resolvió el problema del trabajo en el café? Sonrío nerviosa y volteo a ver a su asistente quien solo me da una rápida mirada esperando a que yo explique la situación —Sí, sobre eso… —rasco mi cabeza —yo quiero que me des el permiso de trabajar aquí como ayudante general —me acerco hasta la mesa y pestañeo rápido —por fis, no seas malo, de verdad necesito el trabajo, tengo deudas que pagar, una casa que llevar, dos estómagos que alimentar. Levanta sus cejas —¿Qué no eras que querías trabajar en el café? ¿Por qué cambiaste de opinión? —se cruza de brazos —¿no será que quieres estar aquí para verme todos los días? Desde ya te advierto que el trabajo en este lugar no consiste en solo atenderme a mí, sino a todos los demás y ser sobre todo puntual sin quejarse, ¿eso quieres? —Yo solo prefiero estar aquí, porque el salario es mejor que el que cobro en mis trabajos de medio tiempo en el día, no porque quiera verle la cara calamar que me lleva —ruedo los ojos y siento la mirada asesina de mi ex jefa en la espina dorsal erizándome por completo —digo, señor princeso —dejo escapar el sobrenombre y él vuelve a dar una larga respiración como la que dio hace un par de minutos con la rubia. Mierda, la estoy cagando. >>—Lo siento. Señor, Jayden Ryan —rectifico y él observa hacia todos lados con una sonrisa de ironía en sus labios. —¿Por qué tuve que conocerte? —masculla —Clara, ­—su secretaria detrás de mí me hace a un lado y presta suma atención. —Sí, señor. —Haz lo necesario para que la señorita trabaje en este lugar, ­—me observa —pero primero redacta un documento donde ella acepte y firme que mientras esté en este lugar tendrá que dejar de chantajearme con lo que sucedió el día doce, de lo contrario no habrá trabajo y tendrá que pagarme una indemnización por daños de imagen. Achico mis ojos haciéndome la indignada —¿De verdad crees que tengo tiempo para chantajearte si voy a trabajar a tiempo completo en este lugar? —levanto mi dedo índice —pero te agradezco por lo que estás haciendo, princeso de cara agria. Se levanta de la silla de forma inmediata y rodea la mesa hasta estar a escasos centímetros de mí —Eso es cierto, no tendrás tiempo porque yo mismo me aseguraré de tenerte llena de cosas para que no te puedas mover de tu mesa y puedas decirme frente a todos los fantásticos apodos que me pusiste, Xochi —niega rodando sus ojos y se encamina fuera de la oficina. Él sabe… El corazón me da un brinco por escuchar mi nombre salir de sus labios y volteo hacia la puerta —¿Cómo lo recuerdas? Se detiene —Nunca podría olvidar los ojos de la chica que me maquillo sin saber quien era, y si no puedo olvidar eso, mucho menos podría olvidar su nombre.
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