+Cuarto Capítulo+

2100 Words
Thiago D' Angelo.  Muchas veces puedo ser flexible, pero cuando alguien quien sea sobre pasa la línea entre lo que soporto y lo que, no soy alguien tolerable realmente. April sólo debía mantenerse calla y seguir mis ordenes al pie de la letra sin peros algunos. Debo decir que tal vez, no definitivamente voy de disfrutar esto, a ella nunca nadie a podido dominarla, jamás se ha arrodillado ante nadie, pero eso cambiará ahora... - ¡Suéltame! Oye, estas sordo o qué. No te enseñaron que a una mujer no se la trata así - regaña ella mientras intenta soltarse de mi agarre - Thiago me haces daño.  - ¿Enserio? Ni siquiera hemos empezado - anuncio jalándola dentro de mi habitación - Vamos, entra ya - ella niega con la cabeza - April, no hagas esto peor.  - No pienso entrar allí, quien sabe que tengas en eso - exclama asustada - Déjame, por Dios - dice en un grito.  - Eso no funcionará querida mía. Aprenderás a respetarme - aseguro reforzando mi agarre en su muñeca - Mientras más te resistas serán mayores las consecuencias - gruño adentrándonos en el cuarto.  - ¿Mayores consecuencias? ¿Qué puede ser peor que esto? - grita cuando la puerta se cierra sola - Déjame, me quedaré. Sólo suéltame.  - April, creo que aún no entiendes - la suelto bruscamente haciendo que caiga al suelo y se golpe, me acuclillo a su altura y la tomo por la barbilla, enterrando mis dedos en sus mejillas - Tú debes obedecerme a mí en todo momento, así que has caso y... - paso mi pulgar por sus labios - Dile a esa boquita tuya que se calle - me levanto, camino hasta mi armario.  - ¿Qué es lo que haces? - la escucho quejarse - Podías haber sido un poco más delicado - reclama en tono molesto mientras se levanta.  - Soy como se me da la gana, April - me giro hacia ella con cuatro objetos en mi manos. Ella traga grueso al verlos - Son lindos, ¿No?  - ¿Para qué puedes necesitar eso? - pregunta exaltada. - Eso no te importa, quítate la ropa - ordeno con seriedad, ella me mira confundida.  - ¿Disculpa? - pestañea fuera de sí - ¿Qué fue lo que dijiste?  - Lo que escuchaste April, desnúdate o ¿Prefieres que lo haga por ti? No tengo ningún problema por eso y si lo hago no seré para nada "delicado" - propongo con una sonrisa de boca cerrada.  - Creo que eres consciente que no pienso desnudarme frente a ti - responde cruzándose de brazos.  - Te advierto - la miro fijamente y ella pone los brazos en sus caderas - No me retes, April - frunce el ceño, pero no se mueve - Tú lo pediste - me pongo detrás de ella, empieza a moverse. Coloco mi mano derecha en su vientre para que no se mueva.  - Déjame, maldito, no me toques - chilla, pataleando. Trato de encontrar la estúpida cremallera de su falda, cuando lo hago, jalo de esta con tanta fuerza que la tela posterior se rompe y la falda cae al suelo - ¡Oh por Dios! Suéltame - sus movimientos se vuelven más brusco que antes.  -  Te das cuenta de que estas insultándome mucho - murmuro en su oído, jalo con mis dientes el ovulo de este después - Etiam - susurro  en su oído, sus movimientos sesan, lo que desaparece en mi fuerza al quitar su blusa termina dañandola.  - ¡Idiota! - grita enojada - Ya estarás contento - dice entre dientes. - Aún no, quítate el resto - salgo de detrás suyo poniéndome delante.  - ¡No! Eso si que no. ¿Me oyes? No - contesta.  - Como quieras - muevo mi mano señalando su sujetador - Intermissum - la prenda cae al suelo, repito la mis acción con sus bragas, como resultado ella esta completamente desnuda delante de mí. En un rápido movimiento le coloco el antifaz que saque con las otras tres cosas. - ¿Estás loco? - acusa aterrorizada. tratando de tapar su desnudez.  - Si, si, ya mencionaste antes que estoy loco - digo aburrido de la misma frase - Ahora con los ojos vendados escogerás cual será tu castigo - delante de ella aparece una mesa y allí pongo los tres objetos que saque del armario.  - No, claro que no - sacude la cabeza negando.  - ¿Por qué no? Estoy siendo amable April, si no escoges uno pronto, usaré los tres el tiempo que yo quiera - hago saber. Aprovecho la situación, me ubico detrás de ella, la tomo de las caderas y con mi lengua trazo un camino desde la parte de atrás de su cuello hasta sus labios - Tu me sequere ordines - musito, mientras mis labios bajan por su espalda lamiendo, chupando y mordiendo lo que yo desee.  - Te odio - expresa ella por lo bajo, apretando sus manos.  - Todos lo hacen April, no serás la primera - me levanto guardando mis manos en mis bolsillos - Escoge, ¡Ya! - su cuerpo se tensa ante mi manera de hablar.  - El segundo... - murmura.  - Buena elección, el segundo será - me dirijo a la mesa y todo entre mis manos el látigo de tiras, regreso y con frío material recorro desde su cuello, hasta su abdomen - ¿Cuántas veces crees que te azotaré con esto?  - Si vas a hacerlo, hazlo de una vez - responde con voz firme.  - De acuerdo, camina al frente - demando, ella obedece - Separa las piernas y agárrate de los barrotes de la cama - culmino. April duda pero lo hace, cuerdas atan su manos y pies a la madera - Sé que aguantarás - aseguro.  - Hazlo, ya - puntualiza, apretando sus manos en el material de los barrotes. Sonrío - Puedo sentir tu estúpida sonrisa, sé lo suficiente que disfrutas de esto. Mírate los pantalones - ríe.  «Sólo ella puede reír y hacer bromas en un momento como este» - Mi pecho se levanta de satisfacción. 'Sabes que es verdad lo que dice, te excita tenerla así delante de ti' - opina mi mente, alejo ese pensamiento y me concentro en lo siguiente.  - Serán treinta y cinco azotes. Es el tiempo que hemos perdido y lo que cuestan tus insultos - al escucharlo, ella respira profundo, preparándose para el impacto. Levanto mi brazo y dejo caer el látigo sobre si espalda y parte de sus hombros, su cuerpo instintivamente se flexiona hacia delante.  Los primeros diez azotes los resiste como si no sintiera nada, como si el cuero no se estrellara contra su cuerpo, el único movimiento que realiza es levantar minimamente sus talones.  Le duele pero, lo aguanta no quiere mostrarse débil, como tampoco me suplicará porque paré. No lo hará, no porque no pueda, simplemente no quiere dejar caer esa enorme capa de orgullo que la condujo hasta este punto y estas circunstancias. Si ella se hubiese callado, si me hubiera obedecido en su momento ahora mismo no estaría aquí.  Podría detenerme y en su lugar follármela fuerte para que aprenda, pero no lo haré. No cuando la tengo frente a mí, jadeante y a punto de renunciar. Algunos no lo entenderán, podría tener a cualquier otra mujer como mía, sin embargo quiero que sea ella y nadie más. ¿Por qué? Es sencillo otras mujeres, bien sean jóvenes o adultas no tendrían las cualidades que hacen April lo que es: Tenaz, tolerante, justa y astuta. Por esto sólo ella puede ser mi mujer.  - ¿Deseas que me detenga? - pregunto rozando la piel lastimada de su espalda y hombros.  - Ahora te preocupas - por un segundo creo escuchar un sollozo, pero al observar su rostro sólo puedo ver  enojo, rabia, coraje e impotencia reflejados en el. - Entonces continuaré - concluyo volviendo a situarme detrás de ella, preparándome para lanzar otro azote - ¿Enserio no piensas pedirme que pare?  - Aunque lo hiciera, no terminarás con esto - dice respirando con dificultad.  - Oh no, si que lo haré.  - Claro como si... - la interrumpo, debo de tener una sonrisa macabra en este instante.  - Lo haré. Lo único que debes hacer es ponerte de rodillas frente a mí y suplicar que me detenga o bien podemos seguir. ¿Qué eliges?  - No, aunque me dañes la piel no - concluye seria.  - De acuerdo. Eres terca - intenta encogerse de hombros, pero lo que logra es soltar un quejido de dolor.  El instrumento choca con su cuerpo y entonces pasa lo que para cualquier persona sería sorprendente. Ella esta llorando o al menos a comenzado a hacerlo.  Sólo en su ser como yo, el sufrimiento podría significar orgullo y satisfacción, eso es lo que siento al escuchar su llanto, para otros podría sonar fastidioso, pero que llore para mí es una deliciosa melodía, porque quiere decir que ella esta cediendo. Su muro de fortaleza se esta derrumbando. Siempre logro lo que quiero y April no será nunca la excepción.  - ¿Llorando April? - me burlo jalando de su cabello para que levante el rostro - ¿Te das por vencida?  - Nunca - demanda - No dejaré que te salgas con la tuya. Puedes hacerlo que sea pero no conseguirás mi derrota - Asiento.  - No es un juego April. ¡Si me da la gana puedo lastimarte de verdad, el dolor que sientes ahora no es nada! - gruño haciendo que gire su rostro hacia otro lado.  - ¡Pues hazlo! Te lo repito, no conseguirás nada - manifiesta con mucha seguridad. - Estas a mí merced, tú, tú cuerpo. Puedo hacer lo quiera contigo y no me importará ni mierda tu sufrimiento - se calla, no dice más pero si mirada me esta retando.  Tomo su silencio como un incentivo para que siga y eso es lo que hago. Azote, tras azote.  Su llanto es cada vez más audible. Por momentos el olor a sangre llega a mis fosas nasales, algunas de sus heridas han empezado a sangrar. Mis golpes son cada vez más violentos y el coraje que llevo dentro no ayuda mucho, no tolero que alguien, quien sea me desafíe.  Su cuerpo sólo se retuerce, parece que en podría colapsar ahora mismo. Esta lleno de sudor, piel desprendida y sangre. El látigo ha dañado parte de los oblicuos, el trapecio y músculos, la mayoría de las heridas no son profundas pero si dejaran marcas muy visibles. Sobre las que están en sus hombros y parte del antebrazo. Cuando levanto mi brazo para dar el azote numero veintisiete, su voz me desconcentra haciendo que le preste atención. - Basta, ya para - una sonrisa surca mis labios al oír eso.  - Creo que he escuchado mal. ¿Podrías repetirlo mi vida? - requiero mofandome de si intento de suplica. - Por favor, ya no más - pide en un susurro.  - Te dije que si querías que tu dolor termine tendrías que arrodillarte y pedírmelo - recuerdo tomando su mentón entre mis dedos.  - ¿Has notado que sigo atada cierto? - cuestiona ella acompañado de un intento de risa.  - No más - muevo mis manos señalando las cuerdas que la atan a los barrotes - Ahora arrodíllate - sonrío victorioso.  - Por favor, detente - suplica aceptando pedir el termino de sus sufrimiento - Déjame salir de este cuarto. Permiteme pedir disculpas - oigo un corto sollozo escapar de sus labios, pero no le tomo importancia - A partir de ahora soy tu señor. Tú eres de mi propiedad ahora - demando levantándola del suelo - ¿Seguirás mi normas y las acatarás? - asiente cerrando los ojos con fuerza - Con palabras.  - Si... - ¿Si que? - pregunto, enterando mis dedos en una de las heridas sobre si hombro izquierdo. Ella se lleva la mano a la boca para no gritar, la suelto esperando que hable. - Si señor.  - ¡Bernat! - exclamo, la siento sobresaltarse a mi lado. El hombre al que llame hace aparición y al verla así me mira horrorizado pero decide voltearse - Haz que la ayuden a darse una ducha. Luego tráiganla aquí y que me lo notifiquen - asiente.  - Señorita... - Señora, Bernat - corrijo con tono neutro.  - Disculpa Thiago. Creo que se te paso la mano con ella - musita antes de pasar por mi lado.  - ...
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