5. Comienza la búsqueda.
Son las once de la noche. He tenido que salir de la casa de mi viejo, por la puerta de atrás, de otra forma, Dodo me tendría escuchando sus viejos vals y boleros, y no es que me la pase mal con ella, es de hecho, una mujer bastante divertida, mi abuela. Lo que me pasa es que no puedo sacarme a la chica misteriosa de la cabeza.
El frío me golpea la cara y atraviesa mi frente causándome una fuerte migraña, últimamente me dan bastantes. No traigo calmantes, maldición. Por suerte, ahí está Pepe y no tengo que conducir hoy.
Subo a la limosina.
—Buenas noches Pepe. Llévame a la casa de Richy, por favor.
Pepe despabila, al verme por el retrovisor.
—A sus órdenes, señor.
Ahí va de nuevo, llamándome “señor” Estoy demasiado cansado como para decirle que el señor es mi padre, no yo.
Mi celular suena. El tono es el estándar, lo que quiere decir que o es una de las mujeres con las que me he visto antes o Lara, mi secretaria. Para que sepan, Lara es una mujer mayor, pasa de los cincuenta con facilidad, pero lo que me ha conquistado de ella es su completa eficacia y su perfeccionismo en todo lo que hace. Si fuera unos años menos grande… La tengo en mi oficina desde hace siete años. Lo recuerdo bien, porque es la primera secretaria que tengo a mi disposición, y espero que siga conmigo por muchos años más, aunque con la mala noticia de la noche, creo que no va a poder ser, a menos que me la lleve conmigo. Saco el celular y compruebo que es ella.
—Buenas noches Lara. Déjame adivinar… ¿El caso de la jubilada?
—He terminado con la revisión del caso –me confirma, con su tono formal y algo cansado por la hora.
La semana de mis vacaciones ha llegado una demanda millonaria contra una de las cadenas de Supermercados, que maneja mi tío X. Resulta que una jubilada se fracturó el pie, al bajar de su carro en el estacionamiento dispuesto para clientes. Se le ha pagado todos los gastos médicos, y psicológicos, pero ahora exige que se le entregue una compensación extra. Es irrisorio. He dicho basta y he ordenado a Lara, que se contacte con nuestros investigadores. Es un caso que cualquiera de nuestros bufetes de abogados puede solucionar, pero lo mío es descubrir farsantes y tramposos, me gusta ponerlos en tensión. Sacarlos de sus agujeros y ponerme a jugar con ellos. Si quieren sacarnos una tajada de dinero fácil, tienen que esforzarse.
—La jubilada tiene un historial extenso de juicios en contra otras cadenas importantes.
—¿Asunto?
—Fracturas de tibia y peroné. Cubito, radio. Cóxis , pierna, brazos…
—Oh, ya veo. Tenemos a una pobre anciana que tiene el cuerpo roto —ironizo. Huelo a una ancianita farsante. Es una pena. Me agradaba.
—Tengo aquí la lista de las cadenas afectadas. En su mayoría son de renombre. ¿Quiere que le la lista de las empresas?
—No. Envíemela por correo electrónico, y otra cosa, Lara.
—Dígame.
—Váyase a descansar. La necesito con energía el lunes.
—Buenas noches. —Cuelga.
A los segundos me llega el correo solicitado. Ni siquiera lo abro. Hemos llegado.
—Gracias Pepe. No me esperes. Vete a casa.
—Buenas noches, señor.
Escucho que se aleja y toco el timbre.
La mansión de Richy es un paraíso; es un mundo aparte dentro de la civilización. Aparte de los lujos y excentricidades que encuentras dentro de esas paredes, lo que pase aquí se queda aquí. Es un punto ciego de la tecnología. Richy es paranoico, y tiene que serlo, siendo un experto en el tema del espionaje informático.
Grandes arbustos importados rodean la mansión.
Abren la puerta. Es Guillermo, el mayordomo alemán que, practicamente ha criado a Richy. Me deja el paso libre. Me conoce bastante bien.
—¿Richy? —pregunto.
—El joven Richy se encuentra en la piscina.
—¿Está solo?
Guillermo niega con la cabeza. Paso de largo mirando los restos de una gran fiesta. Botellas, vasos, tangas femeninas… y algunos condones regados por ahí.
En la piscina, dos holandesas desnudas se divierten, se dan besos y se tocan para el deleite de quien las mira. Recostado al borde, Richy bebe sin parar, y sin quitarles los ojos de encima.
En el momento que notan mi presencia, los ojos de las dos se dirigen hacia mí. Richy se da la vuelta y me ve.
Richy tiene el pelo rojizo, y ojos verdes oscuros. No tiene pinta de nerd, pero sí de un modelo de revistas. Frente a la gente, es algo tímido las primeras veces, y un tigre con las mujeres, eso lo ha aprendido de mí, y estoy orgulloso de ello.
—Te creía con tu familia —dice y me ofrece una cerveza.
—No pensaba venir. —recibo la lata y la abro. Está fría.
—Debe ser algo importante para que vengas en persona.
Me mantengo callado y él, que me conoce bien, se levanta dejando la lata de cerveza a un lado.
—Bien –suelta y mira a las desnudas—. Ya vuelvo, par de sirenas —les dice y nos dirigimos a su estudio. Las sirenas me lanzan besos y sueltan risillas traviesas.
—Les has gustado, galán –me dice él. No es novedad para mí. Pero sé que Richy me tiene celos. Su autoestima colapsa cada vez que sus mujeres me coquetean. Tranquilo, quiero decirle, ellas son toda tuyas, no pienso acostarme con nadie hoy, campeón.
La fría oficina se ilumina con un par de aplausos, revelando al menos diez pantallas y computadoras de alta gama que tiene siempre encendidas y conectadas. Richy adopta su tono profesional y se acomoda en su habitual sillón. Me ofrece una que tiene a lado. Yo prefiero mantenerme en pie.
—La he buscado por las r************* , y no encontrado nada. Quizás es una de esas personas que detesta estar conectada. No sé.
—Búscala. —Insisto.
—Bien. Debe ser alguien importante como para que vengas un viernes de madrugada.
—No es tan tarde en realidad —pero tiene razón. Lo que no quiero decirle aún, es lo que siento por la misteriosa chica, pero es que estoy igual que él, al respecto, necesito saber dónde encontrarla.
—¿Quién es esta chica, Brian? —me insiste ahora él. Pero yo me mantengo en silencio y eso genera en él mucho más que una insana curiosidad.
—Si te lo digo… ¿pondrás todo tu empeño en dar con ella? ¿O tendré que contratar a tu competencia? ¿Sabes que me han enviado a un par de peleles para ofrecerme sus servicios? –Amo llevarlo al máximo de sus capacidades. Richy se indigna cuando juego sucio con él. Se considera el número uno en su rama, y sé bien que lo es, solo que, también sé que su punto débil es su baja autoconfianza y su truncado orgullo, cuando se trata de ser el mejor en informática.
—Vaya… —dice entrecerrando los ojos— ¿Cuándo te he fallado, jefe?
Tuerzo la boca. Ahí va de nuevo, haciéndose dramas. Tengo que ser directo y firme con él.
—Nunca, pero quiero hoy mismo saber dónde encontrarla.
—He notado que en ningún momento la has mencionado por su nombre… No será que en realidad… —me señala con el dedo y agrega con toda seguridad—. Tú, Brian Lambert, el rey del sexo, el lujurioso “number one” ¿No la conoce?
Mis ojos pasan de la pantalla a él. Inevitablemente ha dado en el punto crucial de todo esto.
—Tú lo has dicho —suelto con sarcasmo—. Intelectual con coeficiente de 190, superior a Marc Zuckerberg. Tú lo has dicho.
Se nota que en su cabeza —llena de telarañas, números binarios, e imágenes pornográficas de toda índole entremezcladas entre sí— se debate en elegir la teoría más apropiada al hermetismo secreto que le presento. O en otras palabras, se está haciendo más y más novelas. Tengo que ponerle fin a esto.
—Bien. Eres mi amigo, y confío en ti —le digo—. Te juro que te contaré todo cuando la encuentres. Pero ahora búscala. —Le presiono con elocuencia y seguridad. Richy tiene el rostro colapsado por no obtener nada de mí. Luego dicen que las mujeres son los seres chismosos por excelencia, y eso es completamente falso, los chismosos, los que deben saberlo todo, son los hombres. No caben dudas que Richard Grandmon es la prueba de lo que digo.
—Eres el peor amigo del mundo. Brian Lambert —suelta, lleno de frustración en su voz.
—Sé que lo dices de broma —contesto yo.
Sin decir nada al respecto, Richy se gira y tipea una serie de comandos en su teclado.
—Listo. He comenzado a buscarla usando sus datos biométricos.
—¿Eso es legal? —cruzo los brazos.
—¿Eso le importa a Brian Lambert? —me mira con suspicacia.
—Claro que no –contesto, aunque no hace falta. Richy asiente. Claro que me conoce a la perfección.
—Ok. Bien dicho. Me tomará unas horas, a lo mucho, un día entero —dice mirándome expectante. Conozco muy bien sus gestos. Quiere que le ponga al tanto de todo, ya mismo.
—¿Qué interés tienes en esta chica? —me dice señalándola en su pantalla grande. Yo solo puedo evitar mostrarme delante de él, baboso ante ella. Suelto un suspiro cansado. Le cuento todos los pormenores. Salvo lo que he comenzado a sentir por ella.
—La vi bajando de ese edificio, por lo que sé, iba huyendo de la policía. No sé nada más.
—Así que es una criminal —suelta él abriendo grande los ojos, y una sonrisa de picardía. No lo había pensado de esa forma. La chica misteriosa, una criminal… ¿Importa en realidad? No he tenido tiempo en reparar en ello, pero suena interesante.
—Bien. –Richy dice resuelto—. Empezaré buscándola en los bancos de dato de la policía. –Estimulado, debido a la —casi nula— información que le he proporcionado. Estoy cansado. Quiero relajarme. Mientras Richy se sumerge entre la pantalla de sus computadoras de alta gama. Cientos de imágenes de las calles de la ciudad. Pero nada de ella. Nada de mi chica misteriosa.
—¿Y bien? ¿Qué pasó en la cena tradicional de los Lambert?
—Nada nuevo. Solo que el vejete tiene cáncer y se va a morir.
—No puede ser…
—Pero lo es. Hasta las malas hierbas como él se mueren. La vida no tiene sentido.
—Eso te deja en una buena posición, ¿no lo crees? —comenta ignorando mis palabras.
—Eso parece.
—¿Eso es todo lo que tienes para decir? Te noto algo distante.
—No he dormido mucho. Quiero relajarme.
—¿Qué tal si dejo esto buscando a la chica y nos vamos al Twenty Nignt?
—¿Habrá algo interesante?
—Es viernes. Seguro que sí. Pienso llamar a unas muñecas que tengo en la agenda desde año nuevo. ¿Te apuntas?
—Eso ni se pregunta —digo yo— ¿Dejarás a tus sirenas jugando solas?
—Ellas ya me aburrieron. Si las quieres, son tuyas. Te las obsequio. Nada más págales el pasaje de vuelta a su país, mañana.
A veces no lo entiendo. Cuando acababa de llegar he notado que se moría por ellas pero ahora dice algo que lo contradice todo. Ok, ese no es asunto mío. Las ha dejado libres para mí. ¿Quién soy yo para rechazar a un par de sirenas holandesas?
—Voy a refrescarme —le digo, y él asume lo que pienso hacer a continuación, y se queda absorto en la labor que le he encomendado.
Me dirijo a la piscina, sacándome en el camino la ropa que llevo puesto. Me quedo en pelotas delante de ellas, y con toda elegancia y virilidad me sumerjo. Ellas me lo agradecen acercándose a mí, me besan, me tocan, me hacen la noche mejor. Salgo del agua y ellas me siguen como fieles a su santo. Las tetas níveas se mueven hipnóticamente, se balancean llamándome a sus redes. Mis manos las atraen hacia mí. No soy de esperar. Lo mío no es la paciencia. Se las chupeteo, se las muerdo, juego con ellas. Ambas se menean en torno a mí de pura excitación, el juego pasa a segundo grado, empiezo manoseando sus entre piernas, si este fuera mi último día de vida, no me quejaría, ¿qué mejor que morir a lado de unas bellezas como estas? Entre las dos me besan el amiguito, el héroe, el protagonista de la noche. Él nunca me falla, él da placer, va regando de sus jugos entre las dos. Mis ojos se desvían hacia el estudio de Richy, la pantalla principal es visible desde donde estoy, llego a distinguir la figura de la chica, descendiendo del balcón. Su imagen ha quedado grabada en mis ojos, en mis párpados. Su mirada llena de fuego me ha quemado, ahora solo deseo bañarme devuelta en sus llamas. Sé que dónde quiera que esté la voy a encontrar.