Álvaro fue hasta la pared donde colgaban las cuerdas de ganchos. Cogió una negra y la comenzó a desenredar. Se acercó a mí y me colocó los brazos a mi espalda doblándome los codos en ángulo recto para que estuviera más cómoda mientras estuviera atada. Tras hacerlo, comenzó a pasar la cuerda atando mis manos para después empezar a rodearme el torso y los brazos con ella.
Una vez que terminó volvió al mueble y abrió uno de los cajones de donde sacó lo que parecían ser un par de tobilleras y un collar, todo de cuero n***o. Volvió a acercarse a mí, arrodillándose al llegar a mi altura. Tomó una de mis piernas e hizo que colocara mi pie sobre su rodilla. Me puso la tobillera tranquilamente mientras acercaba sus labios a mi pierna y me daba un tierno beso sobre la cara interna del muslo. Hizo lo mismo con la otra pierna. Hecho eso, se levantó, manteniéndose frente a mí y me rodeó el cuello con el collar de cuero. Mantuvo sus ojos sobre los míos en todo momento mientras me lo abrochaba. Cuando terminó de hacerlo, el ambiente se llenó de un aire de inevitabilidad, como si esta fuera la única forma en la que podría haber acabado todo esto.
Sacó una correa de eslabones finos del bolsillo trasero de sus vaqueros y la enganchó en la argolla frontal de mi collar y me llevó hasta el potro, donde me hizo subir. Cuando me coloqué de rodillas sobre el potro con el torso pegado a él, enganchó la cadena del collar sin dejarme mucho espacio de maniobra. También ató las tobilleras. Me sentía tremendamente expuesta en esta postura y situación. Resultaba muy humillante que una Dominante como yo estuviera así, atada e indefensa ante Lobo, pero de eso mi v****a pareció no darse por enterada, porque me notaba completamente empapada. Tanto que lo más probable es que estuviera goteando sobre el suave cuero del potro. Giré la cabeza al no escuchar qué estaba haciendo Álvaro cuando, de pronto, noté un azote sobre mi culo. Fue más la impresión que me provocó el impacto que el dolor en sí. Oí como se acercaba hasta la zona donde se encontraba mi cabeza y me dejaba ver lo que tenía en la mano. Era un flogger.
-Supongo que nunca lo has sentido sobre tu piel, ¿no, Gabriela?
-No-respondí mientras sentía como se me secaba el interior de la boca por la anticipación de lo que sería una sesión de spanking. La de veces que la había hecho yo a otros y jamás me había parado a pensar lo que se podría sentir al experimentarlo en la propia piel. Tanto me quedé pensando en eso que me sorprendí cuando Álvaro me sujetó la cola de caballo y tiró de mi cabeza hacia atrás.
-No, qué.
-No, Señor-me soltó el pelo. Pude ver como se colocó bien el pantalón. Cuando me fijé mejor pude observar el bulto que tenía en la entrepierna. Sonreí internamente cuando me di cuenta de lo duro que estaba ya a pesar de lo poco que habíamos hecho aún.
-Bien. Que no se te olvide, Gabriela-nada más terminar de decir eso, desapareció de mi campo de visión y lo siguiente que escuché fue el sonido que hacía el flogger al cortar el aire. Después sentí como caía sobre mi culo. No me dolió mucho, pero solo era el primer golpe. El spanking era algo acumulativo. Los azotes se fueron sucediendo a partes iguales entre mis nalgas. Conforme iba pasando el tiempo, el dolor, calor y picazón fue subiendo de nivel. Me movía intentando evitar los golpes de manera involuntaria, pero la postura en la que estaba dispuesta sobre el potro no me lo permitía. Intenté aguantar y no gemir por el dolor, ya que no quería darle esa satisfacción a Lobo, pero llegó un punto en el que ya no podía soportarlo más y comencé a gemir con cada golpe. Sin darme apenas cuenta, las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos, dado que el dolor estaba llegando a un punto casi insoportable. No sé cuánto había pasado cuando, por fin, el flogger dejó de martirizarme. Solté un suspiro de alivio, ignorando el hecho de que tenía las mejillas totalmente mojadas por las lágrimas. Pero el gemido de dolor volvió cuando percibí como algo se introducía por mi ano. Parecía uno de los dedos de Álvaro
-No me digas que tienes el culo virgen-se notaba la sorpresa en el tono de su voz.
-Siempre me ha gustado dar por el culo a mis sumisos, pero nunca me ha llamado la atención que me lo hagan a mí-dije con los dientes apretados porque su dedo continuaba dentro de mí, profundizando.
-Bueno, pues eso va a cambiar-sentenció sacando el dedo con cuidado. Oí como abría más cajones en el mueble. Lo siguiente que percibí fue algo líquido y frío que caía sobre mi culo. Supuse que era lubricante. Después, el dedo de Lobo volvía a estar en mi interior. Esta vez entró con más facilidad, pero la sensación de incomodidad continuaba, así que moví mi culo, intentando conseguir que lo sacara-. Shhh. Tranquila. Tengo que dilatarte si no, el plug joya no entrará.
Apoyé la frente sobre el potro. Mierda, con lo que me gustaba ver los plugs joya llenando los culos de los sumisos y la poca gracia que me hacía que me lo fuera a poner a mí. Demasiado bonitos y delicados para mi gusto. Pero no es que ahora estuviera en posición de exigir nada, así que solo intenté relajarme para que pudiera dilatarme lo suficiente para llenarme el culo. Al poco tiempo metió un segundo dedo. Al principio fue molesto, pero mi interior se fue amoldando, relajándose alrededor de sus dedos, así que no tardé mucho en sentir el frío metal del plug empujando en mi agujero. Me tensé en un primer momento, pero después conseguí aflojar mis músculos a base de fuerza de voluntad. Fue entonces cuando experimenté como el plug entraba poco a poco dentro de mí. Era mucho más ancho que los dos dedos que me había metido Álvaro, por tanto, lo normal sería pensar que me iba a provocar dolor. Sin embargo, sin percatarme, mis caderas se levantaron hacia Álvaro, haciendo que el plug entrara con más rapidez en mi interior mientras soltaba un gemido. Me callé al instante, dado que éste había sido el primer gemido de placer de toda la sesión. Recé para que Lobo no lo hubiera diferenciado de los demás, pero no tuve tanta suerte.
-Mmm... Es más satisfactorio de lo que esperaba escucharte gemir de placer, Gabriela-no me dio tiempo a contestarle cuando terminó de meter el plug y, seguidamente, me propinó un azote. Después de mi quejido ante ese golpe sobre mi magullado culo, hubo unos momentos de silencio en la mazmorra solo rota por mi respiración, que estaba un poco más alterada de lo que me habría gustado. Sentí como mi cuerpo se tensaba por voluntad propia, sabiendo que este silencio no podía traer bueno para mí, pero me llevé una sorpresa cuando noté la mano de Álvaro acariciando mis nalgas suavemente, dejándomelas húmedas a su paso. Eso seguramente era crema para rebajar un poco el dolor por el spanking. Nunca había sentido ese alivio que ocasionaba la crema fría, pero era realmente relajante.
Una vez que mi culo estuvo atendido, Álvaro me soltó la cadena del collar y los pies. Me ayudó a bajar del potro, y una vez que estuve con los desnudos pies sobre el suelo, observé como él bajaba la parte elevada del potro, convirtiéndolo en una mesa. Hizo que me subiera de nuevo a ella. Volvió a colocar la correa en la argolla de mi collar y trajo dos rollos de cuerda. Me hizo doblar las rodillas y comenzó a atarme las piernas, obligándome de esta forma a tenerlas dobladas en todo momento. Cuando terminó con las cuerdas, volvió a sujetar las tobilleras a la mesa, dejándome aún más indefensa que antes. Se acercó a mi costado y me acarició el vientre suavemente.
-¿Estás bien?-preguntó en voz baja con los ojos oscurecidos por el deseo.
-Sí... Señor-advertí la sonrisa que curvó sus labios al escucharme decirlo por primera vez sin que tuviera que recordármelo.
-Perfecto. Entonces, continuemos.