CAPÍTULO 1:

1967 Words
***** Ryan Byrne estaba esa noche en unos de sus clubes, tomando un trago del más fino whisky, mientras una de las chicas que trabajaban en el lugar, bailaba armonizando la reunión que tenía. Era la negociación más extraña que había hecho en su vida, con la mafia mexicana, de quienes se decía que eran una de las más bárbaras, por lo sangrientas que eran, por tanto; era una de las más temidas que existían. Sin embargo; eso no le preocupó ni un ápice, porque ellos eran irlandeses y eso era respetado en toda la comunidad delictiva,  por ser una de las organizaciones con más de cien años en el mercado n***o. Lo más absurdo era, que desde hacía mucho tiempo,  no traficaban droga, solo metales preciosos, obras de artes, lavado de dinero y armas, en ese último rubro tenían de competencia los rusos. —Comenzaremos a trabajar a partir de la semana que viene, justo como lo hemos planeado. Carlos Salas hablaba perfectamente inglés. Así que las indicaciones eran claras. Los necesitaban para cubrir las rutas en la frontera, y en ciertos territorios del país específicos, en donde había más afluencia de personas de habla hispana. Había tenido la amabilidad de ir a Boston a cerrar el trato, pero todo se haría en el área de Texas, y desde ahí se encargaría su gente. —Desde este momento Rowdy hará la planificación final contigo. No tengo que explicarte, que él es mi segundo al mando. También que tiene la capacidad de negociar con cualquiera, tal como si fuese yo. Enarcó una ceja a Salas, Rowdy era más que su mano derecha en la organización, lo consideraba más que un amigo, un hermano. Conocía el negocio incluso, mejor que él.    —Espero que este, sea el primero de muchos negocios entre nosotros. —Salas hizo un gesto con la mano que ocupaba su trago de whisky. Ryan asintió por cortesía, pero lo cierto era que el hombre no le inspiraba nada de confianza, aunque no era una persona que se dejaba llevar por rumores, había hecho la negociación con mucha cautela, y tomando siempre todas las previsiones, aún así no quería tratar con él. —Ahora, tengo que retirarme. Si me disculpas. Se levantó de su asiento, dejó el vaso de whisky sobre la mesa, y le hizo señas a la chica para que se acercara un poco más a donde ellos se encontraban, hizo un movimiento para sacar del bolsillo de su pantalón varios billetes de cincuenta dólares para entregarlos a la bailarina. Esta esbozó una sonrisa, le guiñó un ojo y le hizo un asentimiento de cabeza en señal de agradecimiento, para luego salir disparada a los lados del camerino. Se giró hacía Carlos; le extendió la mano en señal de despedida, y luego se marchó. Cuando estaba a punto de abrir la puerta para salir, fue detenido por una rubia despampanante. —Ry, estás aquí. La miró con cara de pocos amigos, y luego apretó los puños, para tratar de controlar su incomodidad. —Charlotte, muchas veces te he dicho que no me llames de esa forma, en público y mucho menos en uno de mis clubes. La chica sacudió la cabeza, y sonrió como si no le hubiera dicho nada. —Me dijeron que estabas aquí, vine a verte pues hace mucho tiempo que no coincidimos cuando estoy de visita en la ciudad. Al ver el gesto de molestia en su rostro, Charlotte puso una de sus manos a un lado de su cintura, y le preguntó: —¿Con quién estás encaprichado ahora, Ry? Él la miró frunciendo el ceño, con aquella pregunta fuera de lugar y con voz gélida le contestó: —No tengo porque darte explicaciones —apretó los puños—, tampoco quiero que armes una escena en el club, y es la segunda vez que te pido amablemente que no me llames Ry. —Todo está listo para marcharnos. —La intervención de Rowdy fue muy oportuna para la caballerosidad de Ryan. —Como siempre interrumpiendo el momento, ¿no es así, Rowdy? Siempre sabes cuándo actuar. En la voz de la mujer joven había un toque de sarcasmo. —Siempre Charlotte —el recién llegado no tardó en responder de manera fría y cortante. Ryan no le dio importancia a la tensa conversación entre ellos, al contrario aprovechó para salir del lugar con paso firme. La chica salió corriendo detrás de él, y lo agarró del brazo para que se detuviera. —¿Te veré más tarde? —preguntó esperanzada. —No sé si pueda. Tengo asuntos pendientes esta noche. La dejó en el sitio y siguió caminando. Cuando iba en el vehículo su teléfono celular comenzó a vibrar en el bolsillo de su pantalón, lo sacó e hizo una mueca al ver quien lo llamaba. —¡Lo que me faltaba! —exclamó en voz alta. —Hola cariño. —Hola mamá. —Charlotte ha venido a visitarnos, le dije que fuese al club a sorprenderte. —¡Grandioso mamá! —Escucho cierto tono de molestia en tu voz, el cual no me importa. Quiero que sientas la cabeza de una vez por todas. —Para eso no necesito tu ayuda. Mujeres que quieran emparejarse conmigo sobran. Estoy cansado de decirte, que lo haré cuando yo quiera. —No me hables de esa forma Ry, soy tu madre. —Creo que a veces se te olvida quien soy además de tu hijo. Te recuerdo que tengo treinta y un años. —Así tengas cien años, velaré por ti. Porque soy y seré por siempre tu madre”. —Hablamos después, mamá. No quiero discutir en este momento contigo. Terminó la llamada. No le importaba mucho, que sus hombres de seguridad supieran las discusiones con su madre, porque lo conocían desde hacía mucho tiempo. El hecho de que fuese criado como el  príncipe de la mafia irlandesa, no significaba que todo era violencia. Muchas veces había discutido con su padre, por haber ido a la universidad, y hacer una carrera. Él decía que no lo necesitaba, pero Ryan no lo veía de esa forma. Su padre alegaba, que como su único hijo, su lugar estaba a su lado. Lo convenció diciendo, que todo su conocimiento adquirido en la universidad lo aplicaría al negocio familiar. Sin embargo; durante las vacaciones trabajaba como uno más. Hombro con hombro, y a veces bajo las órdenes de los empleados de su padre. De esa forma había sido, siete años atrás. Todo lo que le había prometido, se lo cumplió y su padre sin ninguna duda le entregó la dirección de todos los negocios familiares. Un imperio que tenía más de cien años, y del cual se sentía muy orgulloso. Por mala suerte del destino Cian Byrne, su padre había muerto de cáncer de próstata, dos años después que le cedió el liderazgo, de todo y por su parte; con trabajo duro, astucia, inteligencia y determinación transformó todo. En la actualidad eran más poderosos que antes, habían dejado de ser unos simples traficantes de drogas, para convertirse una de las mafias más poderosas, y más ricas del mundo, y con su buena cabeza ya tenía limpio el sesenta y cuatro por ciento de su fortuna. —Tu madre está decidida a hacer de ti un hombre —Rowdy se estaba burlando de su situación. —Quiere joderme metiéndome a Charlotte por los ojos. —Yo diría que en tu cama —Rowdy se burló—. Sabes qué es eso lo que la chica tiene años esperando, por no decir que acechando. —Yo no quiero nada con ella, y mi madre lo sabe muy bien. Creo que lo hace solo para molestarme. —Al final tendrás que hacerlo —le recordó su amigo. —En eso tienes razón, debo continuar mi apellido. Pero cuando eso pase, será con la mujer que mi corazón decida, puedes estar muy seguro de eso. —Todo está listo para mañana. —Rowdy cambió el tema, lo menos que quería escuchar era problemas del corazón de otros, con su situación ya bastaba. —¿Has llamado a Arlene? Vamos un equipo de veinte personas, para mí eso es un territorio impredecible, no quiero que haya sorpresas. —Le diré a Brian que lo haga de nuevo. —¡No puedo creerlo! —La situación cambió de pronto, era Ryan quien se burlaba de su amigo—. ¿Aún estás molesto con ella? —Prefiero no hablar del tema, Ry —hizo gesto para indicarle en donde estaban. —Cerraré mi boca —hizo gesto de zipper de un lado al otro en sus labios—, pero te recuerdo que ella es una Byrne, recuerda también que es pelirroja, así que aún te dará mucha guerra, mientras no dé su brazo a torcer. —¡Ella puede hacer lo que le dé su maldita gana, ahora mismo! —exclamó Rowdy furioso. Ryan hizo un gesto de rendición con las manos y agregó: —Está bien, no continuaré con el tema. —Señor... —La voz de Karl su chófer y escolta interrumpió la conversación, y lo miró por el espejo retrovisor para informarle: —La señorita Charlotte nos ha estado siguiendo desde que salimos del club. —¡Joder! ¡Esa mujer no tiene límites! —el tono de su voz era de enojo al cien por ciento. —Al final te pescará —Rowdy se estaba carcajeando. —Para el jodido auto, Karl. —No deberíamos hacerlo, señor. —Karl tiene razón, señor —agregó San que iba de copiloto—. El sitio no es favorable para hacerlo. —Yo sugiero que la llames por teléfono, y le digas algo que la tranquilice —propuso Rowdy. Ryan lo miró ofendido, podría decirse que hasta escandalizado. —¿Por qué presiento que lo único que quieres joderme esta noche con esa bruja? —cuestionó entrecerrando los ojos. Su amigo le palmeó el brazo. —Esa mujer… está en tu destino, hermano. Los demás, se echaron a reír del tono tan dramático que había utilizado Rowdy. Todos eran amigos, habían compartido trabajo en sus negocios familiares desde hacía más de diez años. Pero Rowdy siempre había sido su mejor amigo, desde que tenía diez años. Él era completamente irlandés; su llegada siempre fue un misterio, y más por la desaprobación de su madre, era dos años mayor que Ryan. Cuando llegó su padre le dijo que él sería como su hermano mayor, que por lo tanto como hermanos debía enseñarle hablar inglés, Ryan había nacido en América, pero hablaba perfectamente el gaélico, gracias al intercambio de idiomas entre ambos. Karl y San, eran amigos, pues eran los hijos de los hombres de confianza de su padre, los más leales y siempre había trabajado con ellos. Los cuatro marcaban la nueva generación en la mafia irlandesa. —No puedo creer que ustedes también se presten para las bromas de este cabrón —les dijo furioso. —Mírelo de esta forma, señor. Estaremos con usted el día de su boda —San no aguantaba la risa. —¡¿De qué cojones hablan?! ¡¿Quién se va a casar?! —preguntó como si le hubieran dicho en ese momento, que el infierno se había desatado. —En un futuro, señor —contestó Karl entre risas. —Llama ya a esa jodida mujer, y folla con ella a ver si se calma un poco —agregó Rowdy.  Al parecer todos sabían de la intensidad de Charlotte, que ya pasaba a ser molesto. Nunca le había ofrecido más que unas cuantas noches de sexo duro y sudoroso, de hecho jamás había compartido la cama con ella y estaba muy seguro que tal vez nunca lo haría. 
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