Mascarás

1439 Words
Milagro me observó en silencio durante unos segundos, su expresión pasando de la preocupación a la determinación. —Mira, sé que esto es difícil, y sé que el dinero es tentador, pero no quiero que te metas en algo de lo que no puedas salir. Necesitas despejarte un poco, relajarte. No puedes tomar una decisión así con la cabeza tan cargada. Justo en ese momento, mi teléfono vibró en la mesa de centro. Era un mensaje de Azula, una vieja amiga de la universidad y siempre encontraba la manera de estar al tanto de las mejores fiestas de la ciudad. El mensaje decía: "¡Vi! Tengo una invitación para una fiesta exclusiva esta noche en un club nuevo. Se supone que será lo mejor de lo mejor. ¡No puedes faltar! Te prometo que te divertirás. Es algo fuera de lo común, pero confía en mí. Nos vemos a las 9. Adjunté la dirección. ¡No faltes!" Le mostré el mensaje a Milagro, quien lo leyó rápidamente y luego me miró con una sonrisa pícara. —¡Perfecto! Justo lo que necesitas. Una noche de fiesta, sin preocupaciones. —Me lanzó una mirada de complicidad—. Vamos, Vi, una noche fuera no te hará daño. De hecho, te hará bien. Podrás despejarte y pensar mejor mañana. Suspiré, sintiéndome dividida. Parte de mí quería encerrarme en el apartamento y pensar en lo que Iván había dicho. Pero otra parte sabía que Milagro tenía razón. Quizás una noche de diversión, lejos de todo, era justo lo que necesitaba para despejar mi mente. —Está bien, iré —respondí finalmente, recibiendo un grito de triunfo por parte de Milagro—. Pero solo por un rato, entiendes, no quiero quedarme hasta tarde. Milagro sonrió, satisfecha con mi decisión. —Perfecto. Vístete para matar, porque te aseguro que esta fiesta va a estar llena de oportunidades. Quizás encuentres a alguien más interesante que el cliente Iván. ++++++++ Más tarde, frente al espejo de mi habitación, intenté elegir el atuendo adecuado para la noche. Opté por un vestido n***o elegante, ajustado pero no demasiado revelador. Sabía que quería algo que me hiciera sentir segura, pero también que me permitiera relajarme un poco. Me coloqué un par de tacones altos y un collar sencillo, dejando mi cabello suelto en ondas suaves. Cuando finalmente estuve lista, respiré hondo y salí al salón. Milagro me observó de arriba abajo y asintió con aprobación. —¿n***o? Aaaah, ya no digo nada, es claro que te fascina ese color. Puse mis ojos en blanco reaccionando a sus palabras. * Tomé un taxi hasta la dirección que Azula me había enviado, una zona de la ciudad que no frecuentaba mucho. Al llegar, me encontré frente a un club exclusivo, con una fachada discreta pero claramente lujosa. El portero, vestido impecablemente, me permitió entrar tras mostrarle la invitación digital que Azula había conseguido. El interior del club era impresionante. Todo estaba decorado con un aire opulento, pero lo que realmente me sorprendió fue el ambiente. Había algo intrigante en el lugar, una sensación de misterio que flotaba en el aire. Todos los asistentes llevaban máscaras, algunas más elaboradas que otras, pero todas contribuyendo a crear un ambiente casi onírico. Encontré a Azula rápidamente, luciendo radiante en un vestido rojo y una máscara dorada que cubría la mitad de su rostro. Me lanzó una sonrisa encantadora mientras me alcanzaba una copa de champán. —¡Vi! Sabía que vendrías —me abrazó y me ofreció la copa—. Bienvenida a la mejor fiesta de Toronto. Esta noche, somos quienes queramos ser. Nadie nos conoce, y nadie nos juzga. Sonreí, sintiéndome un poco más relajada al ver su entusiasmo. La música, suave, pero rítmica, resonaba a mi alrededor, y el burbujeo del champán en mi boca hizo que, por un momento, olvidara todos mis problemas. —Esto es increíble, Azula —admití mientras observaba a los demás invitados, todos con máscaras que les daban un aire de misterio y sofisticación. —Te lo dije, chica. Ahora, ¡diviértete! Esta noche es para nosotras. Nos mezclamos entre la multitud, bebiendo, riendo y bailando. El club estaba lleno de gente atractiva y sofisticada, todos disfrutando del anonimato que brindaban las máscaras. Había algo liberador en la idea de ser alguien más, de no tener que preocuparse por las expectativas de los demás. Me permití disfrutar del momento, olvidando por completo la oferta de Iván y las complicaciones de mi vida. “La pobreza”. Aaah, la pobreza me respira en la nuca. Fue entonces cuando lo sentí. Una presencia, una mirada. Giré la cabeza y lo vi. Un hombre enmascarado, de pie al otro lado de la pista de baile. Su máscara, de un n***o brillante, cubría la mitad superior de su rostro, dejando al descubierto una mandíbula fuerte y labios que parecían esculpidos. Su traje, perfectamente ajustado, sugería poder y control. Pero lo que más me llamó la atención fueron sus ojos. A través de las ranuras de la máscara, sentí su mirada fija en mí, intensa, como si el resto del club desapareciera a su alrededor. Antes de que pudiera reaccionar, él comenzó a caminar hacia mí. Cada paso parecía medido, decidido. Mi corazón comenzó a latir con fuerza en mi pecho, aunque no podía explicarme por qué. Era solo un hombre en una fiesta, alguien que probablemente estaba tan intrigado por el misterio como yo. Pero había algo en él que me hacía sentir diferente, como si este encuentro fuera inevitable. —¿Bailas? —preguntó cuando llegó a mi lado, su voz profunda resonando en mis oídos. Asentí, incapaz de decir nada más. Me tomó de la mano y me condujo a la pista de baile. La música cambió a un ritmo más lento, y él me acercó a su cuerpo. A pesar de la máscara, sentí su presencia como un peso palpable, como si todo en él irradiara una fuerza silenciosa que me envolvía. Nos movimos al compás de la música, y aunque la pista estaba llena, parecía que solo existíamos nosotros dos. La forma en que me guiaba, la firmeza de su mano en mi cintura, todo parecía demasiado perfecto, demasiado sincronizado. Y mientras bailábamos, sentí que algo en mí se iba relajando, como si hubiera estado conteniendo la respiración durante semanas y finalmente pudiera soltarla. —No esperaba encontrar a alguien tan intrigante esta noche —dijo él, su voz cerca de mi oído, enviando un escalofrío por mi columna. —Yo tampoco —respondí, apenas capaz de creer lo que estaba sucediendo. Seguimos bailando, cada vez más cerca, hasta que el mundo exterior pareció desvanecerse por completo. La atracción entre nosotros era palpable, casi tangible. Era como si ambos estuviéramos siendo arrastrados hacía algo inevitable, algo que no podíamos controlar. Después de un rato, nos alejamos de la pista de baile y nos dirigimos a un rincón más apartado del club, donde el ruido de la fiesta era solo un murmullo lejano. Él me ofreció una copa de vino, que acepté con una sonrisa tímida. Sentía la curiosidad arder dentro de mí, pero también sabía que parte del encanto de la noche residía en el misterio. —Es curioso, pero siento que te conozco —dije finalmente, rompiendo el silencio entre nosotros. Él sonrió detrás de su máscara, una sonrisa que, aunque no podía ver completamente, se reflejaba en sus ojos. —Quizás nos hemos cruzado antes. O quizás es solo el encanto de la noche —respondió, enigmático. El vino y la atmósfera del club estaban haciendo efecto. Me sentía más relajada, más abierta a lo desconocido. Pero a medida que pasaban los minutos, la curiosidad comenzó a superarme. —¿Te has preguntado alguna vez quién está realmente detrás de la máscara? —pregunté, juguetona, mientras deslizaba mis dedos por el borde de mi propia máscara. —Todo el tiempo —respondió, acercándose más—. Pero a veces, es mejor no saberlo. El misterio tiene su encanto. —Tal vez… pero a veces, también es bueno saber con quién estás compartiendo una noche tan intensa —dije, levantando una ceja. Eeeeh, quiero saber quién es él, estoy a punto de comerme las uñas, no es que le tenga miedo, nooo, solo que si tiene un cuerpazo tan sexi puede que su rostro... ¡Al diablo el rostro! Creo que de tantas bebidas mi caparazón ha abierto, quiere compañía. Hmmm... Sé que soy demasiada curiosa, pero es inevitable no conocer el tamaño de su paquete. Aj, esto lo olvidaré mañana y no lo volveré a ver jamás de los jamases.
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