3. Un baile sensual

1980 Words
 Cuando llegué a casa, tiré mi bolso al sofá y me senté con un tenso suspiro. No podía dejar de pensar en Emmett, inclusive después de haber tenido una sesión de besos cachondos con Brady en el auto de vuelta aquí, después de haber almorzado en un restaurante de camino. Me sentía como una idiota, culpable, por lo que ofrecí hacerle una mamada para compensar, pero no quiso, asegurando que no se había duchado hoy. Ew.    Emmett.    Busqué mi laptop y lo busqué en Google, sin poder resistirme. Aparecían muchas cosas, sobre todo relacionadas a sus estudios a las chicas con las que salía, todas rubias, de cuerpos perfectos, algunas modelos, otras actrices, pero todas tenían en común una belleza innegable. Me pregunté qué fue lo que vio en mí para querer follarme. Sacando el tema de mis inseguridades, era una mujer promedio, atractiva, de cabello castaño cobrizo y rizados, con unos ojos avellana brillosos y grandes, pero nada en comparación a esas chicas.    Había estudiado en las mejores universidades, me encantaba que, a pesar de haber nacido en medio de la riqueza y la opulencia, no fuera el típico chico rico y despreocupado, sí, como Brady. Estudió, podía ver que había ganado varios premios por obtener las mejores notas, se hizo su camino por sí mismo y ahora estaba más que segura que merecía encargarse de la empresa.    Una punzada me recorrió el abdomen bajo, yendo hacia mi sexo al pensar en cómo sería tenerlo en mi cama. ¿Qué de malo había en unas fantasías? Era algo que nunca iba a pasar, así que la mejor manera de desahogarse era sacándolo de mi sistema. Fui a mi habitación, me quité el vestido y la ropa interior con rapidez, asegurando mi puerta con seguro. Mi hermana menor debía estar en el trabajo o la universidad, pero no podía arriesgarme.    Me tiré en la cama y abrí mis piernas, era la manera en la que me gustaba. Comencé a pasar mi dedo índice por mi cuello, despacio y con suavidad. Recorrí con calma, pasando por mi pezón izquierdo, toqueteándolo. Solté un gemido, y pellizqué con más fuerza, porque era así como me gustaba.    Seguí bajando, pasando por mis costillas, recorriendo mi ombligo, bajando por mi camino feliz hasta que llegué a mi pubis. La excitación me corría por las venas, estaba tan necesitada, Emmett me había puesto caliente en el ascensor, Brady lo había hecho en el auto también y no pude culminar con ninguno. Necesitaba hacerlo sola.    Cuando llegué a mi clítoris, hinchado y caliente, me encorvé. Un látigo de placer me recorrió el cuerpo así que comencé a acariciarlo, dando un poco de presión. Cada vez estaba más mojada y no me importaba manchar las sabanas, en este momento lo único que quería era disfrutar. Con mi otra mano, pellizqué mis pezones y otro gemido se me escapó.    Introduje un dedo dentro de mí, no me costó nada, a pesar de ser cerrada, estaba tan mojada que entró con facilidad. Hice una O silenciosa con mis labios y metí el otro, tocándome como tantas otras veces en el pasado lo hice. Sabía cómo me gustaba, me encantaba darme placer a mí misma porque conocía a la perfección mi cuerpo.    Cuando introduje un tercer dedo, mi cuerpo entró en calor. Aumenté la velocidad, mientras imaginaba que era la polla de Emmett que estaba dentro de mí, golpeando mi punto y haciéndome enloquecer. Sus preciosos ojos verdes e intensos me miraban, con una expresión de excitación, me devoraban con la mirada mientras se venía dentro de mí.    Y solo así, llegué a mi clímax, gritando porque sabía que nadie iba a oírme, revolviéndome en la cama, sin poder abrir los ojos.    Emmett me dio otra sonrisa sexy.   El teléfono comenzó a sonar, matando mi pequeña fantasía. Abrí los ojos y recuperé el aliento, eso había sido intenso, pero justo lo que necesitaba. Me quedé recostada contra la cama por unos minutos, ignorando el sonido del celular, mi cuerpo estaba liviano, relajado. Cuando la universidad me mantuvo estresada y no tenía a nadie con quien desahogarme, fue la masturbación la que me salvó.    Cansada del bendito sonido, tomé mi celular de la mesita de noche donde lo había dejado cargando y contesté. Era Brady.   —¿Ya me extrañas? —pregunté, con una sonrisa de suficiencia.   —No puedo evitarlo, eres lo que más necesito —puntualizó. Puse los ojos en blanco, me adoraba. — Por otra parte, esta noche iremos al bar.    “El bar”, era así como se llamaba, pero más bien era una discoteca para gente joven y rica, había sido nuestro punto de encuentro. Brady y yo nos conocimos allí y desde entonces, fue un lugar común en él. Por una parte, me gustaba que fuéramos allí, estaban todos mis compañeros de trabajo, pero por la otra, no quería aguantarlo mientras bebía alcohol como si el mundo fuera acabarse. No es que fuera aburrida, sabía divertirme, pero mi a mi novio le encantaban los excesos y yo no estaba tan contenta con eso.    Pero también sabía que, si le decía que no, entonces haría un drama sobre que no quería compartir tiempo con él, al final, terminaba ganando y yo aceptaba.   —Bien, me pondré sexy —aseguré, con una sonrisa.   —No demasiado, no quiero que los demás hombres te miren.   —Soy solo tuya cariño.   —Más te vale, no me gusta compartir.     ***    El bar estaba atestado de gente, lo normal para un viernes por la noche. Era extraño estar aquí sin trabajar, pero veía las cosas desde otra perspectiva. Las chicas corrían haciendo magia, aunque el personal era poco, hacían lo que podían. Las propinas eran buenas, eso me había ayudado a pagar las cuentas, aunque todavía debía bastante de mis préstamos estudiantiles. Vi a Mónica pasar rápidamente con una bandeja llena de jarras de cerveza, me guiñó un ojo y le sonreí.    De pronto, quise estar trabajando con ellos, era mejor que estar sentada aquí, en medio de todos los amigos de Brady, oyendo sus chistes malos, sus comentarios groseros sobre las camareras y el fanfarroneo del dinero de sus papis. Todos estaban pasados de copas menos yo, no me gustaba beber en exceso, no cuando estaba al lado de mi novio. Él tendía a perder la cabeza un poco y la única que estaba allí para cuidarlo era yo.    En realidad, había intentado que congeniara con sus amigos, pero simplemente no nos llevábamos. Era una chica que había sido criada diferente, para ellos, yo no era más que una perra interesada y lo sabía bien, a pesar de sus sonrisas falsas. Para mí, no eran más que niños hambrientos de atención con ganas de gastar el dinero que sus padres habían trabajado.    Me incliné hacia Brady, que estaba carcajeándose sobre un chiste misógino de Stephan, su mejor amigo.   —¿Ya podemos irnos?    Era la tercera vez que se lo preguntaba, y estaba comenzando a cabrearlo. Llenó sus fosas nasales de aire, como si tratara de calmarse.   —Nena, deja de joder y disfruta.    Su voz era pausada, pero estaba cargada de advertencia y peligro. En estos momentos, odiaba a mi novio, no me parecía el chico dulce y amable que era estando sobrio.   —Quiero ir a dormir, estoy cansada. —y aburrida, pero no dije eso, consciente de iba a enojarlo más.   —¿Por qué siempre tienes que arruinarlo todo? No me puedes ver feliz porque quieres toda la atención para ti, bebe un trago y ríete al menos, mis amigos comienzan a preguntarse porqué mi novia tiene un palo en el culo.    Un trago fue puesto en mis labios, miré a Stephan, que me sonreía de esa manera tan escalofriante. Era atractivo, con el cabello castaño y corto y unos ojos azul cielo, pero siempre encontré algo morboso e inquietante en su mirada. No me agradaba y él lo sabía.   —Bebe Arcadia, deja de ser una perra aburrida por un rato.    Tomé el trago y lo bebi, el caliente liquido bajó por mi garganta y me hizo toser, lo que hizo que sus amigos se rieran. Parpadeé las lágrimas, nunca fui fanática del ron, pero era lo que siempre bebían, les gustaban las bebidas fuertes porque los emborrachaba más rápido.    Cansada de toda esa mierda, mi mirada comenzó a vagar por la discoteca de nuevo. Vi a mi exjefe, Jill, ordenándole algo a uno de los de seguridad. Iba a extrañarlos, pasé mucho de mi tiempo con ellos, pero estaba consciente de que mi nuevo trabajo era un ascenso increíble y maravilloso. A pesar de que Brady me ayudó a llegar allí, estaba determinada a demostrarle que podía yo sola con todo el trabajo, que fue una buena idea contratarme.    Miré la pista de baile, porque sentí unos ojos en mí, llamándome. Mi corazón dio un salto cuando encontré a Emmett allí, bailando con una morena, ambos pegados como una segunda piel. Había un mar de gente alrededor, bailando y divirtiéndose, pero yo solo podía fijarme en ellos dos.    Lo miré durante unos segundos, empapándome de su belleza. Estaba con el mismo traje del mediodía, su cabello despeinado, aunque le quedaba genial, como un adonis. Definitivamente si hubiese existido en la mitología griega fuera el Dios de la belleza y sensualidad, más allá de su hermosura y de lo bien que le quedaba el traje, era la manera en la que te miraba, te devoraba solo con sus ojos, la picardía de su sonrisa. Pero era el hermano de mi novio, tenía que recordar eso.    Tal vez sintió cómo lo miraba con deseo, porque sus ojos se oscurecieron aun más. Me quedé paralizada, tratando de volverme y no mirarlo más, pero no podía, estaba atrapada en sus ojos y en la forma en la que me miraba, como si yo fuera la chica que estaba acariciando. Recorrió mi cuerpo, comenzando desde mis tacones hasta mis ojos, llenándose de cada parte de mí. La chica, ajena a nuestras miradas, bailaba sensualmente, viéndose perfecta.   De pronto, fui consciente de que su mano derecha subía aún más en su muslo. Esa debió ser mi señal para girarme, volver a la conversación estúpida que estaban teniendo los amigos de mi novio y olvidarme que mi nuevo jefe estaba allí, pero no pude. A través de las luces de la pista de baile, observé con morbosidad y excitación cómo su mano derecha se perdió en su entrepierna, debajo del corto vestido. Ella, excitada también, se arqueó sin dejar de moverse. Era obvio que ya había hecho eso antes, estaba demasiado tranquila, sin importarle que alguien pudiera mirarla.    La morena cerró sus ojos y Emmett sin apartar los suyos de mí, la penetraba. No me pregunten cómo es que lo sabía, tal vez los gestos de la chica me lo indicaban. Mi v****a se contraía, podía sentir mi humedad en las bragas, solamente por verlos. Emmett comenzó a mover su mano, al ritmo de la música tecno y ella se arqueaba cada vez más. Cualquiera que pasara por allí, solo vería a dos personas demasiado emocionadas bailando, pero yo veía más.    Él la estaba tocando, pero en realidad, no le prestaba atención. Era como si estuviera acariciándome a mí, porque sus ojos estaban en mi cuerpo, y el placer que brillaba allí al verme me daba escalofríos.    De pronto la mujer abrió su boca en un grito silencioso, cerró sus ojos con fuerza. Imaginando que se ha corrido, fruncí el ceño. Estaba celosa, quería ser yo la que estuviera en su lugar, la que estuviera bailando allí con él y que me tocara así. Y por la forma en la que él seguía mirándome, aun después de hacer que una mujer llegara al orgasmo, podía ver que también quería que fuera yo la mujer en su lugar.    Demasiado jodido, demasiado. 
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