AMARGO DESPERTAR

1435 Words
**Liam El primer golpe de conciencia me atraviesa el cráneo como un puto taladro. Mi lengua es un maldito trapo seco, y la luz que se filtra entre mis párpados cerrados quema como si me hubieran lanzado de cabeza al infierno. Lo primero que noto es un peso en mi pecho, algo caliente y mullido. Luego, el olor. No es mi casa. Ni mi cama. Joder. Abro los ojos de golpe y me encuentro con un par de ojos dorados mirándome fijamente. Un gato n***o, esponjoso, está hecho una bola sobre mí, ronroneando con una tranquilidad que me enferma. —¡Joder!— Me incorporo de golpe, el felino sale volando y aterriza en el suelo con un chillido indignado. Me llevo una mano a la cabeza. Me palpita como si me hubieran partido con un bate. Estoy mareado. Estoy jodido. Estoy en un lugar que no reconozco. —¡Ten más cuidado, imbécil!— gruñe una voz femenina. Levanto la vista y la veo. Una pelirroja con el ceño fruncido y actitud de matona me mira con los brazos cruzados. Lleva un short pequeño y una camiseta vieja y descolorida que se le pega al cuerpo. No puedo evitarlo. Mi vista baja instintivamente. Buen culo. Buenas tetas. Pero sobre todo, un par de ojos verdes jodidamente intensos que me taladran con odio. —¿Quién mierda eres tú?— suelto con voz rasposa, intentando ignorar el latido asesino en mi sien. —¡No me jodas! Deberías preguntarte eso tú, genio— replica cruzando los brazos. —¡Dime dónde estoy y qué coño hiciste conmigo!— suelto bruscamente, sintiendo el escozor en la garganta. Mi cuerpo está pesado, y la cruda me golpea con furia. La pelirroja chasquea la lengua, fastidiada. —No te hagas la víctima, idiota. Te encontré en la calle, te estaban dando una paliza. Podía haberte dejado ahí como trapo viejo, pero mi maldito instinto de persona decente me hizo traerte aquí. Frunzo el ceño. La desconfianza me carcome. Pongo los pies en el suelo y me levanto, tambaleándome un poco. —¿Ah, sí? Y dígame, señorita Madre Teresa, »en qué momento decidiste drogarme? ¿O vendiste la puta exclusiva de "Liam Davenport encontrado hecho mierda" a los paparazzis?— Ella me fulmina con la mirada, como si la hubieran ofendido en lo más profundo. —¡No tengo puta idea de quién eres, cretino! Y me importa una mierda tu vida. Si querías morir desangrado en un callejón, hubiera sido mejor para todos. —¡Claro! ¿Y cómo explicas que desperté en tu casa medio desnudo, bruja?— Su ceño se frunce con furia. —¡No me llames bruja, imbécil! Y tu ropa estaba hecha mierda. La tiré. Voy a replicar, pero en ese momento la puerta se abre de golpe y una figura pequeña entra corriendo. —Cami, olvidé mis... La niña se queda petrificada en la entrada. Es bajita, delgada, de cabello largo y oscuro. Sus ojos enormes se abren de par en par cuando me ve. Su boca se abre y cierra como si quisiera hablar, pero no le salieran las palabras. Yo la miro con el ceño fruncido, sintiendo que algo raro está a punto de pasar. Y entonces, su voz apenas un susurro, sale de sus labios: —Liam Davenport... Mierda. Camila Si las miradas mataran, el imbécil que tengo enfrente ya estaría seis metros bajo tierra. No sé quién demonios se cree, parado allí, en medio de mi sala, con solo su maldito boxer puesto y una cobija enredada en las piernas, lanzándome acusaciones como si fuera el rey del mundo. Me acusa de vender una noticia que ni siquiera entiendo, como si él fuera alguna celebridad o algo por el estilo. ¡Por favor! Con esa actitud de engreído no debe ser más que otro tipo patético que cree que el mundo gira a su alrededor. Mi paciencia pende de un hilo. Me contengo de responderle como se merece porque no quiero empezar mi mañana con un homicidio, pero mis insultos mentales fluyen con facilidad: *pedazo de imbécil, engreído, idiota desubicado*. Pero antes de que pueda abrir la boca para decirle lo que realmente pienso de él, la puerta del departamento se abre de golpe, interrumpiendo mis pensamientos. —¡¿Qué hace Liam Davenport desnudo en tu departamento?! —chilla mi hermana Luciana con una expresión que mezcla sorpresa y emoción desbordante. Yo parpadeo, completamente perdida. ¿Quién carajos es Liam Davenport? Dirijo una mirada fulminante al idiota y luego vuelvo a mi hermana, procesando lo que acaba de decir. —¿Quién? —respondo, completamente confundida—. ¿Lo conoces? Luciana me mira como si fuera un extraterrestre. Su boca se abre y se cierra un par de veces antes de que logre articular algo. —¡¿Tú no?! —me dice, indignada. —No está desnudo —corrijo, sin entender la situación del todo. Porque si lo estuviera, ya lo habría echado a patadas. Antes de que Luci pueda seguir con su interrogatorio, la voz del idiota interrumpe nuestra interacción. —¿Dónde está mi ropa? —pregunta con tono exigente, como si yo fuera su maldita sirvienta. Lo miro con desdén, cruzándome de brazos. —La tiré. Apestaba a vómito y sangre. —Digo esto con el tono más casual que puedo, como si fuera lo más normal del mundo. Luci se tapa la boca, claramente divirtiéndose con la situación. En cambio, el idiota me mira como si le hubiera dicho que sacrifiqué su ropa en un ritual satánico. —¡¿Qué?! —exclama, incrédulo. —¡No me mires así! Te hice un favor. Esa ropa ya no tenía salvación. —Me encojo de hombros, disfrutando el desespero en su cara—. Pero tranquilo, puedes usar esto. Camino hacia el sillón y le lanzo una camiseta y un pantalón de mi amigo Bruno. Liam atrapa la ropa en el aire y la observa con una expresión de horror, como si le hubiera dado harapos en lugar de ropa limpia. —¿Qué mierda es esto? —pregunta, frunciendo el ceño—. ¿La ropa de un nerd? Luci suelta una carcajada. Yo simplemente me cruzo de brazos y lo miro con burla. —Si no te gusta, largo con o sin ropa. Nadie te está reteniendo. —Sonrío con malicia—. Pero dudo que quieras salir así a la calle... podría ser que alguien tome fotos. Quién sabe, tal vez termines en la portada de una revista de chismes. La cara de Liam se endurece. Por un momento, parece estar considerando salir en boxer solo para llevarme la contraria, pero su orgullo o su sentido común finalmente ganan la batalla y toma la ropa con desgana. —Jodida bruja —murmura entre dientes mientras se pone la camiseta de Bruno. —¡Lo escuché! —respondo al instante, cruzándome de brazos. Liam ignora mi comentario y sigue vistiéndose con una expresión de disgusto permanente en el rostro. Cuando termina, se pasa una mano por el cabello desordenado y me lanza una última mirada de desprecio antes de caminar hacia la puerta. —Gracias por nada, brujita. —Su tono gotea sarcasmo. —De nada, c*****o. —Le devuelvo la sonrisa con la misma mala leche. Y sin más, se larga, cerrando la puerta de golpe tras él. El silencio que sigue es interrumpido por la risa de Luciana, quien parece disfrutar demasiado de todo este desastre. —¡Esto es lo mejor que me ha pasado en la vida! —exclama, cayendo sobre el sillón entre carcajadas. Yo, en cambio, me dejo caer sobre una silla con un suspiro exasperado. —Luciana, por favor, dime que ese idiota no es alguien importante. Mi hermana me mira como si acabara de decir la estupidez más grande del mundo. —Camila… —Niega con la cabeza, tratando de recuperar el aliento—. Acabas de echar de tu departamento a Liam Davenport. ¡El maldito Liam Davenport! La miro, esperando que añada algo que tenga sentido. —¡Es una superestrella! Actor de cine, modelo, el crush de medio planeta… y tú ni siquiera sabías quién era. —Sacude la cabeza, incrédula. Parpadeo un par de veces, intentando procesarlo. Miro la puerta por donde salió el idiota y vuelvo la vista a mi hermana. —¿Y? Luci deja caer la cabeza sobre el respaldo del sillón, frustrada. —Ay, hermana… eres un caso perdido. Yo, por mi parte, solo quiero olvidar que ese imbécil estuvo en mi casa.
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