3. La quiero cerca.
La primavera ha llegado a mi vida.
Stella, no dejo de pensar en ti.
Desde nuestro reencuentro ha pasado exactamente una semana. Nos mantenemos en contacto por w******p.
Entro a mi oficina, siempre puntual. Saludo a todo el que me encuentre en el camino. Mi secretaria me ve y nota que la alegría no se me ha ido.
—Lucinda.
—Buenos días.
—Hágame el favor de obtener todos los ejemplares de Victoria’s Secret en las que sale Stella Bonyorck.
Lucinda espera que le diga algo más.
—Debe dejar en claro que los compra porque Stella Bonyorck sale en los ejemplares —le aclaro.
—¿Algo más?
—Y cómprese algo rico en el camino.
—Se lo agradezco. Adentro lo espera el señor Max. Quiere darle una sorpresa —pero tenía que avisarme, dice su cara.
—Hizo bien, muchas gracias —paso a mi oficina.
Max es el publicista de Belladona y mi amigo desde que empecé mi vida adulta. Es uno de los pocos con los que puedo ser completamente abierto, y sabe todo, absolutamente todo de Stella, del infierno que nos unía, y del amor que le tenía en la escuela.
Pensar en ella, hace que una sonrisa de tonto enamorado se dibuje en mi rostro. Es inevitable. Estoy embelesado, aún recuerdo su perfume, su olor, sus caricias...
Abro la puerta y veo a Max cómodo en el sillón frente al mío. Sus ojos azules me miran con cansancio de la trasnochada que se ha dado.
—¿Piensas decirme el motivo de esa sonrisa absurda en tu cara? —dice señalándome el rostro. Max, siempre con su humor.
—Es un secreto —mis labios forman una leve sonrisa de satisfacción. Sé perfectamente que no le gusta los secretos y Max tuerce la boca.
—Te apuesto que una vez que me haya ido de tu oficina, en menos de un minuto, saldrás corriendo a contármelo —comenta entrecerrando los ojos al ver que no le cuento.
—Stella Bonyorck —le digo.
Se acomoda en el sillón.
—¿Quién es esa? —dice.
—Anda, enciende la computadora —le pido—, y búscala en la red.
—Stella Bonyorck. —repite, mientras escribe su nombre y se queda en los primeros resultados que encuentra en el buscador.
—¿Es una modelo de Victoria’s Secret? —dice mientras la ve en ropa interior— ¡Mama mía! Esta morena está que arde. ¿Y qué pasa con ella?
—La quiero.
—¿Cómo cara de Belladona? —me mira y vuelve a la pantalla—. Es una modelo de Victoria’s Secret, y está en ascenso a ser una súper modelo, lo hablaré con tu padre. Pero me temo que es algo tarde, ya estamos conversando con el representante de Silvia Loussa, para que sea la cara de la empresa, ya sabes como son estas cosas.
—Debes hablar con mi padre, no le va a importar nada romper un contrato si cambia de opinión, o no está convencido.
Max medita en mis palabras.
—Stella Bonyorck es una buena opción, sí. No sé cómo es qué nadie del equipo la tomó en cuenta… son unos holgazanes.
—Eso no importa ahora. Lo que tienes que hacer es convencer a mi padre de que Stella es la indicada.
Max huele que hay algo más que un mero interés profesional.
—¿Por qué te interesa Stella Bonyorck tan de repente?
Sonrío, es que no puedo evitarlo.
—Es ella —le digo.
Max se toca la barbilla buscando entender el doble sentido de mi respuesta. Frunce el entrecejo.
—¿Es Stella? ¿Stella, la chica obesa de la que estabas enamorado?
—Sí.
Max abre sus ojos al escuchar mi afirmación.
—¿Es la misma Stella, la que te plantó por el chico popular de la escuela?
—Por un patán —le aclaro. No voy a decirle que aún está con él. Lo dejo para otro día.
—Amigo, ¡está hecha toda una mamacita…! —pone cara de calenturiento al ver su silueta en las fotos que va pasando una a una.
—Contrólate, que es mi chica.
—Pues ve acostumbrándote… —argumenta—. Estoy seguro que más de uno se soba su pequeñín, mirando sus fotos. Es la verdad, y lo sabes. No eres ningún ingenuo.
—Ya, pero resulta que tu eres mi mejor amigo.
—Lo que uno tiene que hacer por los amigos… —dice borrando esa cara de calenturiento — ¿Te acostaste con ella? ¿Es eso? ¿Por eso vienes con esa cara de imbécil?
¡Cómo me conoce!
No hace falta que responda, él ya sabe la respuesta.
—Ay, amigo… con lo noble que eres… sé que tienes historia con ella, pero las personas cambian con el tiempo, y me temo que debo advertirte, que te vayas con cuidado con ella. Este tipo de mujer no son buenas para ti, se acuestan por…
—Cuidado con lo que vayas a decir de ella… —le advierto.
Max alza las manos en son de paz.
—Bien, no dije nada. ¿Está bien? —Ahora pone su mano en mi hombro—. Eres mi mejor amigo, y sabes que entre nosotros nos cuidamos las espaldas.
—Lo sé —y retomo el asunto—. Debes hablar con mi padre, debes conseguir que Stella sea la cara de Belladona, ¿lo harás por mí?
Hace gesto de que es algo imposible de conseguir.
—Está difícil —dice él—. Es que ya tenemos a dos modelos que perfilan alto en la lista de favoritas…
—Max, has que la elijan. Stella debe ser la cara de Belladona. Te deberé una grande si lo consigues —le digo.
Max me mira algo preocupado.
—En unas dos horas tengo reunión con tu padre. La mencionaré como mejor opción a las que tenemos puestos el ojo. Pero más no puedo hacer, lo sabes. ¿Estás conforme?
—No, no, lo que quiero es que Stella sea la cara de Belladona, y tienes que conseguirlo.
Max me analiza, y sabe que no dejaré de insistir, sabe que puedo ser pesado si me lo propongo.
—Está bien, solo no pierdas la cabeza por ella, ¿me lo prometes?
¿Cuál cabeza? ¡Si lo único que puedo hacer es pensar en ella y solo en ella!
—Haré un esfuerzo pero no prometo nada —le digo.
Max suelta un suspiro.
—¡Eres un caso! Ya me tienes preocupado...
—Max.
—¿Qué?
—Gracias.
—No me lo agradezcas todavía, no he conseguido nada aun.
—Pero sé que lo harás.
Media hora después, Lucinda vuelve con varios paquetes con los números de Victoria’s Secret.
—Déjalas en la mesa —le digo—. Gracias. Puede irse a almorzar.
—Con su permiso —se retira.
Voy y doy una rápida hojeada a las revistas.
Quiero tener a Stella cerca de mí, quiero que triunfe, se lo merece, se merece el mundo entero. Y si está en mis manos, haré que consiga el éxito a cualquier costo.
Miro hacia los gruesos archivos que me esperan sobre el escritorio y resoplo.
Ahora debo ponerme de lleno en tanto papeleo, de otra forma mi padre me enviará a Singapur a ocupar un puesto que no deseo.
Pero antes…
Saco el celular y le escribo a ella:
“Es un lindo día para vernos, ¿a que sí?”
Tengo la esperanza de que me contestes, de que me digas que sí, que quieres verte hoy conmigo pero sé que no lo harás, lo sé, solo me importa que sepas que estoy contigo, que no te dejaré ir, jamás.