3. Grace

1255 Words
Las seguí en silencio desde atrás mientras se dedicaron a conversar entre ellas. Recordar cada uno de esos días en que me la pasé creyendo que había perdido a Nic me descontrolaba y mi pulso se aceleraba, porque el hecho de que eso no hubiera ocurrido no significaba que dejaría de dolerme. Pero debía estar preparada y superar lo antes posible todo este drama para que cuando Nic despertara pudiera hacerle saber una vez más que definitivamente me quedaría con él. Para decirle que lo amaba y que me perdonase por tanta indecisión. La habitación de Nic era más espaciosa; tenía ventanales grandes, cortinas azules, cajones, dos lámparas de pie junto a cada lado de la cama y muebles de cuero blanco. Esto parecía un cuarto de hotel, pero con el monitor cardiaco al lado de su cama también. Ese sonido progresivo y las ondas que se referían a sus pulsaciones indicaban que su estado era estable. Sentí un enorme alivio cuando vi su rostro, cielos… creí que no lo volvería a ver, que no podría tocar su rostro una vez más, que no me iba a besar, que no me tocaría. —Te dejaremos sola—avisó Lauren. Pero apenas si le presté atención, dejar de mirarlo me iba a consumir, no tenía ni idea de cómo haría para irme de esta habitación luego. —Gracias—contesté por educación. Cerraron la puerta detrás de mí, me quedé sola con Nic y su apacible rostro dormido. Tardé un poco en acercarme a la cama, de repente mi mente quedó en blanco y sólo dejé fluir un momento por todo mi cuerpo la felicidad que sentía de escucharlo respirar. Finalmente me acerqué a la cama y estiré mi mano en dirección a su rostro; cuando lo toqué no pude resistirme, me senté a su lado y tracé suaves líneas alrededor de su rostro. Y entonces, sin darme cuenta comencé a llorar, pero no estaba triste, el alivio que sentía me abatió. Sonreí cuando logré calmarme, observé con atención las largas pestañas que contorneaban sus ojos y sus labios, sigue siendo inauditamente hermoso, era increíble. Nic quizá era demasiado bueno para mí. Nic decía que le gustaba mi cabello largo, ¿ahora cómo me vería? No podía evitar temer que ya no fuera igual que antes las cosas entre los dos. Fui descuidada al irme de esa forma. No quería lastimarlo, pero sentía esta necesidad por escuchar el sonido de su corazón por mí misma. Incliné mi cabeza y la recosté en su pecho con cuidado de no tocar su herida. Entonces escuché, ese característico y enérgico «tum, tum» que me volvía loca, esos latidos estaban haciéndome más feliz de lo que jamás fui. —Te amo Nic—me atreví decir antes de darme cuenta de que volví a llorar. Acuné su mejilla—. Tú sólo descansa, prometo estar aquí y jamás, nunca jamás te dejaré solo. Levanté mi rostro y lo volví a mirar, lo contemplé con anhelo durante lo que me pareció mucho tiempo. Me acerqué lentamente y lo besé en la frente. De pronto alguien abrió la puerta. —¿Grace? Era Danely. Dejar de mirar a Nic me supuso más esfuerzo del que sabía que tendría al principio. —¿Ya tenemos que volver? —Sí. Bueno, es que mi padre quiere hablar contigo—explicó pausadamente—. Sobre Hunter. —¿Hunter? Entonces lo recordé, él me había salvado, incluso a Nic. Me levanté de la cama y la miré. —Sé que puede ser molesto para ti, quieres estar más tiempo con Nic… —No—intervine—, está bien. Quiero hacerlo. Este era el momento de hacer lo que era correcto y anteponerme a mis temores. Volví mi rostro hacia Nic de nuevo. —No puedo quedarme, pero volveré todos los días hasta que despiertes, ¿está bien? Me incliné, volví a darle un beso en la frente y me alejé de él a regañadientes. Como era de esperarse sentí ese vacío en mi corazón, y no se trataba de un vacío hipotético, era real y doloroso, sólo quedaba acostumbrarme hasta que despertara. Me di cuenta de que Nic me hacía sentir bien a pesar de que todo estuviera mal, me hacía sentir especial y de eso no me podía olvidar. De vuelta por los mismos pasillos en los que pasé ese fatídico día, Hunter vino a mi mente, lo que me había dicho, sobre eso tan importante que había descubierto y que la manada debía saber. Él estaba seguro de que nadie querría escucharlo o creerle, pero yo le había prometido que abogaría por él. —¿Qué pasa con Hunter? —pregunté. —Nadie cree ni una sola palabra de lo que dice—contestó Dany. —¿Tú tampoco? —¿Tendría que hacerlo? Nos mintió y se fue con ellos, Grace. —Me salvó, y luego nos salvó a mí y a Nic. Creo que por lo menos merece el beneficio de la duda. Lo hizo por el bienestar de ustedes. Ella se cruzó de brazos. —Es que… él siempre ha sido así. Se supone que todos somos una familia, ¿por qué no nos dijo si eso era un plan? Estamos juntos, nosotros no lo lastimaríamos. La memoria de mis padres golpeándome sin razón saltó a mi mente como un rayo desde el cielo preparado para asesinar. —A veces las familias cometen errores—murmuré. Sacudí levemente mi cabeza en busca de espantar esos recuerdos—. Pienso que sólo tienen que escuchar su versión de los hechos. Las personas somos más complejas de lo que parecemos. Ella decidió no contestar hasta que llegamos a su casa. Cuando levanté mi cabeza y observé en su totalidad la casa el corazón se me comprimió. La última vez que estuve dentro de dichas paredes estuve con Nic, y fue la primera vez que me besó. Metí mis manos en los bolsillos de mi abrigo y seguí a Dany hasta el pórtico. En el corredor no había nadie. Dany siguió de largo hacia el salón principal. Ahí estaban Owen, Ahron, otros dos hombres que creí reconocer de la fiesta de acción de gracias y en la fogata, además de Hunter. Owen se acercó a mí. Apreté los puños dentro de los bolsillos de mi chaqueta cuando la sonrisa que me tendió me recordó a la de Nic. Owen tenía esa mirada pícara, suspicaz y tierna que su hijo poseía. —¿Cómo estás Grace? —Bien. Miré a los otros dos hombres curiosamente. Hasta que uno de ellos, alto, fornido, moreno y de labios gruesos se me acercó para estrechar nuestras manos, le devolví el saludo y la sonrisa. —No me había presentado como tal—dijo—, pero mi nombre es Nicholas O´Neill, soy el padre de Theo, no sé si lo habrás conocido en algún momento. Era el otro chico que custodiaba en silencio con Gavin las puertas del centro. —Mucho gusto—me limité a decir. El otro hombre se detuvo a observarme, al principio fue incomodo, hasta que reconocí ese rojizo cabello y ojos color miel. —Rom Dupaix—se presentó de repente el hombre pelirrojo—. Gracias por… por entrar y ayudar a mis hijas. —Yo no hice nada—admití, porque hice un desastre. Miré a Hunter que permanecía sentado y en silencio—. Fue él. —Eso vamos a averiguar ahora—aclaró Ahron. 
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