Capítulo 3

2242 Words
Sofía llegó corriendo a la escuela, como siempre, apenas le daba tiempo en los cinco minutos de trayecto que le daba su abuela, debía prácticamente correr para que no le cerraran la puerta. Su amiga Teresa, ya la esperaba en la entrada, ella era su única amiga, la única que no la juzgaba por su apariencia anticuada y su manera de vestir, y que además trataba de apoyarla en todo, para evitar que fuera cruelmente castigada por su abuela. —¡Corre Sofí! Que ya sonó el timbre. ¡Espere maestra ya está aquí! Le suplicaba a la maestra encargada de cerrar la reja. —¡Gracias maestra! —Entró corriendo y enseguida cerraron la escuela. —¿Por qué tardaste tanto? Es la última semana de clases y no te puedes perder la clase de hoy, porque será muy interesante, ni tu madre, y mucho menos tu abuela, se atreverán a hablarte nunca de sexualidad. —¡Ay amiga! Es que me tardé porque a todas las santas señoras de la iglesia se les ocurrió confesarse hoy, y ya sabes que si no lo hago, mi abuela me excomulga a golpes, además tenía algo muy importante que decirle al padre Julián. —¿Necesitabas confesarle que soñaste que matabas a tu abuela? —¡Teresa! No bromees con eso, dios sabe que yo nunca le he deseado un mal a mi abuela, ni siquiera cuando me tiene bajo el bastón. —Perdóname Sofí, pero no soporto ver cómo las maltrata y que ustedes no hagan nada al respecto. —Ésta es nuestra última semana de clases y en una semana más cumpliré la mayoría de edad, le pedí al padre Julián, que interceda por mí ante la abuela, para que me permita trabajar. —¿Trabajar? Pero Sofí, eres la alumna más destacada de la generación, mereces ir a la universidad. —Tú sabes que ese es mi sueño, pero mi abuela nunca lo permitiría, en cambio si consigo un empleo para ayudarle con los gastos de la casa, probablemente lo acepte, y si logro reunir un poco de dinero, quizá mi madre y yo podamos escapar. —Tú nada más acepta ser mi novia y yo trabajaré como burro para sacarte de esa casa mi reina, ya sabes que, por ti, hago lo que sea. —¡Alberto! ¿Cuándo vas a dejar de meterte en nuestras conversaciones? —Cuando convenzas a tu amiga de ser mi novia hermanita. —Alberto, sabes que eso no puede ser, yo no puedo aceptar ser tu novia solo para escapar de mi abuela, eres el hermano gemelo de mi mejor amiga, cuando te veo, siento que eres ella con pantalones y no hay manera de que te vea de otra forma. Desde que iniciaron el bachillerato, Alberto le había insistido en que fuera su novia, pero Sofía soñaba con enamorarse perdidamente, creía en el amor, a pesar de que su abuela se la pasaba hablándole del pecado de su madre, ella estaba segura de que un día, iba a conocer a alguien que la hiciera suspirar, desde el primer momento en que lo viera. Entraron en la clase, ese día tenían programada una conferencia sobre educación s****l, les habían pedido llevar un pepino y un condón, para realizar algunas prácticas, por supuesto Teresa, había llevado el material para Sofía, si ella pedía en casa dinero para comprar un condón, la iban a mandar a recorrer de rodillas la más de doscientas cincuenta iglesias que había en el pueblo. Sofía se la pasó sonrojada durante toda la clase, ella no veía televisión, porque era pecado para su abuela, así que en su casa no había una, tampoco tenía una computadora, así que esos temas eran un tabú para ella y lo poco que sabía, era porque Teresa, le platicaba todo lo que ella hacía con su novio. Todos sus compañeros hacían bromas y señales obscenas que ella no entendía y cuando Teresa, le explicaba a qué se referían, ella moría de vergüenza, pero trataba de disimular o se convertiría en la burla de todos y lo que menos quería, era que su última semana de clases, se convirtiera en un infierno por las burlas y las bromas pesadas de sus compañeros. Así que cuando le tocó pasar a ponerle el condón al pepino, lo hizo tranquila y segura, pero por dentro moría de la pena. —¡Antes de ponerlo, tienes que lubricar el pepino con la boca! —Gritó uno de sus compañeros, afortunadamente la profesora hizo que se callara, porque ella estaba por comenzar a temblar. Para su suerte el timbre sonó y todos los chicos comenzaron a salir, era la hora del receso y el final de la clase, ella se quedó pensando en todo lo que les dijeron, sobre lo importante que era que conocieran su cuerpo, la prevención de las enfermedades de transmisión s****l y los métodos anticonceptivos, Sofía, agradeció que en la escuela hubiera clases como esa, porque efectivamente, por su madre y por su abuela, ella nunca iba a saber nada del tema y ya estaba por cumplir los dieciocho años, le faltaba muy poco para ser adulta y ni siquiera había recibido su primer beso. El resto de la semana pasó como siempre, de la iglesia a la escuela y de la escuela a su casa, todos los días le pedía al sacerdote que le ayudara con su abuela y él, prometió que después de la misa del domingo, hablaría con ella, así que estaba muy emocionada esperando que llegara el día. El viernes llegó y una gran tristeza invadió su corazón, la escuela era para ella un escape a su realidad, esas horas que pasaba fuera de la cárcel que tenía por casa, eran una bendición y sabía que ya no iba a volver a ver a su amiga Teresa y a su hermano Alberto, incluso a él, lo iba a extrañar y sus insistencias para que aceptara ser su novia. Su madre y su abuela asistieron a la ceremonia de graduación, Luciana se sintió muy orgullosa al ver que su hija se había graduado con honores, Catalina por supuesto, ni siquiera se inmutó, estaba allí sólo por compromiso y para vigilar que su hija y su nieta, no hicieran nada indebido. —Sofí, ven vamos al baño — le dijo Teresa al oído cuando terminó la ceremonia y Catalina y Luciana se preparaban para volver a casa. —Abuela, espérenme un momento, tengo que ir al baño, es urgente, no puedo esperar hasta la casa. Las amigas corrieron al baño antes de que la abuela tuviera tiempo de reaccionar. —Amiga, ya no vamos a poder vernos, te voy a extrañar mucho. —Por eso te traje aquí, ¡Mira! Alberto, les dijo a mis padres que extravió su teléfono móvil y le compraron otro, así que te vamos a obsequiar este, para que podamos seguir en contacto, no te preocupes por el saldo, él y yo le pondremos recargas de vez en cuando, y así podremos hablar siempre que queramos, mi número y el de Alberto, ya están grabados, solo tienes que presionar el nombre y podrás comunicarte con nosotros. —¡Tere, gracias amiga! Y por favor, dale las gracias a Alberto, de mi parte. —Sabes que él está enamorado de ti, me hubiera encantado que le correspondieras, así seríamos cuñadas. —Tú sabes que no puedo, no sería justo para él, ni siquiera podría verlo, solo de lejos en la iglesia y él no se merece eso, ya encontrará una novia que pueda darle lo que yo no puedo. Se abrazaron con cariño y se prometieron que algún día se volverían ver, y mientras tanto, mantendrían comunicación por medio del móvil. Sofía miró a su alrededor antes de salir de la escuela, no volvería nunca, y luego disfrutó el paisaje en su regreso a casa, si no conseguía permiso para trabajar, muy pocas veces tendría la oportunidad de mirar la calle, así que todo se veía hermoso. Estaban por llegar a casa cuando un auto lujoso pasó despacio por la calle empedrada, Sofía no sabía quiénes iban a bordo, pero debían ser personas importantes como para llamar la atención de su abuela. —¿Ya viste Luciana? La hija mayor de doña Juana, sí que supo atrapar un hombre decente, se casó como dios manda, nada más y nada menos que con el dueño de la textilería. ¿Pero tú? No pudiste esperar a que yo buscara un buen marido para ti, y te revolcaste como perra, con el primer hombre que se atravesó en tu camino, pero en el pecado llevarás tu penitencia. A Sofía se le retorcía el estómago cada que su abuela humillaba así a su madre, si ella estuviera sola, ya habría escapado, aunque tuviera que dormir en una banca de la plaza, pero no lo hacía por su madre, débil y enfermiza, por eso tenía que conseguir un trabajo, para poder sacarla de allí, pero para llevarla a un lugar seguro, al menos con un techo y un plato de comida caliente. Un día que debía ser de fiesta por su graduación del bachillerato con honores, fue un día de reproches y reclamos por parte de Catalina hacia su hija, Luciana, había cocinado la comida favorita de Sofía, pero ella comió en silencio, rezándole a dios porque le diera fortaleza para no explotar en contra de su abuela. Apenas terminaron de comer, recogió la mesa y lavó los trastes, tomó una servilleta para bordar y se salió al patio, ese era su único escape, oler el aroma de las flores que su madre cultivaba, aspirar el olor a tierra mojada y escuchar el canto de los pájaros, allí en su rincón, no podía escuchar la voz de Catalina, ni ver el llanto silencioso de su madre. La vibración del móvil dentro de su sostén la sacó de sus pensamientos. Alberto «Hola Sofí, solo quiero saber si estás bien y ver que hayas aprendido cómo usar el móvil» Sofía «Tere me enseñó, muchas gracias por el obsequio» Alberto «No me resignaba a no volver a saber de ti, iré a misa los domingos, así te veré, aunque sea de lejos» Esa noche volvió a escribir en su diario. [«Querido diario, recibir el mensaje de Alberto y saber que lo veré el domingo en misa, me hizo sentir cosquillas en el estómago, sé que deberé confesarme porque supongo que eso que sentí debe ser muy malo, porque no debería disfrutar hacer cosas a escondidas de mi abuela, pero será muy emocionante, no puedo esperar a que sea domingo»] Los gritos de su abuela la despertaron de un sobresalto, era sábado, la misa era a las siete de la mañana en la iglesia del convento de San Gabriel, Catalina solía ir a misa a cada iglesia, dónde el padre Julián oficiara, ya que según ella, era el único sacerdote que lo hacía correctamente y también porque así lo hacía doña Juana, Sofía no entendía por qué su abuela admiraba tanto a esa señora, no hacía otra cosa, más que hablar de lo buena, devota y caritativa que era esa señora, que era por supuesto, una de las principales benefactoras de la iglesia. Llegaron a misa y su abuela corrió a sentarse lo más cerca posible de doña Juana, y al finalizar la misa, la saludó esmerándose en halagar su velo, su rosario y todo lo que pudo. —Doña Catalina, que bueno que la veo, nadie mejor que usted que conoce a toda la comunidad para ayudarme, necesito colocar anuncios en las iglesias, mi yerno, está solicitando una secretaria para la textilería, y que mejor que sea alguien de aquí, de la comunidad, que somos gente decente, trabajadora y honrada. A Sofía le brillaron los ojos cuando vio que a su abuela se le iluminó el rostro, admiraba tanto a esa mujer, que lo único en lo que pensaba, era en agradarla. —Justamente, mi nieta está buscando un empleo, ayer se acaba de graduar del bachillerato con honores, sabe computación y se defiende muy bien con el inglés —Sofía, no sabía si reír o llorar al escuchar a su abuela hablar así de ella, pero estaba a punto de conseguir lo que quería, eso era lo importante —Si gusta le pueden hacer una prueba. Juana, miró a Sofía de los pies a la cabeza, era bonita, pero su rostro pálido, sin maquillaje y su cabello atado en un chongo aseñorado, la hacían lucir como una monja, su falda larga casi hasta el tobillo, su blusa de cuello redondo y mangas largas, no la hacían verse atractiva para ningún hombre. —¡Es perfecta! —Exclamó Juana, Sofía era casi una niña, flaca y sin ningún chiste, y con lo fanática que era su abuela, conocida por todos en el pueblo, no implicaba ningún peligro para el matrimonio de su hija, —Le dio uno de los volantes que llevaba impresos, le escribió una nota al reverso y se lo dio a Catalina, —que vaya el lunes y que pregunte por la señorita Mabel, que diga que que va de mi parte. Sofía se aguantó las ganas de ponerse a saltar de felicidad, iba a hacer todo lo que estuviera en sus manos para conseguir ese empleo, estaba segura de que trabajar en la textilería Ferrer, le iba a cambiar la vida […]
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