++++++++++++ He despertado… Y estoy adolorida. Tan… adolorida. No de la forma en que una enferma se retuerce en cama con fiebre o se lamenta por alguna herida profunda. No. Este dolor era otro. Más íntimo. Más profundo. Como si cada músculo de mi cuerpo estuviera recordándome con ternura salvaje, lo que anoche sucedió. Abrí los ojos lentamente, esperando encontrar su figura apoyada en alguna pared, bebiendo café sin camisa, con esa mirada suya que arde… pero no. Killian no estaba. Y, lo peor, no me sorprendía. —Claro que no está… —murmuré, con una voz ronca, casi ajena—. Eso fue tan, pero tan… normal. Casi podía predecirlo. Él no se queda. No es de esos. Killian es el tipo de hombre que aparece como una tormenta, te inunda y después desaparece antes del amanecer como si fuera humo.

