Samantha
Esta noche era para alegrar a Daisy. Pues, su novio la engañó después de tres meses de noviazgo, convirtiendo este fracaso en el segundo de lo que va del año.
-¿¡qué hago mal!? ¡No entiendo!- se reprocha mientras se aferra a su gato peludo. Mina hace rodar los ojos al oírla.
-nada, mujer ¡Eres perfecta!- grita cansada de la misma plática de siempre.
-es verdad. Le diste todo, fuiste honesta, generosa. Es él quien hizo las cosas mal- me uno a la charla. -tu único error es que vas muy rápido. Debes tomarte el tiempo para conocer a los hombres. No puedes ser así... No puedes abrirle las piernas al primero que te hace ojitos.
-esperar no te asegura el éxito en una relación. Si hay química, es suficiente para empezar- se defiende. Pero ya estaba preparada para eso. -no sé por qué piensas que puedes conocer completamente a una persona. El tiempo no te da esa seguridad.
-amor. Cuatro años de noviazgo me hacen pensar así- digo orgullosa
-por favor... Cómo si en realidad lo conocieras
-Day!- mina la reprende. Mis ojos se abren con sorpresa al oírla tan hiriente. Sé que no habrá tenido esa intención y que está dolida por el idiota de su novio. Pero mi corazón comenzó a latir frenéticamente sin razón. -¡calla!- susurró a gritos.
-¡no! Déjala que hable. Si le hace bien, déjala
Intento sonar tranquila, pero la voz me falla y tiembla al igual que mis manos.
El sexo con Max es asombroso, hasta podría decir que cada vez es mejor o quizás sea yo que lo ve así por qué últimamente me siento demasiado caliente. Quitando eso, él es dulce, atento, cariñoso y nuestra relación es estable. Pero, Llevo meses con una extraña sensación de vacío en el pecho cada vez que dormimos juntos. Cómo si ya no me perteneciera, cómo si algo dentro de mí pudiese sentir que ya no somos completos. Algo falta, algo anda mal.
-Lo siento- dice mi amiga metedora de pata. Por inercia, miro a Mina en la espera de una explicación. Pero esta no me sostiene la mirada y evitarme es la prueba que necesitaba para confirmar que ellas saben algo.
-Hablen- exigí de manera seria. Daisy arrugó su frente mientras negaba. Mina, tomó todo el aire que le cabía en los pulmones y lo soltó de golpe. -mierda, eh ¿Se supone que ustedes son mis amigas?
-Sam... La verdad es que no estamos seguras de nada. Son solo chismes, ya sabes cómo es esto- mina comenzó a explicar. Pero la conozco. Sé que está suavizando las cosas para evitarme dolor. Pero falla. Se siente cómo si pudiera leer su mente y saber la verdad que no está diciendo.
-¿con quien me engaña?- pregunto y ambas dan un respingo. Es entonces que lo comprendo todo. Así, sin necesidad de oír nombres o verlo con mis propios ojos. Sé lo que mina está pensando. Sé que me engaña y sé que lo hace con Alice, su supuesta mejor amiga.
Y se preguntarán; ¿Cómo mierda lo sé? Pues...
Soy mitad loba. Eso dice mi madre. Los metamorfos nacemos con alguna capacidad diferente. Mi padre, por ejemplo. Es capaz de curar heridas de muerte o provocarlas sin tocar a su víctima. Yo, nací con intuición. Puedo ver las emociones y pensamientos cómo si fueran palabras y por eso (algunas veces) no necesito que la gente me diga las cosas. Puedo verlas en sus ojos. No siempre, claro está. Si pudiera controlar este don, me habría enterado de que Max deseaba a otra, incluso antes de que él pudiera admitirlo para sí mismo.
Mi padre pertenecía a una familia o "manada" la cual, tuvo que abandonar por qué no aceptaban la unión de él con una humana mediocre. (Mi madre)
A mí me criaron cómo si fuera una niña normal. Jamás se me habló demasiado de mis posibles poderes. De cómo manejarlos o por qué debería hacerlo. Lo cierto, es que jamás creí que fuera verdad. Pensé que habría otra explicación a todo lo que me pasaba y lo peor era que mis padres se negaban a ayudarme o explicarme por lo que estaba pasando. Según mi padre, eso solo es posible estando dentro de una manada.
Cosa, que habían estado evitando. Hasta ahora...
Esa madrugada había llegado a mi casa como tantas otras. Pero cuando mi cabeza tocó el sillón, mi mundo se desmoronó. No podía moverme, solo escuchaba el murmullo de mis padres y su pelea que no era muy usual en ellos. En una ocasión, escuché la voz de una mujer en el altavoz del teléfono y solo pude comprender que lloraba, mientras le suplicaba a mi padre. Algo decía sobre no tener más tiempo y que me quería cuanto antes.
Sentía que estaba atrapada en mi propio cuerpo. Lloraba a gritos y nadie podía ayudarme. Ellos solo seguían en su discusión y en ningún momento voltearon a verme.
¿Qué decían? No tengo idea. Pero cuando pude reaccionar, me di cuenta de que había dormido todo día y ya se sentía el olor de la cena.
Lo más extraño, era que me levanté cómo si nada. Caminé hasta el comedor y ahí estaban ellos. Con la mirada preocupada clavada en sus platos.
-Daisy nos contó- dijo mi madre. Quise matar a mi amiga en ese momento. -estábamos preocupados por ti y la llamamos para saber si había pasado algo extraño.
-me engañó. Eso no es extraño- dije para quitar un poco el drama. Estaba dolida por lo que Max me hizo. Y quizás, no enfrentarlo me estaba ayudando a mantener mi postura de mujer superada. Aunque estaba segura, de que me desmoronaría si llegara a verlo. -no sé que me pasó. Supongo que estaba muy cansada y me desmayé.
-no es tan simple- aseguró mi padre. -necesitas ayuda.
-qué!?- grité casi histérica. Podía sentir que mi padre quería encerrarme en un manicomio. -no necesito ayuda. Estoy bien. Solo dormí más de la cuenta.
-creemos que es hora que conozcas tus raíces y los más indicados para ayudarte, son tus abuelos- mi padre dice agitando las manos. Se ve alterado y quizás sea porque no ve a sus padres hace 20 años y siente ridículo que sea yo quien vaya a pasar tiempo con ellos.
-tienes que ir cuánto antes- agrega mi madre
-de verdad, tiene que ser ahora?- mi ceño se frunce ante la insistencia de los dos. Mi madre pone cara de pocos amigos cuando se acerca.
-estás ansiosa, ¿más de lo normal? ¿Sufres de calores, irritación, mareos, malhumor? ¿Sentidos más fuertes de lo normal o extraños?- presiona de mis hombros para inclinarse a mi altura. Lo que no le cuesta demasiado, ya que no nos llevamos mucho. Revoleo los ojos ante la patética interrogación.
-no es por Max- asegura mi padre. -tu loba se está exteriorizando. Pude olerla esta tarde. Incluso, tuve la impresión de que quería salir- hace círculos con las manos, cómo si le costara hablar del tema. -está entrando en celo. Tienes que dejarla salir antes de que lo haga a la fuerza y tome control de tu cuerpo.
Mis ojos se abren con sorpresa. Doy varios pasos en reversa hasta quedar a una distancia prudente. -van a empezar con la locura de los cambia formas, ahora?
-es la verdad. Soy un cambia forma y según los síntomas, tú también- lo dice seguro. Una sonrisa se me escapa ante semejante tontería. -no eran historias de ficción lo que te contaba de niña. Todo, es real.
-a ver... Muéstrame- exijo señalando el piso. Si es "cambia forma, quiero verlo".
Mi padre avanza un paso de manera segura e imponente. Mi madre lo toma del brazo para impedir que lo haga.
-Samuel no, por favor!- le suplíca. Sentí escalofríos por el tono dolido de mi madre. -recuerda lo que pasó la última vez.
Mi padre vuelve su mirada a mí. -no es sencillo. Al no pertenecer a una manada, las posibilidades de volvernos salvajes son grandes. Yo tengo a mi compañera y mi lobo vive en paz dentro de mí, pero si lo dejo salir, sería casi imposible volver a mi forma humana. Algo similar pasaría contigo. Jamás te has convertido y ahora no es prudente que te transformes. Tienes edad para tener pareja, si no la encuentras, o no la dejas ser libre, tu loba podría salir a la fuerza y no sabrías cómo regresar. Lo mejor es que vayas al sur, allí, rodeada de cambia formas tu loba se sentirá segura y no sería un gran peligro. Y si lo fuera, tendrías a las personas correctas para ayudarte.
-ajá!- suelto con terrible ironía. En lo único que puedo pensar, es en que mis padres me quieren lejos. Sé que él no aceptaba del todo a Max. solo lo toleraba porque es hijo de su amigo y ahora aprovechaba que estoy enojada con él para alejarme. Pero, ¿por qué llegar tan lejos? Es una mentira un poco exagerada para obligarme a ir de vacaciones. Siempre quise conocer a mi familia paterna. ¡Abuelos, tíos, primos! No había necesidad de este ridículo. -sé que esto puede sonar muy descabellado- dice y mis ojos se abren con exageración. "Descabellado, es una palabra muy liviana para expresar una opinión" -solo te pido una oportunidad. Nadie de la manada te hará daño, lo prometo. Lo único que debes hacer, es ir y estar unos días allá. Conocer esa vida para dejar que tu loba salga en un lugar seguro. Si después de todo decides volver, será tu decisión.
-¿cuándo?- pregunto seria. Su seriedad me vuelve a confundir. Ya no sé qué pensar por lo que decido seguirle la corriente.
-En teoría, llegarías en unos días- comenta mi madre. -en teoría- aclara dando a entender que mi viaje será más pronto de lo que imagino. -una última cosa y creo que es lo más importante- mis progenitores se miran con complicidad. Es mi padre quien asiente dándole lugar para continuar hablando. -nadie de aquí puede saber acerca de la manada. Está, terminantemente prohibido hablar del tema con humanos. No necesitas mentir. Vas a decir la verdad, que iras de vacaciones al sur a conocer a tus abuelos. Pero nada más. Una vez allí, te quedarás con mi madre y fingirás ser una chica normal que llegó al pueblo para ayudar a Betty. Tampoco pueden saber que es tu abuela. Cuando tu loba se sienta segura o cuando tus síntomas se descontrolen, vas a ir a conocer a tus abuelos paternos. Ellos te presentarán ante la manada y te ayudarán.
En ese momento, me doy cuenta de que tengo 19 años y nunca he conocido la casa de mi abuela. Ella viene cada cuatro meses a visitarnos y siempre me he preguntado cómo sería su hogar. Recuerdo de niña, la imaginaba en una cabaña escondida en el bosque. La simple idea me había hecho soñar varias veces con que yo era Caperucita roja e iba a visitarla. Ahora resulta, que lo haré y posiblemente encontraré al lobo.
Cielos...
-entonces. Nadie sabrá que estaré ahí hasta que mi "loba"- ironizo haciendo comillas al aire. Mi padre pone la cara más severa que tiene. -esté tranquila?
-si- contesta seco. Casi cansado con mi terquedad. -te irás esta noche- sentencia dejándome helada.
Miro la ventana. El sol está a punto de desaparecer. -están bromeando? ¡Papá! ¡Ya es de noche!
-entonces deberías apresurarte- dice y no puedo evitar mirar sus ojos. Nunca los había visto así, tan fríos, cómo si pudiera controlar el mundo con ellos. Hasta podría jurar que cambiaron su color castaño a un gris oscuro.
Mi madre lo toma del brazo y él se calma de manera instantánea.
***
Media hora después, ya me había duchado y mi madre estaba terminando de ordenar mi maleta.
-te preparé unos aperitivos por si te da hambre- no me mira. Sus ojos están fijos en mi ropa, puedo sentir su tristeza y el miedo haciéndose presente en forma de lágrimas que comienzan a escurrir por sus mejillas. -te llamaré
-oh! Sé que lo harás!- le digo abrazándola por la espada. -pero volveré. Deberías dejar de actuar cómo si fuera a morir mañana.
Me miró cómo si esa fuera la situación. Algo tan extraño y triste que me quedé pensando en que había algo que no me estaban diciendo.
-bien, eso es todo- suspira cortando su expresión. Guardo mi celular en la cartera, pero no logro terminar de cerrarla que mi madre me abraza sin darme lugar siquiera a ponerme los tenis -entenderás todo cuando llegues. Por favor, no hagas una locura. Sabrás cuando tu loba se sienta segura y solo ahí daremos aviso que llegaste y tus abuelos se harán cargo.
-ya lo dijiste cincuenta veces- le recuerdo arrastrando la maleta hasta la sala.
Mi padre respiraba tan fuerte que podía escuchar cómo inhalaba. Incluso sentía un gruñido retumbar dentro de él, pero otra vez. Se tranquilizó cuando mi madre se acercó y lo tocó. Cómo si ella fuera la dueña de sus impulsos.
Es entonces que comprendo lo que había dicho antes. "Tengo a mi compañera y mi lobo vive en paz" eso... ¿Quería decir que solo podría estar a salvo si acepto a alguien más en mi vida? ¿Mi "loba" estuvo tranquila todos estos años por qué estaba con Max?
Pff...
***
Más de veinte horas de viaje bastaron para tener el culo más plano que una mesa. El frío me daba aviso que estaba llegando a mi destino y no pude sentirme más asustada.
De pronto, todas las películas de terror que había visto sobre hombres lobos, pasaron en mi cabeza aumentando mis nervios. Por un momento, deseé ser cómo mina o day y ver películas románticas para al menos, no sentirme tan asustada.
El sol, ya había desaparecido frente a mis ojos. Parecía una enorme bola de fuego escondiéndose detrás de las montañas. Algo tan mágico cómo irreal. El reloj, marcaban las siete de la tarde y el tráfico en la entrada de mi ruta comenzaba a asfixiarme.
Al parecer, había un accidente de tránsito y una persona muerta al costado de la calle. Solo se podía ver campos vallados a los lados, por lo que seguir manejando era imposible. A no ser que cruzara por la calle en contra mano y eso no se podía, ya que se veían las sirenas de la policía obstruyendo el paso.
Aprovecho la situación y bajo la ventanilla para encender un cigarro, cuando lo hago un policía se me acerca.
-buenas tardes. Creo que debo demorarla un minuto hasta que el tránsito de salida nos dé paso- dice en tono gentil.
-no hay problema oficial. Entiendo.
Inclina la cabeza y por un momento puedo ver cómo sus fosas nasales se ensanchan. Me mira y la comisura izquierda de su labio se eleva creando una media sonrisa.
Lindo.
Lindo pero intimidante.
-no debería fumar en medio de un accidente de tránsito. Podría iniciar un incendio- suelta severo, pero con esa sonrisa que opacaba cualquier miedo.
Le devuelvo el gesto y ni bien se dirige al auto que se estaciona detrás de mí, subo la ventanilla dejando solo un pequeño espacio para dejar salir el humo.
Termino el cigarro, lo aplasto en el cenicero del auto y pienso en prender otro. Quizás, no tener a mi madre o a Max todo el día encima de mí me vuelva adicta a esa porquería. Entonces, rechazo la idea.
Diez minutos después, ya estoy ansiosa y ahora sí enciendo el segundo. El policía que se había acercado antes, ahora está en el suelo junto al cuerpo y al parecer comprobando sus signos vitales.
Estúpido, pero creo que es algo tarde para eso.
Dos golpes secos me hicieron sacar la vista de la persona que yacía tirada a escasos metros de mí. Estaba a unos dos autos del accidente y poco a poco la fila detrás de mí se hacía más larga.
-disculpe la demora. ¿Me permite sus documentos?- dijo un segundo oficial parado en la puerta de mi coche. Sacó su placa para apoyarla contra la ventanilla, aun así, no me animé a bajar el vidrio. Lo miro, lleva campera de cuero y un cubrebocas. Pero sus ojos fríos me helaron el cuerpo. Mucho más que el aire gélido que se colaba por el espacio a penas abierto. Inhala, inhala tan fuerte que me aturde y el miedo me paraliza. ¿Será un cambia forma? Es entonces que siento mi cuerpo temblar tras un gruñido seco proveniente del hombre.
Con miedo, busco en mi cartera lo que mi pide, pero en ese momento, el primer policía que habló conmigo aparece frente a mi auto y grita haciendo que tire todos mis papeles y mis dientes muerdan la colilla del cigarrillo por el susto.
El segundo se inclina en el espacio de la ventanilla, cómo queriendo meter su cabeza por esa pequeña abertura. Por inercia, me encojo en mi lugar y luego de varios segundos, golpea otra vez el vidrio y me hace señas para que avance por la calle opuesta.
Respiró profundo, mi cuerpo se tranquiliza cuando siento el olor característico de la lluvia. Piso el acelerador y conduzco detrás del auto frente a mí por el camino indicado.
Antes de cruzar, no puedo evitar mirar al policía. Lo veo tumbado en el suelo junto al cuerpo del que antes creí muerto haciéndole rcp.
Podría jurar que volteó a verme y que en sus ojos había una especie de ansias. Cómo una promesa de querer volver a verme y mis piernas temblaron de miedo.
Quería girar el volante y volver por dónde había venido. Pero eso significaría otro accidente, ya que la fila detrás de mí me lo impediría. Lo más escalofriante, es que quedaría a merced de ese hombre. Con las manos temblorosas, me aferro del volante cómo si de eso dependiera mi vida y continuó el paso.
Mi garganta se cierra al descubrir que he entrado a la boca del lobo.