Capitulo 15

786 Words
Me desperté con olor a café, azúcar tibia y un leve dolor en las mejillas… de tanto reír anoche. La Santa Hermandad del Chisme oficialmente existe, y creo que nunca había dormido tan ligera. Como si el mundo fuera un poquito más amable después de una noche de risas y confesiones sinceras. Me estiré, recogí el cabello en un moño improvisado y bajé a la cocina tempranito para adelantar producción. Cuando abrí la puerta de la heladería, ahí estaba Thiago, sentado en la barra como si fuera parte del inventario. Taza de café en mano. Ojeras brillando. Actitud peligrosamente despierta para la hora. —Buenos días, pan de azúcar —saludó sin levantar la vista del celular. —Buenos días, telenovela ambulante —respondí, dejando mi mochila en la repisa—. ¿Aún no llega Hellen? ¿Qué estás haciendo tan temprano? —Dice que tuvo una crisis con un gato dormido sobre ella. Alzó el teléfono como si fuera evidencia criminal. —Y estoy revisando mis mensajes. UNO de mis crushes de ayer respondió una historia. Con un corazón. —Puso voz grave—. Esto significa que le gusto, que estamos destinados y que debo empezar a elegir atuendo para nuestra boda. Rodé los ojos mientras preparaba la mezcla para el helado de mora con leche de coco. —Es una reacción, Thiago. —Una reacción con corazón. No soy científico, pero eso es amor, Gabriela. Estaba por contestarle cuando la puerta sonó. Entró Hellen con un suéter enorme, ojeras de guerra y una bolsa de pan bajo el brazo. —No hablen de mí —murmuró, medio viva, medio difunta—. Estoy aquí. Eso es todo lo que importa. Thiago abrió los brazos teatralmente. —¡Buenos días, reina del sueño y protectora de los gatos flojos! —Buenos días, princesa del drama —respondió ella, dejando los bollitos recién horneados en la mesa—. Gaby, traje panecitos. ¿Quieres uno? —Sí, por favor. Mientras ella los servía, yo encendí la máquina. El sonido suave, constante, llenó la cocina como un latido conocido. Un día normal, tranquilo, perfecto… Hasta que Thiago dejó de hablar. Thiago. Dejó. De. Hablar. Eso sí me preocupó. —¿Qué pasa? —pregunté sin moverme de la máquina. Él estaba mirando por el ventanal. Ojos abiertos. Boca entreabierta. Alma aparentemente abandonando el cuerpo. —G-Gabi… —susurró—. Gabriela… GABRIELA. Me sobresalté. —¿Qué? ¿Qué pasó? Se giró hacia mí como si hubiera visto un dragón entrenado en el gimnasio más caro de la ciudad. —¿Cómo era tu trotador? —¿Qué…? —pregunté confundida. —¡Que me describas a tu trotador! ¡RÁPIDO! Solté la cuchara. —Alto, como más de 1.80… piel morena clara como atardecer… ojos color miel… cabello semilargo rebelde, con potencial de colita de bulldog… físico robusto tipo leñador del bosque encantado… barba de candado bien perfilada… cejas gruesas… espalda enorme… —paré de golpe—. ¿Por qué preguntas? Thiago tragó saliva. —Porque creo… que estoy viendo a tu trotador. —¿Eh? —EL. TROTADOR. —¿QUÉ? —casi me voy de cara. Hellen se atragantó con un bollito. —¿El señor sensual? —preguntó tosiendo. —¡NO ERA UN SEÑOR! —grité, roja como salsa de frutilla—. Solo… un hombre… normal… que… trota… Thiago se pegó al vidrio. —¡Está comprando en la frutería de enfrente! —chasqueó la lengua—. A ver… a ver… ¡Ay madre santísima del helado napolitano! ¡Gaby! ¡Tiene unos brazos que podrían cargarme a mí, a ti, a Hellen y a mis traumas existenciales! Tapé mi cara con ambas manos. —Thiago, ¡no lo mires tanto! ¡Se va a dar cuenta! —¿De qué? —preguntó él, volviéndose con una sonrisa diabólica—. ¿De que tu alma abandonó tu cuerpo cuando lo viste ayer? Hellen se apoyó en el mostrador como si estuviera viendo un programa de comedia de primer nivel. —Confirmo que sí parecías perdidamente enamorada. —YA —dije, casi ahorcándolos con la mirada—. No vamos a hacer drama. —Corrección —respondió Thiago, levantando un dedo—: tú no vas a hacer drama. Yo tengo licencia, título y diplomado en drama. Volvió a mirar por la ventana. —Oye… pero sí está guapo, ¿eh? Hellen asintió sin dudar. —Muy guapo. —Extremadamente guapo… —añadí, embobada, sin darme cuenta. En cuanto lo dije, Hellen y Thiago giraron hacia mí al mismo tiempo, sonriendo como hienas que encontraron carne fresca. Yo solo quería evaporarme dentro de un bote de helado.
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