Capitulo 2

766 Words
Cuando recuperé la consciencia, lo primero que sentí fue el peso abrumador de mi propio cuerpo. Mis párpados eran plomo, mis brazos piedra. Apenas podía mover un dedo. La habitación blanca comenzó a definirse poco a poco. Un reloj colgado en la pared marcaba las doce con treinta y dos. No sabía qué día era. Tampoco cuánto tiempo llevaba inconsciente. Instintivamente busqué mi vientre con la mirada. Seguía inflamado, sí… pero vacío. Mis hijos ya no estaban ahí. El llanto me alcanzó sin sonido, sin fuerza, como si incluso mis sollozos temieran romperse. No sabía qué había ocurrido, ni dónde estaban mis bebés. El terror me apretó el pecho. La puerta se abrió. —¿Christine? —La señora Martha entró con un ramo de flores blancas. Al verme despierta, dejó las flores sobre un mueble y se acercó con rapidez—. Pequeña, no te esfuerces. Recién saliste de una cirugía. —¿Dónde están…? —mi voz apenas era un murmullo—. ¿Dónde están mis hijos? Su expresión se suavizó, aunque un rastro de preocupación la atravesó. —Tuvieron que hacerte una cesárea de emergencia —explicó—. La niña está en cuidados intensivos neonatales. Por el momento, está estable. Entonces levantó la mirada hacia mi derecha. La seguí… y vi un cunero pequeño, con un bultito envuelto en mantas. —Se parece tanto a su padre… —susurró con la voz quebrada. Yo sabía cuánto le dolía recordar a Arthur. —Q-quiero verlo —pedí, intentando incorporarme. Pero mi cuerpo no respondía. Ella asintió con dulzura, rodeó la cama y tomó a mi hijo con cuidado. —Es hermoso —dijo, acercándose a mí. Inclinó al bebé para que pudiera ver su rostro. Era diminuto. Arrugadito. Con pequeñas manchas rojizas en la piel y apenas unos cabellos claros. Tan frágil… pero tan mío. Y sí, había algo de Arthur en él. Un destello que me partió el alma y me la cosió al mismo tiempo. —E-es cierto… —las lágrimas me nublaron la vista—. Se parece a su padre. Mi pequeño Arty. —¿Así se llamará? ¿Arty? —preguntó Martha, mirándolo con ternura. Asentí, limpiándome las lágrimas como pude. —¿Y mi pequeña? ¿Sabes algo más de ella? —Solo que está estable de momento. Los médicos están haciendo todo lo necesario —respondió. Su serenidad me tranquilizó un poco, aunque me dolía pensar en mi hija sola, lejos de mí. Guardé silencio unos segundos. Los recuerdos fragmentados de cómo había llegado al hospital se mezclaban en mi mente: el dolor, el miedo… y esos brazos que me habían sostenido. —Señora Martha… —dije al fin—. ¿Quién era el hombre que nos trajo aquí? Ella palideció. Una expresión que no supe interpretar. —Ay, pequeña… —musitó con angustia—. Si hubiéramos caminado un poco más, no lo habríamos visto. —¿Qué quiere decir? —pregunté, sintiendo que algo no encajaba. —Es que ese hombre era… —Vaya, pensé que alguien estaría más agradecida —interrumpió una voz masculina, cargada de veneno—. Después de que evité que esta mujer tuviera a sus hijos entre los muertos. Volteé hacia la puerta. Michael estaba ahí. Con un ramo de flores en la mano… que dejó caer en el bote de basura con deliberada insolencia. —Pero claro —continuó—. ¿Quién podría culparla? El niño favorito siempre fue Arthur. Avanzó con una sonrisa cruel, observando el mueble lleno de flores, como si cada ramo le resultara una ofensa personal. —Disculpe, señor Sallow… —balbuceó la señora Martha, avergonzada. —No me llames así —respondió sin mirarla—. Solo soy la oveja negra de la familia. Llámame Michael. Se acercó a mirar a mi hijo. Sus ojos se entrecerraron al ver su rostro. —Es increíble —dijo con frialdad— cómo el hijo no deseado de Arthur puede parecerse tanto a él. —Michael, basta —reprochó Martha, alejándose de él para devolver a Arty a su cunero. Él sonrió, venenoso. —Pero si es la verdad. Todos saben que esta… —me miró de arriba abajo con desprecio— mujer engañó a Arthur para quedarse con su material genético, aun cuando él no lo deseaba. Sus palabras cayeron sobre mí como un golpe, tan inesperado como cruel. Y ahí, en esa habitación blanca, con mi cuerpo destrozado y mi corazón tambaleándose, sentí por primera vez que no solo había perdido a Arthur… También había despertado en medio de una guerra.
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