Llegué temprano al hospital aquella mañana, más temprano de lo habitual.
No había podido dormir bien después de la conversación con Leonardo la noche anterior.
Sus palabras aún rondaban en mi mente. “Ninguna mujer puede despreciar tanto dinero.”
No me molestaba tanto el comentario en sí, sino el tono con el que lo había dicho, como si realmente creyera que mi única motivación era su fortuna.
Suspiré pesadamente mientras caminaba por los pasillos casi vacíos del hospital. La mayoría del personal aún no llegaba, lo cual me daba un poco de tranquilidad.
Entré al ascensor y presioné el botón de mi piso. Justo antes de que las puertas se cerraran, una mano se interpuso y evitó que se clausuraran por completo. Alcé la vista y me encontré con Tom Hilton.
—Es bueno volver a verte —dijo co
