El día empezó con piloto automático, otra vez. Aiko me cazó en la entrada, como siempre. —Estás rara —dijo. —Defíneme rara —respondí, esquivando un carrito. —Rara tipo “no estoy para chistes, no me hables”. —Aprobada tu evaluación —sonreí sin dientes. Will apareció con su llavero que suena a cencerro. —El consejo de estudiantes va a odiar el nuevo horario —anunció, cero contexto. —El consejo de estudiantes ya nos odia —bufó Ekane, detrás de él. Dylan se encajó a mi lado con su carcasa de móvil fluorescente. —Propongo plan: después de clase, helado. Quien diga que no, paga doble. —Firmo —dijo Alex, llegando por el otro pasillo con Mike—. Si no tiráis de mí, me duermo en Literatura. Izan entró tarde y ruidoso, como un tráiler. —Buenos días, nación —me echó el brazo al hombro—. T

