Siete. “El señorito Clark”

1900 Words
WILL CLARK Mi padre abrió sus brazos en cuanto me encontré con él a las afueras del aeropuerto, una enorme sonrisa se extendió en sus labios mientras me envolvía entre sus brazos con aquel amor tan paternal que solo él podía demostrarme. Golpeó con suavidad mi espalda, para después retirarse y tomar mi rostro entre sus manos, al igual a como lo hacía cuando yo era tan solo un niño. —Solo mírate, estás enorme —mencionó, moviendo su cabeza—, mi hijo ya es un completo hombre. Le sonreí, sin pretender alejarme de sus exagerados mimos, sabía que siempre sería su bebé, su niño consentido, cosa que tampoco me molestaba, no me importaba lo que la gente pensara al ver a un hombre de casi veinticinco años, ser consentido por su padre. —Como exageras, papá; solo han pasado seis meses desde que te miré por última vez —hice una pausa, desordenando mi cabello n***o—, además, creo que dejé de crecer desde hace varios años —bromeé, echándome a reír—, ¿Cómo te le escapaste a mamá? Pensé que insistiría en venir. Mi viejo suspiró, negando con la cabeza. —Odio ocultarle cosas a tu madre, pero tuve que decirle que estaría unos días en Las Bahamas. —¿Cómo? ¿Nicolás Clark tiene secretos con su esposa? ¿Acaso no temes que te arranque la cabeza? Él se echó a reír, negando con la cabeza en repetidas ocasiones. —¡Calla, ya, William Clark! No me hagas sentir más mal, de lo que ya me siento —musitó, suspirando pesadamente—, pero te conozco, y sé que hay situaciones en donde es necesario que tu madre no intervenga. Asentí hacia él, mientras me ofrecía llevar su maleta hacia el auto. Mi padre tenía razón, ambos eran padres amorosos, preocupados, atentos… pero en cuanto a control, mi madre se llevaba el premio mayor. Ni siquiera quería imaginar cómo reaccionaría si se diese cuenta de lo que estaba ocurriendo aquí. Probablemente me obligaría a subir a un avión con destino a Suiza, para que me escondiera de por vida. Cuando estuvimos en el auto, conduje sin dudar hacia uno de mis lugares favoritos en toda Utah, un hermoso mirador que daba una espectacular vista a las montañas más hermosas de todo el estado. Me encantaba ver el contraste de la naturaleza con el blanco de la nieve en la punta de ellas. Ni siquiera le pregunté a papá si deseaba comer algo, cosa que luego me hizo sentir mal, pues cuando me di cuenta, ya nos encontrábamos estacionando en las afueras del mirador. Él no mencionó el tema, por lo que, asumí que probablemente estaba bien. Subimos hasta el lugar, comentando cosas de su empresa o la nueva línea de ropa que mamá estaba sacando. Me habló de los tíos Adrien y Perla, quienes a la edad que tenían, estaban esperando su segundo hijo, por lo que, mi tía Perla estaba deprimida, mientras que, mi primo Andy de veintidós años, estaba súper feliz al llegar a tener al fin un hermano o hermana. Sonreí al imaginar aquella escena, saber de mi familia me hacía feliz, incluso me hacía olvidarme por la mierda que estaba pasando justo ahora. Aquellas historias me hacían soñar con tener mi propia familia. No me consideraba el tipo de hombre millonario que se divertía con varias chicas, sin siquiera pensar en tener una familia. Ese no era mi caso. Pues me crie en un hogar lleno de amor y felicidad, lo que indudablemente me hacía sentir tremendas ganas de llegar a tener lo que mis padres tenían. Así es, me consideraba un hombre romántico y soñador. —Ahora entiendo por qué amas este lugar —comentó papá, dejando salir lentamente la respiración—, por eso jamás pude dejar del todo Las Bahamas, esas vistas que tengo allá, el ruido de las olas por las mañanas, los atardeceres cayendo al fondo del mar… eso no se ve con facilidad en París —bromeó. Sonreí, sin dejar de mirarlo. Mi padre parecía estar feliz al recordar su isla, aquel sitio donde estaban sus raíces. Ni siquiera entendía cómo había sido capaz de dejar atrás aquel mágico lugar. —¿Por qué lo hiciste? —pregunté con curiosidad—, o sea, ¿Por qué al final decidiste mudarte a Paris? Recuerdo que cuando era niño, solías pasar algunos meses en Las Bahamas, pero de un tiempo hacia acá, confiaste tu empresa en las manos de Maximiliano y no regresaste más. Solo cuando íbamos de vacaciones. Él sonrió, bajando la cabeza. —Aún no te has enamorado, Will. Cuando lo hagas, me entenderás; cuando tengas que separarte de tu amada y veas que, aunque sean solo unos días eso te arranca el alma… solo ahí me entenderás —repitió. Me fue inevitable no sonreír, tratando de imaginar aquello que mi padre quería transmitirme. Aquel amor puro y verdadero que ahora se estaba extinguiendo poco a poco entre la humanidad, aquel amor que deseaba poder tener alguna vez. —Supongo que no me trajiste hasta aquí para hablarme de mujeres, ¿Verdad? En ese momento dejé de imaginar estupideces y volví a mirar a mi padre, él me veía con una ceja alzada, con una cierta burla marcada en sus labios. Sonreí, tratando de volver a la realidad. Por supuesto, le había pedido a papá que viniera porque necesitaba desahogarme, necesitaba saber si lo que pensaba hacer, era lo correcto. Tragué saliva con fuerza, mientras apoyaba mis brazos en el balcón del mirador, para así comenzar a contar la historia que ahora me quitaba el sueño. —Hace un tiempo atrás, una joven de diecinueve años tomó la justicia en sus manos y asesinó de una cruel manera, al hombre que la violó —comencé. Relaté cada situación que precedió a ese homicidio, desde el momento en que ella se entregó, aceptando la culpa, hasta la visita de su padre a mi oficina, antes de que el caso cayera en mis manos. Le conté lo que el hombre me pidió, lo que sucedió en la primera audiencia e incluso, la visita de aquel otro extraño hombre que prácticamente me había amenazado, con tal de que la dejara encerrada. Mi padre me escuchó atentamente, sin pretender interrumpirme. Pude notar un pequeño ceño fruncido, a la vez que apretaba sus manos constantemente, tragaba saliva con fuerza a cada cierto tiempo, a la vez que una vena resaltaba en su garganta. Al final, solo suspiró, y en cuanto terminé de contar todo lo que ahora me preocupaba, él me miró. —¿Qué es lo que te dicta tu corazón? —preguntó al final. —Mi corazón me dice que debo dejarla en libertad —confesé. El solo decirlo en voz alta, me hacía sentir una enorme paz. Pensaba que Tania Roberts era solo una pobre víctima de las terribles circunstancias, por lo que, no era justo que pagara por haberle hecho un gran favor al mundo al eliminar una plaga que probablemente lo único que iba a seguir haciendo, era dañando a jovencitas inocentes que no podían defenderse. —Hijo, te han amenazado —me recordó, viéndome con temor. Asentí. —Necesitaba decírtelo, papá, necesito que me entiendas; si no lo hago, la conciencia me matará de una u otra manera. Esa chica morirá ahí dentro, y si puedo evitarlo, lo haré, porque si muere, jamás voy a perdonarme el hecho de que pude hacer algo para ayudarla y no lo hice. —Will, entiendo tu punto, pero… —Shio —lo interrumpí—, piensa qué hubiese sucedido si la que hubiera estado en el lugar de esa chica, fuese Shio. Mi padre frunció los labios, desviando la mirada. Noté como sus manos comenzaron a temblar, probablemente imaginando a su primogénita en ese lugar. Así que al final terminó asintiendo. —Ni siquiera tengo la fuerza para imaginarlo —susurró, haciendo una mueca—, tienes razón, Will. Para mi opinión, esa chica se convirtió en una heroína para todas las chicas que han sido abusadas sexualmente —suspiró, cerrando los ojos—, si lo que crees que lo correcto es dejarla en libertad… hazlo, solo doblaremos la seguridad; si tu madre te contrató un guardaespaldas, pues yo te contrataré dos más —habló con desesperación, volteando a mirarme otra vez. Me fue inevitable no sonreír al ver su notorio terror marcado en su voz. Ver aquello sabía que eso era lo único que me dolería; el saber lo que mi familia podría llegar a sufrir si llegase a morir, me partía el corazón. Pero ahora, la decisión estaba tomada, Tania Roberts iba a ser liberada, aunque se me fuese la vida en ello. —No voy a dejar que mueras, William. Eso tenlo por seguro —insistió, papá. —Haré todo lo posible por no defraudarte, papá —musité, llevando una mano hasta su hombro—, ahora, ni se te ocurra decirle algo de esto a mamá. Él soltó una risa sarcástica, negando con la cabeza. —Si tu madre se entera de esto, me temo que nos matará a los dos —bromeó, llevando una mano hasta mi cabeza para desordenar mi cabello. Un lento suspiro salió de sus labios, mientras me dedicaba una mirada cargada de orgullo—, nunca olvides esto, William. Estoy muy orgulloso del hombre en el que te convertiste. ++++ Juro que aquel pequeño detalle lo había pasado por alto; jamás pensé que iba a afectar el hecho de que Shio aún siguiera en mi casa, pero, al ver la mirada que papá me lanzó al toparse con mi hermana en la cocina, me hizo saber que ambos estábamos en problemas. —¡Papá! —Shio exclamó con alegría mientras se le echaba encima—, ¿Qué haces aquí? ¿Mamá también vino? Mi padre cerró sus ojos y sonrió, mientras se dedicaba a abrazar a mi hermana. —Cariño, tu madre sigue en París —dijo, al dedicarse a acariciar su fino y lacio cabello oscuro—, de hecho, tú no debías de saber que yo vine a ver a Will, pero, gracias a que tu hermano no se le ocurrió decirme que aún seguías aquí… me queda pedirte que me guardes el secreto y no le digas nada a tu madre. Ella se alejó de él, me eché a reír al ver la forma en que se dedicaba a mirar a papá. —Si sabes que voy a decirle, ¿Verdad? Él sonrió con sus labios apretados, dedicándose a asentir. —Sip, lamentablemente si lo sé —afirmó, desordenando su cabello castaño con nerviosismo—, eres demasiado chismosa, Shio, por eso tu hermano es mi favorito —bromeó él, mientras mi hermana explotaba y comenzaba a renegar contra él. Me apoyé sobre la isla de la cocina, dedicándome a reír al mirar aquella escena, donde mi hermana mayor discutía con mi padre, mientras él solo reía al hacerla enojar. Suspiré, dándome cuenta de que en realidad no quería morir, deseaba vivir, necesitaba tener más momentos como estos; anhelaba ver a mi hermana enamorarse y casarse, incluso yo aspiraba a enamorarme y formar una familia. Quería morir siendo un anciano, después de disfrutar muchos años al lado de mi esposa, hijos e incluso nietos. 
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