Christoph miró su mano herida y luego el teléfono, que seguía vibrando con llamadas de Lena. Sabía que tenía que concentrarse en salvar la empresa, pero la insistencia de Lena lo estaba distrayendo. —¿Qué quieres, deja de molestar? —respondió con frustración al contestar la llamada. —Cariño, ¿qué tienes? Siento que no estás pasándola nada bien —dijo Lena con un tono preocupado. —No estoy para tu sarcasmo —replicó Christoph, su voz cargada de tensión. —Espera, solamente quería invitarte a bailar esta noche. Pensé que te vendría bien despejarte un poco —Lena intentó sonar conciliadora. —No tengo tiempo para eso, tengo cosas que hacer —respondió él, cortante. —Está bien, si cambias de idea estaremos en el club de tu amigo —dijo Lena, tratando de mantener la calma. —Déjame trabajar —Chr

