La habitación se llenó de emociones densas y palabras no dichas. Christoph, sin saber cómo responder, la abrazó con fuerza. Annika, entre lágrimas, confesó sus deseos: ser su esposa, tener un hogar propio, formar una familia. La noche parecía sostener su aliento mientras Christoph la conducía a la cama. Allí, en silencio, se abrazaron, compartiendo el peso de sus corazones rotos. Los sollozos de Annika resonaban en la penumbra, y el futuro se extendía incierto ante ellos.
—Tranquila, lo solucionaremos. Cuando quieras tu libertad, dímelo.
—¡Nunca…! No quiero separarme de ti, enséñame a ser esa esposa que quieres. —dijo entre lloriqueos
—Sé tú misma y enséñame a amarte, no soy perfecto y cometo errores y la verdad no soy tan santo, no te prometo fidelidad, pero si respetare tu posición co
