Observé cómo Úrsula se acercaba con una sonrisa coqueta dibujada en su rostro. A su lado, una mujer que parecía compartir un vínculo especial con ella. Sus gestos revelaban una cercanía que iba más allá de una simple amistad. —Hola, cuñado —saludó Úrsula con un tono jovial. —Hola —respondí, esforzándome por mantener la cortesía que la situación merecía. —Te presento a Sabine, mi amiga del alma —dijo Úrsula, mientras un gesto de su mano dirigía mi atención hacia la mujer a su lado. —Encantado de conocerte, Sabine —saludé, ofreciendo mi mano en un gesto de bienvenida. —El placer es mío —respondió Sabine, su sonrisa era cálida y sincera—. Úrsula no ha parado de hablarme sobre ti. —Espero que solo haya compartido las historias más halagadoras —dije en tono de broma, intentando inyectar u

