Annika observó cómo Christoph abandonaba la casa sin siquiera un beso de despedida. Su mente se llenó de emociones encontradas: decepción, tristeza y una pizca de ira. El silencio que quedó atrás resonaba en sus oídos mientras se preguntaba si alguna vez volvería a verlo. Las palabras no dichas flotaban en el aire, como hojas caídas en un otoño incierto. Aunque no lo expresó en voz alta, su corazón latía con la esperanza de que Christoph regresara y sellara su partida con un beso sincero. Eso no pasó.
El nudo en el estómago de Annika se apretó con cada palabra no dicha, como una cuerda tensa que amenazaba con romperse. La incertidumbre y la ansiedad se enredaban en su interior, formando un torbellino de emociones. Cada latido de su corazón parecía resonar en ese nudo, recordándole que alg
