Sin anunciarse o al menos tocar una sola vez la puerta de la oficina de Damián, Magnus abrió tan pronto puso un pie frente a ella, como si se tratara de su propio despacho.
—Adelante hijo —dijo su padre con cierta ironía y resignación al mismo tiempo, por su arrogancia—, necesito hablar contigo de algo importante.
Con indicios de fastidio, Magnus se adentró en la oficina sin más, cogió un bolígrafo del escritorio de Damián y tomó asiento frente a él.
—Okey... ¿Qué quieres decirme?
—¿Cómo vas con los balances y cálculos que te pedí hace un rato?
—Ya los terminé... —respondió despreocupado cuando empezó a juguetear con el bolígrafo en sus dedos.
—¿¡Tan rápido!? —indagó algo sorprendido.
Magnus solo se encogió de hombros con un gesto de evidente presunción.
—Como lo sospeché... —continuó Damián, asintiendo—. Eres brillante Magnus, y cómo me gustaría que explotaras tu potencial.
—Supongo que en algún momento lo haré cuando tome el mando de A&D Mobile.
Damián afirmó ligeramente con un movimiento de cabeza.
—Ya veo... Te gusta la idea de ser poderoso y prestigioso, ¿no?
—Puf, claro. ¿A quién no?
—Entonces, tengo una tarea para ti, de la que dependerá todo tu poder y prestigio... —Magnus dejó el bolígrafo quieto y mostró gran interés en su padre, por lo que se inclinó hacia adelante.
—Soy todo oídos, papá...
Internamete, Damián sonrió triunfante al captar su entera atención.
—Como bien sabes, NovaTech y A&D Mobile se complementan, pero por separado, siendo independientes. ¿Qué pasaría si ambas empresas se convierten en una sola?
Magnus dejó caer su espalda en el respaldo del asiento, pensativo y comenzó presionar el botón del bolígrafo una y otra vez.
—¡Wow! —musitó maravillado—. Seríamos un gigante en Latinoamérica.
—¡Exacto! Es por eso que hemos arreglado un compromiso entre tu y Serena Williams —soltó Damián con naturalidad y sin más preámbulo.
Magnus levantó sus cejas impresionado y, por unos segundos, fijó sus intensos ojos azules en el rostro de su padre, como si esperara que dijera que se trataba de algún mal chiste.
—¿Esto es una broma?
—No, ¿has escuchado de Serena Williams?
—¡Claro que he escuchado de ella! —exclamó al mismo tiempo que se puso de pie de un salto— De su accidente... pero ¿qué...? —se interrumpió antes de soltar un cúmulo de groserías—. ¡¡Cómo se te ocurre casarme con una inválida!! ¿Sabes lo ridículo que suena eso? —preguntó volviéndose más colérico con cada palabra que salía de su boca— ¿Te puedes imaginar lo amargada que debe estar?
—¡Basta! —Damián golpeó la superficie de su escritorio con su palma— ¿¡Cómo puedes expresarte de alguien así!? —igualmente se abandonó su asiento y luego se frotó los lagrimales, exasperado— Escucha —suspiró reuniendo toda la paciencia que pudiera—, si no te casas con ella, nuestros negocios con esa familia se romperán —mintió.
—¿Qué? ¿Por qué? —Se sobresaltó con indicios de preocupación— Eso significaría grandes pérdidas y buscar un socio nuevo. ¡Encontrarlo puede demorar mucho!
—Así es. ¿Quieres manejar una empresa con menor prestigio? —interrogó en un timbre que arrastraba apatía.
Aquella pregunta hizo dudar a Magnus.
—Insisto —continuó después de unos eternos minutos en silencio meditando—, no quiero casarme con una lisiada, es más, ni siquiera quiero atarme a una sola mujer, estar de idiota enamorado y entregado a una no es para mí.
Damián soltó una sonora carcajada que retumbó en cada rincón de su oficina.
—No sabes lo que dices Magnus, cuando te enamores cambiarás completamente de idea, y probablemente sea de esta chica.
—¿Sabes lo cursi que suenas? —agregó con una mueca de desagrado.
Damián rio un poco más, pero en silencio.
—En fin, Magnus —dijo una vez que adoptó más dureza en sus expresiones—, te casarás con Serena Williams y punto, sino, serás el causante de nuestras pérdidas. ¡Ah! Y otra cosita, ve olvidándote de locuras con cuanta chica se atraviese, si una sola cosa llegase a los oídos de Aquiles Williams, también representará un motivo para retirar todo —una mentira más para llegar a lo que consideraba "un bien mayor".
—¡Qué! ¿¡No prefieres castrarme mejor!? —elevó su voz— Soy un hombre joven que quiere disfrutar de los placeres. ¡Y me quitarán eso también!
—Así ha sido nuestro trato, Magnus.
—Realmente estás empeñado en joderme la existencia, papá —se evidente su desacuerdo con los términos.
—Así es la vida en el poder, tienes que hacer sacrificios si quieres permanecer en la cúspide.
Magnus tenso la mandíbula, suspiró y volvió a hacer silencio por unos segundos, meditando los acuerdos.
—Está bien, aceptaré el compromiso con la inválida, pero una vez que estemos casados, haré lo que me venga en gana. No pienso estar de por vida siendo devoto a mi aburrida esposa —convino agregando su propia cláusula.
Damián solo asintió levemente, asomando un gesto apenas imperceptible de triunfo, mientras veía a Magnus dirigiéndose hacia la salida refunfuñando con la intención de marcharse.
—Ah, lo olvidaba... —su hijo se detuvo antes de llegar a la puerta para escuchar lo último que diría su padre, pero sin mirarlo—. Tienes que ir a hablar con su papá, ya sabes, para darte a conocer como un buen chico. Ya arreglaré una reunión con Aquiles.
Magnus gruñó y terminó de salir de la oficina dando un portazo tras él.
Aunque su hijo había aceptado de mala gana el compromiso, Damián dio un suspiro de resignación y se tiró en su asiento reclinándose en él, mirando hacia el techo. El hombre no hacía más que rogar que su hijo algún día cambiara esa actitud y que esta unión lo ayudara a mejorar como persona. Se vio en la necesidad de mentirle para que aceptara, consciente de que, si le hubiese mencionado que el objetivo real era su reivindicación, ni remotamente habría aceptado.
«Si tan solo hubiera una manera más de hacerlo tomar el camino correcto...» pensó.
...
Magnus obedeció medianamente, en una balanza la ambición y el poder tuvo más peso. Sin embargo, en su día a día continuó siendo el mismo casanova, aunque más cauteloso y discreto, pues, ya no se lanzaba abiertamente a la cacería de cualquier chica que llamara su atención. Por otro lado, su relación oculta con Stephanie permaneció; aunque sus encuentros eran menos frecuentes. Aquellos encuentros seguían más intensos que nunca.
—Uy primito, te comprometieron con la más mojigatas de todas —se burló.
—¿Conoces a Serena Williams?
—Si la he visto un par de veces, antes del accidente, es una chica bastante recatada.
—¿Es bonita por lo menos?
—Ahí, normal. No tiene el mejor cuerpo...
—Aburrida, amargada, paralítica y no es tan bonita. Me saqué el premio —interrumpió entre quejas—. Por cierto, ¿en dónde dejaste a tu novio nerd? —quiso cambiar de tema abruptamente, el mal humor se había apoderado de él desde que su padre le habló del compromiso días antes.
Stephanie puso sus ojos en blanco y adoptó una expresión de desagrado.
—Ash, estoy un poco irritada. Tiene una amiguita en una clase, es enana, flacucha y muy rarita, insiste en tratarla bonito y prestarle atención porque dice que es una chica solitaria. Cuando estamos en el campus ya no me presta tanta atención como antes —soltó un gruñido—. Maldita enana rarita.
Magnus soltó una risotada.
—No puede ser, a la despampanante Stephanie Carusso una “rarita” le va a quitar el novio nerd. ¿Estás celosa?
—¡No! ¡Claro que no! Es solo que quiero que atienda bien mis demandas y haga excelente mis trabajos de clases. Eso es lo que me irrita.
—¿Sabes cómo te relajarás? —preguntó Magnus en tono insinuante. Ella mordió su labio inferior y se giró de un lado a otro como niña inocente.
—Por supuesto...
—Nos vemos a las 5 p.m. en los tocadores de siempre.
—Ahí estaré sin falta.
...
Puntualmente, la pareja de primos se encontró en el tocador más cercano a una de las bibliotecas del campus. Por las tardes había muy pocos estudiantes en la universidad y sobre todo en las zonas cercanas a esa biblioteca, por lo que lo tomaron como su sitio de encuentros casuales cada vez que les apetecía.
Después de que Magnus y Stephanie saciaron sus deseos al final de la tarde en los solitarios tocadores, ambos acordaron en que uno saldría primero y al poco rato el otro, para no levantar sospechas en caso de que alguien viera a alguno salir. Magnus se dispuso a adelantarse, pero inesperadamente, tropezó con alguien justo en la puerta del tocador. Con una bajita y delgada chica de piel pálida.
—¡Oh! Creo que te equivocaste de baño, “jovencita” —le dijo la menuda chica con sarcasmo e inexpresiva.
Magnus miró a la joven de arriba abajo con desdén, mientras subía la cremallera de su pantalón.
—Qué importa a qué baño entras cuando el campus está solo —contestó y continuó por un lado de ella, tropezándole el hombro.
La chica ignoró al prepotente Magnus y continuó hacia el interior, en donde aún estaba Stephanie.
Al poco rato de que Magnus se alejó de los tocadores, sonó su teléfono, miró la pantalla y se trataba de Stephanie, por lo que contestó rápidamente.
—Vaya, ¿ya me extrañas? ¿me devuelvo?
—No estamos para chistes, Magnus. ¡La estúpida rarita, amiguita de John sabe lo que sucede entre nosotros! Esa que te encontraste cuando ibas de salida —informó histérica.
—¡Carajo! Está muy mal que alguien sepa sobre lo nuestro... Hmmm, ¿y John es...?
—¡Mi novio nerd!
—Mierda, creo que ambos estaremos en problemas si la "rarita" habla.
—¿Tu qué crees?
—Calma, vamos a solucionarlo, déjame pensar... —hizo silencio por unos segundos analizando la situación—. ¡Ya sé! Como tu noviecito es su amigo, vas a reunir información sobre esta chica, yo me encargaré del resto... de darle un susto que no olvidará y, si se pone muy obtusa haremos que salga corriendo despavorida del campus.
—Excelente, piensas rápido —dijo satisfecha—. Me pondré en marcha.
...
Y así fue, en el transcurso de los siguientes días, Stephanie logró recaudar información de la chica. Primero empezaron a propagar rumores sobre ella por el campus para intimidarla e ir preparando el terreno para cuando Magnus se le enfrentara, sin embargo, a la joven parecía no importarle los chismes de pasillo sobre ella, así que posteriormente, llegó el momento en el que Magnus la asustaría con sus amenazas, como habían planeado.
La joven “rarita”, como ellos le decían, estuvo hasta el atardecer estudiando en la biblioteca, hasta acercarse la hora de marcharse a su empleo por las noches. Ella recogió sus pertenecias y se dirigió a los baños desolados para colocarse su uniforme de trabajo antes de salir del campus, sin percatarse de que estaba siendo acechada. El lugar era el escenario perfecto para Magnus.
Cuando la chica estuvo a punto de entrar al tocador, Magnus la tomó desprevenida por el cuello y la estrelló de espaldas contra la pared con tal fuerza que la dejó aturdida, sin comprender lo que estaba sucediendo. Tenía una de las grandes manos de Magnus oprimiendo su delgado cuello y la otra apretándole el rostro.
—Escucha pequeñita, te sugiero que no le comentes a nadie sobre lo que viste por aquí hace unos días. Y por tu bien, espero que no lo hayas hecho ya —le advirtió con los dientes apretados, los ojos llenos de desprecio, su rostro muy pegado del de ella y con el peso de su cuerpo aprisionándola.
La chica frunció el ceño, no habló, pero trataba de fijar su mirada en él, aunque estuviera tan mareada y sus oídos zumbaran por el golpe. Como pudo, ella se puso de puntillas para tomar un pequeño impulso y, de imprevisto, mordió la nariz de Magnus con fuerza. La respuesta de él fue tomarla por el cabello y lanzarla contra el piso para arrancársela de la nariz.
—¡Estúpida loca! ¡Qué hiciste! —Gritó mientras sujetaba su nariz exasperado, la mordida lo había lastimado, lo que lo hizo alejarse de inmediato y perderse de vista.
La muchacha había logrado realizar un pequeño corte en la nariz de Magnus con sus dientes, haciéndolo sangrar y más adelante provocándole una considerable hinchazón.
Diana Campello era el nombre de esta joven audaz, y algo que no sabían Magnus y Stephanie es que era campeona internacional en artes marciales; una a la que realmente él había tomado descuidada aprovechándose de su aspecto en aparente desventaja. Diana era bajita, delgada, de piel muy pálida, ojos color esmeralda y cabello oscuro, su pequeño cuerpo guardaba un carácter fuerte, orgulloso y una destreza que nadie se imaginaba. De ninguna manera dejaba pasar las injusticias y mucho menos si se trataba de un hombre que agrediera a una mujer de tal manera. Magnus Scott se acababa de topar con la horma de su zapato. Diana Campello no era de las chicas que se quedaba de brazos cruzados.