—Dakota... —Johann pronuncia mi nombre con un hilo de voz tembloroso, ahogado por la emoción y el miedo. Sus ojos están anegados en lágrimas y su cuerpo tiembla con una violencia involuntaria, como si el frío le atravesara hasta los huesos—. Hazte para atrás y no mires —replica entre dientes, su tono una mezcla de súplica y orden. Algo en su manera de hablar me hace obedecer sin cuestionarlo. No es una petición casual, es una instrucción que lleva consigo el peso de una urgencia oculta. Así que, sin pensarlo demasiado, retrocedo con rapidez. Pero la noche parece decidida a jugarme en contra. No me percato de la pala que reposa olvidada justo detrás de mí, y antes de poder reaccionar, mi pie tropieza con ella. La gravedad me atrapa de inmediato, y caigo de espaldas con un golpe seco que re

