Johann y yo no somos hermanos, ni primos, pero el lazo que nos une es más fuerte que cualquier vínculo de sangre. Nuestra amistad nos convirtió en familia sin necesidad de compartir un apellido. Mi padre fue quien nos estrechó aún más, y ahora, seguir con esto solo podría sumarnos más dolor al que ya cargamos. Pero lo peor de todo sería que aquello que alguna vez nos unió terminara por separarnos. Me detengo detrás de él, observándolo en silencio. No muestra reacción alguna, ni siquiera un atisbo de duda. Hace un leve ademán con los hombros, como si intentara deshacerse de un peso invisible. —Necesito una pala y una carreta —dice sin emoción, su voz cortante y precisa. Su inexpresividad me saca abruptamente de mis pensamientos. Otra vez. Exhalo un suspiro y me alejo de donde estamos par

