El fuego se retuerce, como si estuviera vivo, ascendiendo en violentas llamaradas que se tornan de un rojo aún más intenso, casi carmesí, devorando el aire y expandiéndose hasta alcanzar el techo. Las lenguas de fuego se deslizan por los rincones del lugar, ondulando como una cortina ardiente que amenaza con consumir todo a su paso. Su calor es sofocante, cada chispa saltando con furia y danzando en el aire como pequeñas criaturas hambrientas. Johhan está paralizado, la boca entreabierta y la cabeza echada hacia atrás, sus ojos fijos en el espectáculo infernal que se despliega sobre nosotros. La luz incandescente es cegadora, bañando nuestros rostros con un resplandor que oscurece cualquier otra cosa a nuestro alrededor. Siento cómo la piel comienza a arder, un calor abrasador que se adhi

