Dos meses despues

1667 Words
Dos meses después Desde que puse un pie en Chicago, todo fue una pesadilla. Mi madre se apagó. Mi hermano se desvive. Yo sobrevivo como puedo. El bar de papá es un campo de batalla entre cuentas en rojo y empleados molestos. Mi madre ha caído en una fuerte depresión. Mi hermano mayor hace lo que puede entre su empleo, sus estudios y el bar de papá. Yo hago exactamente lo mismo, solo que trabajando aqui. La relación con mamá no ha mejorado; en realidad, pocas veces hemos logrado tener una conversación decente. Papá era diferente. Entendió que yo no quería dejar mi vida para seguir los sueños de alguien más. Mamá no lo entendió jamás. Su mundo giraba en torno a su "niño estrella", y yo tenía mis propios sueños. Su muerte fue un golpe brutal. Un infarto al volante, en un semáforo en rojo. Afortunadamente, no hubo heridos, pero su dulce corazón no resistió las presiones económicas, las deudas del bar, las exigencias de mamá y los acreedores implacables. —No te ves bien, Emma. Deberías dormir, comer algo. Estás pálida. ¿Quieres que te lleve al hospital? —mi hermano Thomas deja un café frente a mí. Lo rechazo enseguida. Su aroma me revuelve el estómago. —No. Y quita esa cosa de la mesa. Su olor es asqueroso, Thomy. Se sienta frente a mí. El bar está cerrado; los dos trabajamos en los libros de contabilidad de papá. Los números no cierran. Algo no encaja. —¿En qué gastaba tanto dinero papá? Tenía buena entrada. ¿Por qué estaba tan endeudado? —No tengo idea, hermanita. Tampoco lo entiendo. El olor del café me marea. Corro al baño de la pequeña oficina y vacío el estómago en el inodoro. Thomas me ayuda a levantarme y me sienta sobre el mármol del lavabo como si fuera de papel. Sus ojos grises, iguales a los míos, me escrutan con preocupación. —Dime quién te embarazó, para ir a Austin a romperle la cara, cariño. Frunzo el ceño. —Yo no estoy... —Mierda. Hace semanas que evito pensarlo. No me ha bajado desde que llegué. Y entre el estrés, el bar, mamá... olvidé hasta la pastilla del día después. Mierda. Estoy embarazada. —Sí, lo estás. ¿Me vas a contar quién es ese novio fantasma? ¿Cómo le explico que fue sexo casual con un tipo y que desde entonces he estado ignorando sus mensajes? —No hay novio. Metí la pata, Thomas. Él suspira y yo apoyo la frente en su pecho. —¿Y qué vas a hacer ahora? —me abraza, su mano grande frotando mi espalda. —Llamar a las gemelas Reed para empezar. Acabo de enterarme de que voy a ser madre, Thomy. No sé qué demonios voy a hacer. —¿Lo vas a tener? Tienes que decírselo a ese tipo. Si mete la polla sin protección, que se haga cargo. —El niño no tiene la culpa de que sus padres sean unos idiotas. Pero no le diré nada a Aiden por el momento. —Genial. Iré a Austin a cazar a todos los "Aiden" que encuentre. ¡Dime más! ¿Quién es? ¿Tuviste un par de citas? ¿Es buen tipo? —Fue sexo casual, Thomas. No sé nada de él. Solo que es amigo de las parejas de las gemelas, tiene dinero… y nada más. —¿Te fuiste a la cama con un desconocido? ¿Estás loca, Emma? Se aparta listo para regañarme, pero le tapó la boca con la mano. —No estoy para sermones. No le digas nada a mamá, no quiero escucharla. Mejor hablemos del bar, de las deudas y de cómo arreglar este desastre. —Yo vendería todo y nos sacaríamos el problema de encima. ¿Qué dices tú? Papá nos dejó el bar a Thomas y a mí, incluidas las deudas. A mamá, solo dinero. Dinero que se niega a prestarnos para cubrir las al menos una parte y darnos un respiro. —No, no voy a vender. Déjame intentarlo. Papá amaba este bar, era su vida. No pienso deshacerme de él. —Entonces lo dejo en tus manos. Te ayudaré en lo que pueda. Pero no nos desviemos del tema. ¿Vas a quedarte entonces? ¿Qué hay de tu vida en Texas? ¿Y del padre del bebé? Me abraza de nuevo. —Venderé mi apartamento. Pero necesito que vayas por mis cosas y las traigas. Me mudaré al pequeño apartamento de arriba. No pienso quedarme un solo día más en casa de mamá. No digo más. Porque en algún rincón de mi cabeza sé que esta historia con Aiden... todavía no terminó. Una hora más tarde, Thomas pide comida a domicilio y subimos juntos al apartamento que, de "pequeño", no tiene nada. Dos habitaciones con baño, cocina, sala de estar y un baño para invitados. Fruncimos el ceño mientras recorremos el lugar. Thomas no sabía que papá se estaba quedando aquí. Hay ropa suya en el armario, el refrigerador lleno, correo sobre una mesa. —¿Nuestros padres estaban teniendo problemas? Aquí no hay nada de mamá, Thomy. Mi hermano observa todo en silencio. Muebles nuevos, electrodomésticos nuevos... todo. —Supongo que esa pregunta tiene respuesta. Y es un gran "sí". Prendo la computadora en el escritorio y busco entre los correos algo que nos dé pistas. Últimos avisos del banco, correos míos… nada raro. Nada que explique el agujero n***o en las cuentas. Thomas ya recuperó su móvil, el auto y las pocas pertenencias que papá tenía en el vehículo. —Sigo sin entender. Papá le dejó dinero a mamá, pero no el suficiente para cubrir los gastos del bar. Los préstamos del banco... no sé a dónde fueron a parar. —Mi mirada se clava en mi hermano—. Papá tenía un secreto, y tenemos que descubrirlo. Mi móvil vibra en el bolsillo trasero del pantalón. Danielle. Respondo mientras Thomas baja por la comida. —¿Te acordaste de nuestra miserable existencia? Sé que estás pasando por un momento de mierda, pero responder los mensajes no te iba a quitar tanto tiempo, ¿sabes? Está molesta. Lo entiendo. —Lo siento, Dani. Todo ha sido un desastre. Pero te escribí porque necesito un favor... y contarte todo. —Primero dime qué necesitas. Después me das tu dirección para ir a verte. Trago saliva. No sé cómo soltar la cifra sin sonar como si me hubiera vuelto loca. El banco ya me rechazó dos veces y lo que consiguió Thomas no alcanza. —Necesito 2.3 millones de dólares. Te juro que te los devolveré. —Ok. Sara los está transfiriendo ahora mismo a tu cuenta. ¿Y la dirección? Suspiro. Los ojos se me llenan de lágrimas. —Estoy embarazada de Aiden. Muevan el culo y vengan a Chicago lo más rápido que puedan. Les envío la ubicación ya. El silencio al otro lado de la línea me rompe un poco más. Cuelgo justo cuando Thomas entra con la comida. La notificación bancaria aparece en mi pantalla. El dinero de las gemelas acaba de llegar. —¿Les contaste a las gemelas que seremos tíos? Asiento mientras me acerco a la mesa. El olor a papas doradas me hace la boca agua. —Sí. Seguro vienen mañana. Mientras comemos, le envío la ubicación a Danielle y transfiero el dinero a la cuenta de Thomas para que liquide la deuda mañana mismo. —¿Cómo demonios conseguiste el dinero? ¿Las gemelas? —Sí. Ahora tenemos una nueva deuda, pero ellas no nos van a colgar del cuello como el banco. Comemos en silencio. Cuando llega la hora de su turno en el hospital, Thomas se levanta. —Volveré mañana a recogerte para tus primeros estudios prenatales. —Besa mi mejilla y toma las llaves del auto—. ¿Sobrevivirás sin mí esta noche? —Sobreviví sola por años, Thomy. No empieces. Recojo los envases y los meto en la bolsa de papel. Papá tenía todo limpio y ordenado. No pienso dejar basura en mi primera noche aquí. Entro a su habitación, me deshago de la ropa y me doy una ducha rápida. Después me pongo una de sus camisas y me meto en la cama. El aroma a él todavía está en las sábanas. Y vuelvo a llorar… hasta quedarme dormida. - A la mañana siguiente, mi hermano me despierta. Está recién duchado; lleva unos jeans ajustados, el cabello aún destila gotitas de agua que se deslizan por su piel pálida, y va descalzo. Busca una camiseta en el mueble y, cuando se la pone, le queda ajustada a los músculos de sus brazos, dejando a la vista las líneas marcadas de su abdomen. Mi hermano es un bombón sexy. —Levántate y cámbiate. —Señala mi valija; parece que antes de venir pasó por mis cosas a casa de nuestra madre—. Yo prepararé el desayuno. Cinco minutos después ya estoy lista: jeans oscuros, una blusa, mi chaqueta de cuero. En los pies, unas botas de estilo motero. Salgo de la habitación recogiendo mi cabello en una coleta alta y, al ver a las personas en el comedor, me quedo inmóvil. —Buenos días, hermosa. Creo que tenemos una cosita importante de la que hablar, ¿no es cierto? La voz grave de Aiden me sacude como una cachetada. Las gemelas están sentadas junto a mi hermano, con una taza de café entre las manos. Ambas me piden disculpas con la mirada. —Creo que tu “metí la pata” ya se enteró. —Fulmino a mi hermano y a mis amigas con la mirada. No consigo moverme. Mi cerebro no procesa la orden de reacciona. —Iba a decírtelo. —Mi voz sale baja, pero firme. Y lo sostengo con la mirada. No pienso agachar la cabeza. Mi hermano se levanta, las gemelas lo siguen y me dejan a solas con el padre de mi bebé.
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