5 Notas de Inseguridad

2104 Words
Capítulo Notas de Inseguridad (Desde el punto de vista de Marina) El sonido de la lluvia sobre los ventanales del estudio creaba un ritmo suave, un murmullo que acompañaba el torbellino en la mente de Marina. Había llegado temprano, como siempre, buscando perderse en la música para no pensar demasiado en lo que estaba ocurriendo fuera de aquellas paredes. Pero era imposible. El video que Lucas había subido a i********: seguía causando revuelo. Desde el momento en que lo vio en su teléfono, sintió un nudo en el estómago. No solo por la cantidad de reproducciones o por cómo el público estaba reaccionando, sino porque la forma en que la gente los percibía la hacía sentir expuesta. Las palabras "Lucas y Marina" aparecían juntas en titulares, en comentarios, en especulaciones sobre su relación. Y eso la aterrorizaba. No hay una relación. No hay un "nosotros" más allá de la música. Eso se repetía una y otra vez mientras repasaba las partituras. Pero entonces, ¿por qué sentía que la mirada de Lucas la quemaba incluso cuando él no estaba presente? ¿Por qué su cuerpo recordaba la forma en que sus dedos rozaron los suyos la noche anterior cuando tocaron juntos? Suspiró y dejó las partituras sobre el piano. Se estaba volviendo una idiota. No debería estar sintiendo nada de esto. Justo en ese momento, la puerta del estudio se abrió, y Lucas entró con su caminar despreocupado. —¿Siempre llegas tan temprano? —preguntó con una sonrisa ladeada, esa que la volvía loca de frustración porque sabía que él la usaba para ocultar algo. —Alguien tiene que mantener el ritmo aquí —respondió ella sin mirarlo, concentrándose en acomodar las partituras. Sintió cuando él se acercó. No necesitaba levantar la vista para saberlo; su presencia era algo que empezaba a reconocer incluso sin verlo. Lucas dejó caer su chaqueta en el sofá y se sentó a su lado en el banco del piano. —¿Qué estamos viendo hoy? —Tu canción —respondió Marina, señalando la hoja sobre el piano sin atreverse a mirarlo directamente—. La que escribiste cuando eras un adolescente. Por el rabillo del ojo, vio cómo Lucas la observaba en silencio. Podía sentirlo evaluando su reacción, como si intentara descubrir qué estaba pasando en su mente. —¿Y qué piensas? Marina desvió la mirada hacia la ventana, observando la lluvia. —Que es honesta. No tiene la estructura perfecta de una canción comercial, pero eso es lo que la hace especial. Lucas exhaló un suspiro y pasó una mano por su cabello. —La escribí después de que mi padre nos abandonará . Sus palabras la tomaron por sorpresa. No porque no imaginara que su relación con su padre no era perfecta, sino porque Lucas nunca hablaba de él. —¿Se fue? —Sí —dijo con voz baja—. Mi madre era cantante ,tocaba el piano también. Mi padre nunca lo aprobó, decía que no era un trabajo serio. Cuando empezó a irle bien, él no pudo soportarlo. Se fue. Ella nunca volvió a cantar después de eso. Marina sintió un nudo en el estómago. —Lo siento, Lucas. —No tienes que hacerlo —respondió él con una sonrisa amarga—. Es historia vieja. Pero no era historia vieja. Lo podía ver en su mirada. Quiso decir algo más, pero el sonido de una notificación interrumpió el momento. Lucas sacó su teléfono del bolsillo, lo miró por un segundo y sin responder, giró la pantalla hacia abajo sobre la mesa. Marina sintió cómo un escalofrío le recorría la espalda. ¿Por qué no contestó? ¿Por qué ocultó el mensaje? No debía importarle. No le importaba. Pero la sensación de que algo estaba mal se quedó con ella como una sombra. Intentó volver a concentrarse en la música. —Podríamos trabajar en la melodía y hacerla más fluida —sugirió, retomando su papel de compositora. Lucas asintió, pero ella notó que su atención estaba dividida. Y eso no le gustó. Pasaron la mañana ajustando la estructura de la canción. Marina intentó concentrarse, pero su mente volvía al teléfono de Lucas, a la forma en que ocultó el mensaje sin siquiera pestañear. ¿Era la disquera? ¿Era algo peor? El recuerdo de su exnovio regresó como un golpe inesperado. Las veces que él había hecho lo mismo. Los mensajes que no quería que ella viera. Las excusas. Las mentiras. No. Lucas no es como él. Se dijo eso a sí misma, pero la sensación de incertidumbre no desapareció. Entonces Sofía irrumpió en el estudio con el teléfono en la mano y una expresión de urgencia. —¡Esto está en todas partes! Marina y Lucas intercambiaron miradas antes de que Sofía dejara el teléfono sobre la mesa. Un titular apareció en la pantalla: "Lucas Calderón ¿Un renacer musical o un truco mediático?" Marina sintió un vacío en el estómago. —Genial —murmuró Lucas, tomando el teléfono y deslizando la pantalla. Marina observó en silencio cómo su rostro cambiaba a medida que leía los comentarios. Vio su mandíbula tensarse, cómo sus dedos se apretaban contra el dispositivo. —¿Qué pasa? —preguntó en voz baja. Lucas dejó el teléfono sobre la mesa con un golpe seco. —Dicen que esto es una estrategia publicitaria. Que lo planeamos para hacer ruido porque mi carrera está acabada. Marina sintió rabia. ¿Cómo podían ser tan ciegos? —No les hagas caso —dijo con firmeza—. La gente habla sin saber. Lucas se pasó una mano por el rostro. —Lo sé. Pero eso no significa que no duela. El silencio fue interrumpido por Sofía, que cruzó los brazos con impaciencia. —No podemos controlar lo que dicen, pero sí podemos usarlo a nuestro favor. ¿Qué sigue? Marina miró a Lucas, sintiendo algo más allá de la confusión, más allá del miedo que intentaba ignorar. —Terminamos esta canción y la lanzamos. Sin la disquera. Sin intermediarios. Solo nosotros. Lucas la miró con intensidad. —¿Juntos? Marina tragó saliva. —Sí, juntos. Lucas sonrió. —Tendrás que seguir mi ritmo, Villalobos. Ella rió suavemente. —O tú el mío, Calderón. Por un momento, todo pareció estar bien. Pero entonces, el teléfono de Lucas vibró otra vez. Y esta vez, Marina lo vio tensarse antes de que girara la pantalla hacia abajo nuevamente. Su estómago se revolvió. Definitivamente algo estaba pasando Eran días grises ,la lluvia no paraba de caer en la ciudad ,las gotas de agua golpeaba suavemente contra los ventanales del estudio mientras Marina repasaba las partituras que habían trabajado el día anterior. El sonido del piano resonaba de fondo, cálido y melancólico, llenando el espacio vacío mientras esperaba a Lucas. Él aún no había llegado, algo poco habitual desde que el demo que grabaron juntos se había vuelto viral. Aunque no lo admitiera, parecía que el éxito había renovado su energía, y eso había hecho que llegara temprano casi todos los días desde entonces. Marina suspiró, dejando que sus dedos tocaran las teclas en busca de una melodía que encajara con las palabras que Lucas había escrito cuando era un adolescente. Había algo especial en esa canción, algo puro, que ella sabía que debía cuidar con esmero. Comenzó a cantarla suavemente, casi en un susurro, perdiéndose en las notas. —"Perdí la música cuando olvidé escuchar..." —cantó, dejando que su voz fluyera libremente por primera vez en mucho tiempo. No sabía cuánto tiempo había pasado hasta que una sensación la hizo detenerse. Se giró rápidamente, y ahí estaba Lucas, apoyado contra el marco de la puerta, observándola con una mezcla de asombro y algo que no pudo identificar. Su corazón dio un vuelco. —¿Desde cuándo estás ahí? —preguntó, su voz temblorosa mientras intentaba recuperar la compostura. Lucas sonrió, acercándose lentamente. —El tiempo suficiente para saber que escondes una voz increíble. —Se detuvo junto al piano, sus ojos oscuros fijos en ella—. ¿Por qué nunca cantas frente a los demás? Marina apartó la mirada, sintiendo cómo el calor subía a sus mejillas. —Porque no soy cantante. Soy compositora. Es diferente. Lucas negó con la cabeza, inclinándose ligeramente hacia ella. —No es diferente. La forma en que cantas... Es como si contaras una historia. Eso es lo que hace que una canción cobre vida. —No exageres —respondió ella, intentando restarle importancia, pero su tono la traicionó. —No estoy exagerando —dijo él, con seriedad—. Marina, tienes algo especial. No lo escondas. La intensidad de sus palabras la dejó sin aliento. Había algo en la forma en que la miraba que la hacía sentir expuesta, pero también valorada, como si él pudiera ver algo en ella que ni siquiera ella misma reconocía. —Lucas, yo... —comenzó a decir, pero se detuvo cuando él alzó una mano suavemente. —No tienes que decir nada. Solo... prométeme que no vas a esconder esa parte de ti. Al menos, no de mí. Marina lo miró, sin saber qué responder. Finalmente, asintió lentamente. —Está bien. Pero no te acostumbres. Lucas sonrió, satisfecho. —Demasiado tarde. El resto del día pasó entre trabajo y una extraña sensación de cercanía que ninguno de los dos mencionó. Mientras ajustaban la melodía de la canción, Lucas parecía más relajado, más abierto, compartiendo historias de su adolescencia y lo que lo había llevado a escribir esas palabras tan honestas. —¿Sabes? —dijo él, mientras afinaba su guitarra—. Esa canción fue la primera que escribí después de que mi padre se fuera. Marina lo miró, sorprendida. Lucas dejó de tocar y suspiró, apoyando la guitarra sobre sus piernas. —Tenía quince años. Mis padres discutían mucho, sobre todo porque mi mamá era cantante. A mi padre nunca le gustó que ella se dedicara a la música. Decía que no era un trabajo "serio". Cuando empezó a irle mejor, creo que su ego no pudo soportarlo. Un día simplemente se fue... con otra mujer y nos abandono a los dos. Marina sintió un nudo en el estómago al escuchar sus palabras. Había algo tan vulnerable en la forma en que Lucas lo decía, como si aún le costara procesarlo. —Debe haber sido muy difícil para ti y para tu madre. Lucas asintió, con una sonrisa amarga. —Lo fue. Mi mamá dejó de cantar después de eso. Creo que nunca se recuperó del todo. Yo tomé su lugar, pero siempre sentí que le fallé de alguna manera. Marina se inclinó hacia él, tocando suavemente su brazo. —No le fallaste, Lucas. Estoy segura de que ella está orgullosa de ti. Él la miró, y por un instante, el silencio entre ellos estuvo cargado de algo más profundo. Finalmente, Lucas sonrió, aunque de forma más suave. —Gracias. Eso significa mucho. La vulnerabilidad de Lucas lo hacía parecer completamente diferente del hombre arrogante que había conocido al principio. Mientras trabajaban en la canción, Marina comenzó a notar las pequeñas cosas en él ,cómo cerraba los ojos al tocar una nota que le gustaba, cómo sonreía ligeramente cuando una melodía encajaba a la perfección. Mientras tanto, Lucas también la observaba. No solo cómo sus dedos danzaban sobre el piano, sino cómo inclinaba la cabeza cuando algo no le convencía o cómo sus labios se apretaban en concentración. Había algo magnético en ella que lo hacía imposible de ignorar. Cuando la sesión terminó, Marina decidió quedarse un rato más para repasar las grabaciones. Pensaba que Lucas se había ido, pero lo encontró en la sala de estar del estudio, sosteniendo una foto vieja. Era de él con su madre, ambos riendo. —Siempre fue su sueño —dijo Lucas, sin apartar la vista de la imagen—. La música era todo para ella. Pero mi padre… él nunca lo entendió. —¿Crees que te pareces más a ella o a él? —preguntó Marina con cuidado. Lucas reflexionó un momento. —A mi madre. Pero a veces siento que llevo el peso de las decisiones de ambos. Ella dejó la música, y él se fue. Yo me quedé atrapado entre esos dos mundos. Marina lo miró, sintiendo una punzada en el pecho. Quería decir algo, pero no encontró las palabras correctas. Finalmente, Lucas dejó la foto y le sonrió. —Gracias por escuchar. De verdad. Esa noche, mientras caminaba a casa, Marina revisó las grabaciones. La canción estaba casi lista, pero algo más estaba creciendo entre ellos, algo que no sabía si sería capaz de manejar.
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