4 El peso del éxito y lo que no quieren admitir

1983 Words
EL PESO DEL ÉXITO Y LO QUE NO QUIEREN ADMITIR El sol aún no había salido completamente cuando Marina llegó al estudio. La noche anterior apenas había dormido; su cabeza estaba revuelta con todo lo que había sucedido. El video de Lucas había explotado en redes. En menos de 24 horas, su i********: estaba inundado de comentarios. La gente hablaba de la canción, la compartía, la pedía en radios. Era un fenómeno viral. Marina nunca había estado en el ojo público de esa manera, y no estaba segura de cómo sentirse al respecto. No le gustaban las cámaras, ni la atención masiva, pero ahora, gracias a Lucas, su nombre aparecía en menciones y etiquetas que no había buscado. Y él, por supuesto, parecía estar disfrutándolo. Cuando entró al estudio, lo encontró recostado en el sofá con su teléfono en la mano, sonriendo. —¿Estás disfrutando tu pequeño escándalo? —preguntó ella, dejando su bolso en la mesa. Lucas levantó la vista, sin perder la sonrisa. —¿Pequeño? Esto es enorme. —Para ti, tal vez. Yo solo quería hacer una canción. —Bueno, hicimos más que una canción. Hicimos historia. Marina rodó los ojos y se sentó frente al piano. Lucas la observó en silencio por un momento, y fue entonces cuando lo sintió: algo estaba cambiando en él. Desde que la conoció, la había visto como una compositora increíblemente talentosa, alguien con un instinto musical que pocos tenían. Pero ahora… era otra cosa. Empezaba a fijarse en pequeños detalles que antes le habían pasado desapercibidos. El reflejo de la luz en sus lentes cuando bajaba la mirada para escribir. La forma en que fruncía el ceño cuando estaba concentrada. El mechón de cabello que siempre caía sobre su rostro y que ella apartaba sin darse cuenta. La curva de sus labios cuando sonreía, aunque no fuera con él. Lucas desvió la mirada rápidamente, sintiendo una incomodidad que no entendía. “No. Esto no puede estar pasándome.” —La disquera llamó esta mañana —soltó, rompiendo el silencio. Marina dejó de tocar y lo miró con curiosidad. —¿Para qué? —Quieren hablar. Dicen que tal vez fueron demasiado duros conmigo. Ella alzó una ceja. —Déjame adivinar: ¿ahora que ven que la canción está explotando, están arrepentidos? Lucas soltó una risa seca. —Básicamente. —¿Y qué vas a hacer? Lucas apoyó los codos en las rodillas y suspiró. —No lo sé. Parte de mí quiere mandarles al diablo, pero otra parte sabe que sin su apoyo, las cosas pueden complicarse. Marina asintió, entendiendo su dilema. —Pero ya viste lo que pasó sin ellos —dijo, con un tono más suave—. No te necesitan tanto como crees. Lucas la miró, y por un instante, algo en su pecho se apretó. Era raro que alguien creyera en él sin condiciones, sin buscar nada a cambio. Era raro sentir que alguien lo veía más allá de la estrella pop que el mundo conocía. Y, maldita sea, Marina lo veía. —Voy a pensarlo —respondió finalmente. Horas después, cuando Lucas salió del estudio para una reunión con su manager, Marina aprovechó el momento para despejarse un poco. Pero no tardó mucho en recibir una sorpresa inesperada. Su teléfono vibró con un mensaje de un número desconocido. "Hola, Marina. Soy Esteban Rojas, ejecutivo de la disquera. Nos gustaría conversar contigo sobre tu futuro en la industria. ¿Podemos reunirnos?" Marina sintió un escalofrío. ¿Por qué la estaban contactando a ella? Lucas era el artista, ella solo escribía canciones. Antes de que pudiera responder, su teléfono volvió a vibrar. Otro mensaje, esta vez de Lucas. "No hables con ellos sin mí. Voy para allá." Su corazón dio un vuelco. ¿Cómo demonios lo sabía? Diez minutos después, Lucas irrumpió en el estudio con el ceño fruncido. —Sabía que iban a hacer esto —dijo, cerrando la puerta tras de sí—. Quieren meterte en esto para presionarme. Marina frunció el ceño. —¿Por qué? Lucas pasó una mano por su cabello, frustrado. —Porque saben que eres mi punto débil. El aire pareció quedarse atrapado en su garganta. —¿Tu punto débil? —repitió, sintiendo su rostro arder. Lucas se quedó en silencio, como si se arrepintiera de haberlo dicho. Pero no lo negó. No podía negarlo. Desde que Marina entró en su vida, todo había cambiado. Había encontrado en ella lo que nunca tuvo en nadie más: alguien real. Y la disquera lo había notado. —No quiero que te usen para manipularme —dijo finalmente, con un tono más bajo. Marina lo miró fijamente, sintiendo algo en su pecho que no podía nombrar. —No van a hacerlo —dijo, con más firmeza de la que esperaba—. Pero tampoco voy a dejar que tomes decisiones basadas en miedo. Lucas la miró, y por un instante, todo pareció ralentizar se. Ella estaba tan cerca. Demasiado cerca. El reflejo de la luz en sus lentes. El aroma sutil de su perfume. El leve temblor en sus labios cuando hablaba. Y entonces, sin darse cuenta, su mano se movió por instinto, apartando ese mechón de cabello que siempre caía sobre su rostro. Marina se quedó completamente inmóvil. Lucas también. El roce fue apenas un segundo, pero algo cambió en el aire. Ella tragó saliva y retrocedió un paso. —Lucas… Pero él ya había dado otro paso atrás. —Lo siento. No fue mi intención. Marina asintió rápidamente, como si ambos quisieran borrar ese momento de sus cabezas. Pero no podían. Y aunque ninguno lo dijo en voz alta, ambos supieron que algo acababa de romperse entre ellos. O tal vez… acababa de comenzar. El video improvisado que Lucas había grabado y subido a i********: seguía generando revuelo. Las notificaciones de comentarios, reacciones y compartidos no dejaban de sonar en los teléfonos de ambos, y aunque Marina intentaba ignorarlo, no podía evitar sentir una mezcla de orgullo y miedo. El miedo no era infundado. La reacción de la disquera aún era incierta, y aunque el video había sido un éxito, Marina sabía que las cosas no siempre resultaban como uno esperaba. Pero más allá de eso, lo que realmente la desconcertaba era lo que sentía por Lucas. La intensidad de su mirada al cantar esa canción la noche anterior, la conexión que parecía fluir entre ellos a través de cada nota, había dejado una marca que no podía borrar. Esa mañana, al llegar al estudio, lo encontró sentado en el viejo sofá junto a la ventana, con una guitarra apoyada en su pierna y los ojos cerrados. Sus dedos se movían con agilidad por las cuerdas, creando una melodía suave que resonaba en el espacio vacío. Marina se detuvo en el marco de la puerta, observándolo sin interrumpir. Había algo vulnerable en su postura, como si, por primera vez, dejara que alguien lo viera sin sus barreras habituales. Cuando terminó de tocar un acorde, Lucas notó su presencia. Sus ojos oscuros brillaron con sorpresa, pero también con algo más que no pudo ocultar. —¿Siempre llegas tan temprano? —preguntó ella, dejando su bolso en la mesa. —Hoy necesitaba un poco de tiempo para mí —respondió él, encogiéndose de hombros—. Este lugar tiene algo... tranquilo. Me ayuda a pensar. —¿El estudio? ¿El lugar donde sueles discutir conmigo? Lucas sonrió, esa sonrisa torcida que empezaba a resultarle familiar. —Tal vez tú también tienes algo que me ayude a pensar. El comentario hizo que Marina sintiera un leve calor en sus mejillas, pero se obligó a no darle importancia. —¿Y qué estabas tocando? No suena como nada de lo que hemos trabajado. Lucas tomó una hoja arrugada de su bolsillo y se la entregó. —La primera canción que escribí. Tenía quince años. Marina tomó el papel y leyó las líneas con curiosidad. Las palabras eran simples, pero estaban cargadas de emoción. Cada verso parecía llevar un pedazo del adolescente que Lucas había sido, soñando con un futuro lleno de música. —Es... preciosa —dijo ella, sorprendida—. ¿Por qué nunca la grabaste? Lucas desvió la mirada, encogiéndose de hombros. —Supongo que nunca creí que fuera lo suficientemente buena. —Estabas equivocado. La firmeza en su respuesta lo hizo alzar la vista. Sus ojos se encontraron, y por un segundo, el mundo pareció detenerse. Marina lo miraba con una mezcla de determinación y algo que Lucas no pudo identificar, pero que le hizo sentir un nudo en el estómago. —¿Qué tal si la reescribimos juntos? —sugirió ella, dejando la hoja sobre el piano—. Podría ser parte del álbum. Lucas la observó con detenimiento, como si estuviera evaluando algo más que la idea. —Está bien. Pero solo si me ayudas a modernizarla. Marina sonrió, y ese pequeño gesto hizo que Lucas sintiera que el aire en la habitación se volvía más cálido. —Es un trato. La mañana transcurrió entre melodías y letras. Marina y Lucas se sumergieron en la tarea de rescatar aquella canción del pasado y darle una nueva vida. Las notas fluían con naturalidad, como si la conexión que habían encontrado en el video se trasladara a cada acorde. Pero la tranquilidad del estudio se vio interrumpida cuando Sofía irrumpió en la habitación, su teléfono en la mano y una expresión de urgencia en el rostro. —¡Tienen que ver esto! —exclamó, dejando el teléfono sobre la mesa. En la pantalla, un artículo destacaba: "Lucas Calderón: ¿Un renacer musical o un truco mediático?" Acompañado de una captura del video viral de la noche anterior. —Espera, ¿eso es...? —comenzó Marina, pero Sofía la interrumpió. —¡Sí! Es el video que subiste anoche. Está en todas partes. Todo el mundo está hablando de esto. Algunos lo llaman 'el regreso del año'. Otros... bueno, otros no están tan convencidos. Lucas frunció el ceño mientras deslizaba el dedo por la pantalla, leyendo los comentarios del artículo. Marina observó cómo su mandíbula se tensaba al llegar a una parte en particular. —¿Qué pasa? —preguntó ella, acercándose. —Dicen que esto es un montaje, que lo hicimos para llamar la atención porque mi carrera está... estancada. Marina sintió una punzada de enojo. Sabía cuánto le costaba a Lucas admitir su vulnerabilidad, y aquel video había sido un paso importante para él. Ver cómo lo atacaban de esa manera le resultaba injusto. —No les hagas caso. La gente siempre tiene algo que decir, pero no saben lo que realmente pasa. —Lo sé —respondió él, dejando el teléfono a un lado—. Pero eso no significa que no duela. El ambiente en la sala se tornó tenso, hasta que Sofía, siempre práctica, intervino. —Miren, no podemos controlar lo que digan, pero lo que sí podemos hacer es aprovechar esto. Si están hablando, significa que están prestando atención. ¿Qué sigue? ¿Cuál es el próximo paso? Lucas y Marina se miraron. La pregunta de Sofía era válida, pero también los obligaba a enfrentarse a la realidad: no podían detenerse ahora. Habían iniciado algo, y tendrían que decidir si estaban listos para seguir adelante, juntos. —Lo siguiente es demostrarles que no somos un truco —dijo Marina con determinación—. Vamos a terminar esta canción y lanzarla como debe ser. Sin disquera, sin intermediarios. Solo nosotros. Lucas la miró, sorprendido por su determinación, y luego sonrió. —¿Juntos? —Sí, juntos. Pero tendrás que seguir mi ritmo, Calderón. El desafío en su voz arrancó una carcajada de Lucas, quien asintió. —Siempre, Villalobos. Siempre. Y con esa promesa, ambos se sumergieron de nuevo en la música, sabiendo que el camino no sería fácil, pero decididos a enfrentarlo, nota por nota.
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