Liger:
RENACIMIENTO.
Ángela estaba a veces cansada de vivir de esa forma. Su vida había cambiado mucho desde hacía cinco años, aunque no había perdido las esperanzas del todo, había días que pensaba, que no tenía sentido continuar alimentándolas. Lo que había ocurrido era solo cuestión de tiempo. Los errores cometidos por su padre a quien extrañaba tanto; la había llevado hasta ahí.
Se sentía un poco tensa, ya no podía soportarlo más; y con el pasar del tiempo, era más difícil ocultar la repugnancia que sentía; cada vez que el gusano de Brandon se le acercaba. Había caído muy bajo, se sentía un poco degradada como mujer, pero no se arrepentía. Esa fue la única manera que encontró; para sobrevivir y mantener a salvo a Connor. El hijo que había nacido fruto del amor; y el cual era su tesoro más preciado.
En cuanto a su padre, Kail Black. Ella lo seguía amando como siempre aunque lo había hecho, quizás en ese momento más que nunca. Aunque ya habían pasado cinco años, y él nunca había ido por ella. Así Brandon insistiera en su versión de los hechos.
Él nunca perdía la oportunidad, de golpearla en donde más le dolía. Durante todo ese tiempo; había sido firme y nunca cambió su versión. Brandon le dijo que Kail había decidido que se quedara con ella. Porque para él, Ángela Porter era un problema con el cual no quería tratar. Que era un obstáculo en su lucha contra ellos. Y que no existía ningún tipo de lazo sanguíneo o compromiso moral, para hacer que él dejara su lucha. Según había sido un acuerdo entre ambos hombres; ella sabía que al principio Kail, no la quería a su lado. Pero ellos habían superado sus diferencias; una prueba de eso era su hijo.
La verdad; que había algo en las palabras del hombre que la hacía dudar. Sin embargo; había pasado mucho tiempo; tanto que hasta se había acostumbrado a estar ahí. A seguir las instrucciones de Brandon y comportarse como a él le gustaba. Para Ángela sus días más felices eran cuando se marchaba a las reuniones con los de la IDG. Era prácticamente su semana favorita del mes.
Trataba de entender la posición de Kail; también era una manera de que no le hicieran a ella daño. Pues; ahora entendía cuando él le decía que ella tenía el poder de destruirlo. Incluso, podía hasta aceptarlo, pero lo que no asimilaba era la conducta de su padre. ¿Por qué él no había tratado de buscarla?, ¿sabía que era abuelo?, ¿también la había dejado a su suerte?
Se hacía mil preguntas, mil escenarios diferentes y siempre llegaba a lo mismo. Pero la única explicación lógica que tenía para el abandono de su padre, era que él podía estar muerto. Y eso le aterraba.
Estaba tan sumergida en sus pensamientos, que no sintió la puerta abrirse.
—No sabes lo mucho que te extrañé. Hoy es jueves —la voz del gusano le hizo parpadear y estremecer un poco su cuerpo. Ni si quiera lo había extrañado, al contrario le pareció que la semana que estuvo fuera del complejo había pasado muy rápido.
—Ya lo sé —contestó sin mirarlo ni siquiera; dándole muy poca importancia a su regreso. Cerró los ojos y respiró dos veces de manera profunda, debía tratar de aparentar estar feliz y dispuesta para él.
Brandon se acercó a ella por detrás y la abrazó. Poniendo sus brazos alrededor de su vientre de forma posesiva. Mientras le daba besos húmedos a su cuello, él pensaba que se estremecía por la anticipación. Pero la verdad era otra; lo odiaba. Detestaba cuando lo hacía, creyendo que le pertenecía, qué equivocado estaba, porque ella nunca sería de él. Podría tener su cuerpo, las veces que quisiera, de la forma que quisiera. Pero su corazón jamás.
—Tu olor me vuelve malditamente loco. Alteras mis sentidos de una manera sobrenatural. —Su voz era grave y la manera en cómo se pegaba a su cuerpo le indicaba que estaba más que excitado, listo para la acción, que ella tanto repudiaba.
Ángela cerró los ojos. Se había convertido en la amante; por no decir que era la puta barata, el juguete, el trofeo de Brandon Harris. El apelativo no le importaba un carajo; si esa era la única forma de mantener a su hijo, y a ella vivos. No podía negar que gracias al abrir las piernas para él; el niño siempre estaba con ella.
Aunque eso no le salvaba de las casi diarias pruebas físicas, médicas y mentales que le hacían. Lo que se le hacía a ella completamente injusto, porque era un bebé de apenas cuatro años, pero con un alma vieja. A su corta edad leía y escribía perfectamente. El pequeño tenía un don. Tenía una memoria fotográfica. Algo que ella le había asustado tanto; que le insistió que nunca demostrara antes los demás. Lo hizo parecer un juego, un secreto entre ella y él.
También logró con sus sesiones de sexo, y con el transcurrir del tiempo persuadir a Brandon. Y cuando fue el momento adecuado le pidió que le dejara trabajar en el laboratorio; porque quería ayudar después de que le hicieran pruebas también.
Y era la excusa perfecta, porque de esa forma podía echarle un ojo a Connor. Y de alguna manera lograr que no le hicieran tanto daño. También necesitaba investigar un poco acerca de las venas marcadas que adornaba su mano izquierda.
Su piel seguía siendo tan blanca como la porcelana, pero las venas se habían puesto oscuras, casi negras. Al principio se asustó, pero luego fueron desapareciendo poco a poco, y con eso por alguna extraña razón sus antiguos malestares estaban volviendo a aparecer, y esa vez con más fuerza.
Le pedía a Dios todos los días, que no le quitara la vida aún. Al menos hasta que Connor pudiera valerse por sí mismo; y estuviese a salvo verdaderamente. Era una lucha de voluntades que tenía todo los días, dándoles a ambos esperanzas. A su hijo le había dicho que algún su padre iría por él, que solo tenía que aguantar un poco más, y mantenerse a salvo. Sentía repulsión por ella misma, cada vez que terminaba de tener sexo Brandon, le daba nauseas su olor en su cuerpo.
—Sabes que este día de la semana es muy especial para mí, estuve contando los días durante el viaje. Te anhelaba —dijo cuando besó su cuello—. Pero, no te veo nada bien. Estás pálida.
Ángela suspiró, y contestó sin importancia.
—Lo sé, últimamente no me he sentido bien.
—¿Te han realizado pruebas?
—Sí —respondió asintiendo con la cabeza—. Casualmente ayer, creo que ya deben estar los resultados.
No podía negar que a pesar de todo Brandon; se preocupaba por ella y la cuidaba, pero con su hijo era otra cosa. Lo trataba mal, lo detestaba. Incluso decía que era una aberración; y una noche llegó a darle un par de patadas, pero ella se interpuso y las recibió por él. Causándole a él más disgusto; porque no pudo disfrutar de su cuerpo.
—Ven… —hizo señas para que se fuera con él a la cama—. Vamos a hacerte sentir mejor.
«Cómo si pudieras», ella pensó.
Le quitó la bata de seda púrpura con encaje que llevaba; y le hizo señas para que se acostara desnuda sobre el colchón. Brandon la miraba con los ojos nublados por el deseo. Comenzó a acariciarla de una manera poco sutil, porque en ese momento era preso de la lujuria. Al posar la mano sobre sus caderas, se detuvo abruptamente.
—¡Joder Ángela! —exclamó—. Estás ardiendo en fiebre —se levantó de la cama rápidamente—. Llamaré a uno de los médicos para que venga a atenderte, en este mismo momento —agregó un poco nervioso.
Ella le tomó del brazo.
—Espera… —le detuvo—. No hagas tanto alboroto por nada. Sé lo que me está pasando, solo es uno de los tantos proceso.
—¿Qué? ¿De qué procesos estás hablando? —preguntó ahora preocupado, puso una de sus manos sobre las de ella, esperando a que terminara su explicación.
—Por los síntomas que tengo, estoy casi segura de que mi enfermedad ha vuelto —contestó con calma, como si fuese la cosa más natural.
Él le soltó la mano como si le hubiera quemado.
—No digas eso. ¡Nunca más!¡Te lo prohíbo, Ángela!
—Está bien, pero tu negación no hará que mi enfermedad deje de avanzar, lo hace cada minuto —dijo con una media sonrisa.
—No bromees con eso…Eso no va a suceder —la miró severo—. Traeré a uno de los médicos. Al mejor del equipo, alguna solución encontraremos. Pero no voy a dejar que avance, me niego a verte morir.
Salió disparado por la puerta como alma que lleva el diablo. Debía de dejar de jugar con su salud, pero algo debía hacer. Tenía que sacar a Connor de ese maldito lugar de una vez por todas. Su vida no importaba, solo la de su hijo. Cada vez que le hacían una prueba el llegaba desmejorado, incluso inconsciente. Era mucho tiempo lejos de ella. Su pobre bebé, no merecía tal cosa, que lo sacrificaran como si fuera un animal. Se puso la bata de nuevo como pudo, de pronto ni siquiera tenía fuerzas para sentarse. Estaba demasiado débil.
Cerró los ojos por un momento solo quería tenía que descansar. Estaba muy débil, sus párpados estaban pesados. Creyó que Brandon tenía razón, porque sabía que tenía fiebre alta. No quería dormirse hasta que su hijo llegara. El niño se asustaría si la encontraba de ese modo, enferma. Ya había ocurrido varias veces en la semana, y él había llorado suplicándole que no le abandonara.
Recordó la vez que había estado embarazada de nuevo, pero esa vez de Brandon, producto de sus tantas veces de sexo forzado, aunque él no hubiera utilizado la fuerza física. La manera que había encontrado para sobrevivir, todos en el complejo lo sabían y la señalaban como el juguete de Brandon. Ella lo sospechaba, tal vez; en el fondo lo sabía. Tampoco se lo había dicho nada a nadie, y fue a practicarse sus rutinarias pruebas como siempre, no le importaba. El resultado había sido un aborto espontaneo por los medicamentos que le habían suministrado, se vio muy mala de salud, hasta estuvo en la unidad de cuidados intensivos. Desde aquel día, Brandon había dado la orden de que nunca más le hicieran las experimentales, aunque era una orden absurda, porque todas lo eran. Sin embargo; su orden fue acatada y por más que ella se ofreciera en lugar de su hijo, así había sido.
Ella temía que ser fuerte, y aguantar un poco más, por Connor, por ella. Desde hacía unos días atrás, sentía y veía su cuerpo un poco extraño. Había adelgazado tres kilos sin ninguna explicación, tenía sombras azules debajo de sus ojos. Y cuando estaba tomando una ducha, notó que en la parte interior de sus muslos tenía pequeños, pero seguidos moretones. En ese momento supo, que debía hacer algo definitivo para salir de esos laboratorios. Al parecer su salud se estaba deteriorando cada vez más rápido.
No era momento de pensar; se dijo. Era momento de actuar, de una vez por todas. Pero necesitaba ayuda, tal vez si pudiera sobornar a alguien. Pensó inmediatamente en Carolina, una chica de Centro América que había sido secuestrada, y que había sido obligada a llevar en su vientre, dos fertilizaciones in-vitro. Sin éxito; la primera fue un aborto espontaneo. La segunda, uno de los guardias abusó de ella cruelmente; sin saber que estaba en embaraza. Lo único que consoló a la joven de diecinueve años, que el desgraciado que la había malogrado, había muerto por la propia mano de Brandon. Pero no porque le haya molestado la situación, si no que para él fue una pérdida lamentable.
Realmente; no veía el día en que salieran de esos malditos laboratorios. Y respirar aire con olor a libertad; ver de nuevo a su Kail. Y compartir con él aunque no fuera por mucho tiempo. Con ese esperanzador pensamiento; se quedó profundamente dormida.