Amina.
Entro al restaurante con la cabeza bien alta, aunque soy un manojo de nervios bajo la seda de mi vestido de diseñador. Puedo decir que el lugar es exclusivo por la sutil entrada y el hecho de que no hay ningún letrero que marque la entrada, solo un hombre uniformado listo para abrir la puerta, y me llevan al tenue ambiente de club.
Miro a mi alrededor. Todo es cuero oscuro y gente elegante brillando bajo las lámparas de araña. No es mi lugar de reunión habitual, eso es seguro. Pero estoy muy lejos de casa.
—Gorrión—
Me giro al oír la voz de Emiliano. Me saluda en el vestíbulo y sus ojos recorren mi cuerpo. Llego un vestido de coctel de seda azul medianoche que cae sobre mis curvas como agua, adornado con pequeños cristales que brillan bajo las luces. Me deje el pelo suelto, con ondas sueltas, con maquillaje natural brillante y sandalias de tiras con tacón. Buscaba el look clásico de estrella de cine, y al ver los ojos de Emiliano brillar de lujuria, sé que he tomado la decisión correcta.
—Te ves guapísima— murmura, y le dedico una sonrisa tímida.
—Gracias—
—Señor Wilder, su mesa esta lista— dice la anfitriona, mirándolo con asombro. Y no es la única.
Mientras nos conducen por el restaurante, la gente calla su conversación para observar, girando las cabezas para vernos pasar. Cuando llegamos a la mesa que la anfitriona ha reservado para nosotros, me acerco para sentarme, pero Emiliano niega con la cabeza.
—No— dice simplemente.
—Dis… ¿Disculpa? — la anfitriona parece aterrizada.
—Esta no es mi mesa habitual— El tono de Emiliano es perfectamente uniforme, pero es como si acabara de estallar una bomba por la forma en que la mujer jadea.
—Lo siento mucho, no me había dado cuenta—
—Prefiero sentarme ahí— Emiliano señala con la cabeza una mesa en el centro de la sala. Donde todos puedan ver. Ya está ocupada por una pareja mayor, a mitad de la cena, pero para mi sorpresa, el hombre se pone de pie inmediatamente.
—Con gusto nos cambiamos— dice rápidamente.
—Es muy amable de su parte— dice Emiliano con frialdad.
—¡No es ninguna molestia! ¡Ninguna molestia en absoluto! — El hombre que debe tener el doble de edad que Emiliano, y también rico, a juzgar por su traje y su caro reloj, prácticamente se arrastra para hacerse a un lado. —Marian, vamos, apártate de su camino—
Hay un torrente de actividad a medida que los camareros descienden, y apenas un momento después, estamos sentados en la mesa recién limpiada, mientras que el hombre y su esposa son trasladados al otro lado de la sala.
—Mucho mejor, ¿no crees? — dice Emiliano. Pide una botella de vino cara para compartir, y espero hasta que la anfitriona nos deja solos para decir algo.
—La otra mesa habría estado bien— digo en voz baja.
—Estoy seguro de que sí. ¿Pero que diversión hay en eso? — responde Emiliano con una sonrisa de satisfacción. Y entonces me doy cuenta de que en realidad no le importaba la mesa, solo quería demostrar que era el hombre más importante de la sala.
—Esa fue una jugada un poco estúpida— no puedo evitar decir. —Habría pensado que solo los hombres pequeños e inseguros se preocupan por cosas como la posición en la mesa—
Sus ojos brillan y me arrepiento de inmediato. Demasiado por hacerme la dulce y dócil. Pero entonces la boca de Emiliano se extiende en una sonrisa.
—Una jugada muy estúpida— coincide, con aspecto divertido. —Y, tienes razón, me importa un bledo la mesa. ¿pero el hombre que acaba de moverse por nosotros? Es un hombre de negocios, está en la junta directiva de una empresa que estoy considerando comprar. Me preguntaba qué tipo de recepción tendría, si opondrían resistencia. Y ahora lo sé. De hecho, voy a reducir mi oferta en un cincuenta por ciento, ya que claramente no tiene las agallas. Imagínate, ofrecerse a dejar que alguien te pisoteé como acaba de hacerlo—
Emiliano frunce el ceño con claro desdén, y me doy cuenta de algo; que, a pesar de todo el atractivo del acto inocente de la dulce Amina, respeta a las personas que muestran fuerza. Que se le enfrentan y le responden. Bien.
—No dediquemos ni un minuto más a gente insignificante— continúa Emiliano mirándome lenta y evaluativamente. —No con cosas mucho más interesantes que disfrutar esta noche—
Siento un hormigueo en la piel donde se posa su mirada, como si fuera un toque físico.
—Entonces, ¿Qué hay de bueno aquí? — pregunto alegremente, tomando el menú. —Tengo hambre—
—Así es— sonríe Emiliano. —Tendré que decirle al chef para abastecer la cocina de casa para tus bocadillos de medianoche—
Sus ojos se oscurecen con los míos, y me sonrojo, golpeada por el recuerdo sensual de él dándome de comer ese mousse de chocolate. Sus manos agarrando mis rodillas. Su pulgar en mi boca.
El calor me recorre el cuerpo. —Vaya. Filete y langosta, este lugar es elegante— Suelto, como una distracción. —Pero creo que hay algo mal con mi menú. No hay precios—
—Lo siento— bajo la mirada de nuevo, toda tímida inocencia. —Probablemente estas acostumbrado a salir con todas estas mujeres sofisticadas—
—Si— responde. —Pero estoy disfrutando del cambio. No te preocupes— me tranquiliza. —Yo me encargaré de todo—
Nuestra camarera llega con nuestro vino. Abriendo la botella, sirve una muestra para que Emiliano la pruebe. Cuando el asiente con aprobación, ella pone un poco en cada una de nuestras copas. Lo pruebo mientras Emiliano pide por los dos, recitando una larga lista de platos que suenan lujosos. —Dile a Antón que lo prepare como a mí me gusta— termina, devolviendo los menús.
—Por supuesto, señor Wilder—
Ella se va y estamos solos de nuevo. Intento no beberme el vino de un trago. Necesito mantener la cordura, lo sé. —Pareces sentirte como en casa aquí— noto. —¿Fue difícil aprender a encajar con esta gente? —
Emiliano parece sorprendido. —¿Qué quieres decir? —
—Mencionaste que tu padre construyó la empresa de la nada. Supuse que eso significa que no creciste siendo rico—
Emiliano parece complacido. —Me sorprendes una vez más—
—¿No crees que soy capaz de hacer una pregunta perspicaz? — pregunto, manteniendo mi voz burlona.
Sonríe. —Yo no dije eso— Bebe un sorbo de vino antes de responder. —Y no, no crecí con dinero o privilegios. Mi madre trabajaba como secretaria y mi padre también provenía de una familia trabajadora. Pero tenía ambición e inteligencia— La voz de Emiliano es de admiración. —Trabajó en una docena de empleos diferentes y ahorró cada centavo para iniciar el negocio. Yo tenía doce años, cuando las cosas realmente despegaron. Me enviaron a un internado elegante— añade. —Y fue…educativo, sin duda— Su sonrisa se tuerce. —Pero aprendí rápidamente cómo funciona el sistema social. Todo se trata de dominio. No muestres miedo, se despiadado. No hay lugar para los sentimientos ni las emociones si quieres salir adelante—
—Lo siento— le digo.
Parpadea. —¿Por qué? —
—Bueno, no parece que haya sido muy divertido—
Suelta una risa seca. —Esa escuela me enseñó todo lo que necesita saber. Y nunca he mirado atrás—
De acuerdo.
Claramente, este internado tenía un ambiente más Slytherin. Pero puedo ver que Emiliano está empezando a relajarse y a abrirse conmigo, así que tomaré cualquier información como una victoria.
La comida no tarda mucho en llegar y esta deliciosa. Nunca había comido comida preparada por un chef de cinco estrellas y veo que me he estado perdiendo algo. Voy por la mitad de mi comida cuando levanto la vista y siento que me miran. No son de Emiliano.
Un hombre y una mujer se acercan a nuestra mesa, y los ojos de la mujer estan fijos en mí. veo la curiosidad ardiendo en sus profundidades.
La pareja es mayor, tal vez de unos sesenta años, y estan impecablemente vestidos. Diamantes rodean el cuello de la mujer y cuelgan de sus lóbulos El hombre tiene una figura ancha y cabello canoso y espeso, y lleva un traje de mil dólares. Estas personas deben ser parte del mundo de Emiliano.
Cuando se detienen en nuestra mesa, me doy cuenta de cuánta razón tengo en eso.
—Mamá— Emiliano se pone de pie y la besa cortésmente en la mejilla. ¿Mamá?
Me pongo firme. No puedo creer mi suerte de conocer a su familia tan pronto. Las familias siempre estan llenas de secretos.
Separándose de su madre, Emiliano asiente al hombre que esta con ella. —Tío Henry—
Su tono es frío, y me toma un minuto procesar la situación. Porque la forma en que su madre está de pie cerca del hombre, con una mano en su brazo… Me hace pensar que son una pareja. ¿Su madre…y su tío?
—Emiliano, me alegro de verte— dice su tío, demasiado alto. —Tengo que decir que estoy sorprendido. Escuché que todavía estabas fuera de la ciudad, divirtiéndote— Suelta una carcajada estruendosa.
—Solo fueron unas pequeñas vacaciones— responde Emiliano. —Pero ya he vuelto al trabajo—
Estoy seguro de que me estoy perdiendo algo. La voz de Emiliano ahora es aún más fría, aunque sus palabras sean lo suficientemente amigables.
—¿No vas a presentarnos a tu amiga? — pregunta la madre de Emiliano, mirándome evaluativamente.
—Amina, esta es mi madre, Amanda— dice, sin dar ninguna otra explicación sobre quién soy. Probablemente sea lo mejor. “La mujer a la que gane y secuestre de una partida de póker” no es exactamente el tipo de cosa que compartirías con tus padres.
—Encantada de conocerte, querida— dice Amanda con una sonrisa brillante. Parece genuinamente encantada. —Rara vez conocemos a las amigas de Emiliano—
¿Quizás porque es incapaz de tener relaciones humanas reales?
—Yo también me alegro de conocerte— le devuelvo la sonrisa.
—Una estadounidense, que bonito. ¿Llevas mucho tiempo en Inglaterra? — pregunta.
—En absoluto. Tengo ganas de hacer turismo— añado.
—Bueno, en ese caso, ustedes dos deberían venir a visitarnos al campo algún día— sugiere Henry. —Nos encantaría que vinieran—
Visitarnos. Si, estos dos definitivamente son una pareja. Raro.
—Quizás— responde Emiliano vagamente. —Tendré que revisar mi horario—
—Bueno, ya sabes lo que siempre dicen—Bromea Henry. —Todo trabajo y nada de diversión, y todo eso— se ríe de nuevo, y Amanda también ríe disimuladamente. —Bueno, un placer conocerte, Amina. Vigila a mi sobrino, es un verdadero rompecorazones— añade con un guiño, antes de que los dos se vayan.
Vaya. Tengo un millón de preguntas, pero Emiliano cambia de tema enseguida, casi como si intentara evitar cualquier conversación sobre esos dos. —Si te interesa ver la ciudad, puedo contratar un guía para ti—
—Oh, está bien— Respondo. —Me gusta simplemente pasear, perderme. Es la mejor manera de explorar—
Asiente, pero todavía parece tenso. Sonrió y hablo tontamente sobre explorar la ciudad, pero por dentro, archivo la información para más tarde. Algo me dice que su familia es un punto de presión. Y yo, quiero ponerlos a prueba a todos, hasta que este aullando de dolor.