Ella le dió sentido a mi vida

1585 Words
Fabio Desperté poco antes de la media noche. Al abrir los ojos y tomar conciencia de mí mismo pude notar cierta alteración en mí, que no sabía de dónde provenía, pero me asustaba. Lo asociaba al hecho de que mi Chiquita regresaba este mismo día. O más bien quería creer que ese era el motivo de mi inquietud. La extrañaba, sí. Llevábamos juntos casi 20 años. Más de lo que pude imaginar, cuando era joven, que duraría en una relación. Pero Emily, ella era diferente. Sin embargo, muy en el fondo de mi interior había cierto temor, que no quería dejar aflorar, esperanzado en que no fuera cierto, que fuera producto de mi imaginación. Cosa en la que no quería darme el lujo de pensar o meditar, por miedo a que se hiciera realidad. No dicen acaso los sabios que los pensamientos se transforman en palabras y que las palabras se transforman en realidad.? Tomé un libro para despejar la mente mientras leía y ver si así, me quedaba dormido. Pero una serie de sentimientos encontrados se hacían eco en mi interior y robaban mi paz, mi tranquilidad, mi estabilidad tanto mental, como física. Y el peor de ellos era la culpa. Por más que intentaba no escuchar su voz, recordándome lo mal que estaba actuando, que ella no merecía ser engañada de ese modo; más era el miedo que crecía dentro de mí. De pensar que ella podría ser de otro hombre. Me invadía entonces una profunda angustia al imaginarla entregando a otro ese fuego entre pasión y locura que adoraba de ella. Tan sensual e inocente de su sensualidad. No quería imaginarla entregando a otro sus dulces gemidos de placer que me enloquecían, a veces con pasión, a veces desenfrenados. Massimo, mi mejor amigo y mi conciencia me decían que tenía que dejarla ir. Pero la imaginaba dormida entre los brazos de otro hombre, en cualquier lugar donde hiciéramos el amor, después de haberla hecho mía tres o cuatro veces seguidas, después de explotar llegando a la cúspide, cansada, pero feliz y satisfecha. Entonces solté el libro y me senté a la orilla de la cama. ¿Cómo podría dejarla ir, si no podía ni siquiera imaginar que no soy yo la fuente de su felicidad? Comenzaron a llegar los recuerdos. Esos momentos que vivimos y que no me permiten dejarla libre, porque los atesoro, seguro de que, sin ella, no hubiese experimentado nunca, el verdadero amor. “Era un domingo. habíamos decidido pasar el día en casa. Ver películas y quitarnos las manos de encima, porque no podíamos dejar de amarnos. Pero no pudimos cumplir con ello. Nos deseábamos con intensidad y con pasión. No me gustaba ver la tele. Sentía que ese era un buen truco para entretenernos y robar nuestro tiempo. Pero para complacerla de vez en cuando veíamos un filme juntos. Después de terminado el filme, fui a atender una llamada. Para cuando regresé, ella no estaba. La busqué por toda la casa y la encontré en la piscina. En el mismo momento en que se estaba desnudando. La contemplé sin que ella se percatara de mi presencia. La vi lanzarse en la parte más profunda de la piscina y nadar hasta la orilla. _ Uhm!! ¿Estás ahí? _ Me dijo cuando me vio. Salió del agua y vino hacía mí. Yo solo podía contemplarla. Estaba seguro de que ella no era consciente del efecto que causaba en mí. _ Por qué te quedas ahí parado? ¿No vas a entrar al agua? _ Me dijo dándome un beso _ Me estás provocando? _ Le Pregunté, ya excitado por su hermoso cuerpo completamente desnudo y su piel morena mojada, que brillaba por las gotas de agua que escurrían por ella. La tomé por la cintura y la apreté a mí. Hizo presión para soltarse, empujándome por el pecho, pero no pudo. No la dejé. _ Que es eso duro que estoy sintiendo. _ Me dijo sonriéndome mientras se restregaba en esa parte dura, sacándome un gemido que ahogué, mordiéndome el labio inferior. _ Acaso no nos prometimos no tacarnos hoy.? _ Me cuestiona con malicia en la voz, mirándome a los ojos, que me pedían a gritos que no cumpliera con esa promesa. Pero la solté y entonces volvió a tirarse al agua. La vi sumergirse y nadar para emerger en la parte contraria a la mía. _ No vas a entrar? _ Me dijo al emerger. No pude soportarlo más. Me quité el deportivo y sin pensarlo me lancé al agua y nadé hasta llegar a ella. Era la segunda vez que rompimos la promesa que nos hicimos al salir de la cama. La primera vez, mientras hacíamos el desayuno en la cocina y ahora en la piscina. “ El recuerdo me hizo sonreír, era la tercera vez en aquel día y sabía que ella se dormiría inmediatamente después de terminar. Su grito de placer se confundió con el mío, cuando llegamos a la cúspide, y mientras recuperábamos fuerzas, la sentí caer rendida. “_ Chiquita. _ intenté despertarla. _ Amor no te duermas ahora, si no voy a tener que llevarte otra vez cargada hasta la habitación. _ Le susurré en le oído. _ Amor, escucha... No, no te duermas … _ demasiado tarde. Sus brazos rodeando mi cuello, sus piernas mis caderas, su respiración ya regular, tocando mi piel, me decían que ya era tarde. Se había dormido. Así que salí del agua y la llevé así desnudos los dos hasta la habitación. “ Y era así. Esos detalles los que me volvían loco por ella. ¿Cómo podría dejarla ir, si ella le dio sentido a mi vida? El placer de mirarla mientras dormía. De despertar y verla medio dormida, buscándome desesperada entre las sábanas para sentir que estoy ahí, que no me he ido, que no la he dejado sola. El alivio en su mirada adormilada y su cuerpo al relajarse, quedando dormida otra vez entre mis brazos, tranquila, confiada; me hacían sentir que me necesita, que le gustaba mi compañía, que disfruta de mi presencia, que se sentía segura conmigo. Mi mente y mi espíritu se agitaban cada vez que me decía: te amo. Explotaba mi corazón y me hacía sentir orgulloso de tenerla. Me hizo suyo, desde el primer momento que la ví. Y aunque no me la dejó fácil al principio, fui por ella, convencido de que la quería para mí. Ha este punto, los pensamientos no me dejaban ya dormir. Así que me senté en la orilla de la cama a tomar una tableta para el maldito dolor de cabeza que me estaba invadiendo. Toda la tensión y la preocupación se estaban acumulando. Miré el reloj y vi que faltaban unas cuantas horas todavía para que aterrizara. Masajeé la sien, tratando de apartar de mi mente cada pensamiento. Pero me fue imposible. Fui por más agua, porque se había terminado la que tenía en la mesita de noche. No quería beber demasiado, para evitar ir al baño, por la molestia que me causaba cuando tenía que hacerlo, debido a esta maldita enfermedad. Pero tampoco podía dejar de hacerlo. Me senté en el sofá y encendí la tele para ver si encontraba algo que me distrajera. Me reí de mí mismo cuando me di cuenta de mi acción, y pensé: Lo que es llegar a viejo y además enfermo. Antes nunca miraba televisión. Es más, compré una, solo después de que Emily vino a vivir conmigo. Pero no podía dormir, ni leer. Tal vez y encuentre algo que llame mi atención por aquí. Pensé. Pero mientras pasaba de canal en canal, mi mente me volvió a jugar una de sus malas pasadas, llevándome al día en que Em, había olvidado su diario sobre mi cama en el hotel, cuando nos conocimos y me atreví a leerlo. Allí supe que tenía un amor secreto. Me dolió saber que el corazón de aquella chiquita, que en apenas unos días de haberla conocido me hacía temblar literalmente cuando la veía, que me hacía perder el sentido de lo racional para mí cuando estaba con ella y que me hacía desear estar con ella, porque la extrañaba cuando no estaba. Que me hacía dudar de los ideales y principios que yo mismo me había creado, referentes al amor; ya tenía dueño. Pero por lo que habíamos vivido en estos días, sabía que no tenía experiencia en el amor. Así que decidí hacer que se enamorara de mí. Iba a luchar por ella y a sacar de su corazón a ese hombre. Estaba seguro de que podía llenar ese lugar que él nunca llenó con su presencia. La iba a hacer mía. Mia. Aunque eso significara dejar atrás la vida de placer y locura a la que estaba acostumbrado. Tal vez no funcione, pero lo intentaré. Estaba seguro de que valía la pena, porque conociéndome bien, nunca había tenido miedo de no volver a ver a una mujer. Nunca había ido detrás de ellas como lo he hecho con Emily. Y sí, me asustaba. Este sentimiento era nuevo para mí. Pero quería vivirlo... Y el conocimiento de este amor secreto que tenía la mujer que me había enamorado, me sirvió como un reto. Pero volví a leer en su diario, unos días después de que me contara que había encontrado a un amigo, del que no sabía nada, hacia casi veinte años. No quería y no podía dejarla ir entonces. cómo podría dejarla ir ahora?
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