Trance, prejuicios, complejos

1397 Words
No sé cuánto tiempo estuve exactamente dentro del baño. Pero consideraba que no mucho, aunque a mí me parecía bastante. Pero al salir de allí todavía no había amanecido completamente. A veces entras en ese estado en el que, las funciones normales de la mente son suspendidas de algún modo, por la situación en la que te encuentras. Es algo así, como que te vas del momento presente en el que estás y tu mente se sumerge en el problema. Yo recuerdo que lo primero que pensé fue que Fabio me amaba. Habían llegado sus padres, con la mujer que ellos debían creer perfecta para él. Y sin embargo desperté con el delicioso aroma de su piel, deleitando mi olfato. Primero pensé que estaba en mi mente. Pero poco a poco los instintos me fueron revelando que estaba allí. Qué había dejado a esa gente importante en su vida para venir a por mí. Eso solo puede significar que le importo. Recuerdo que me dije: qué tal si mi reacción ante esta situación es exagerada. Pero de pronto, tendrían que haberme visto desde mi interior para ver lo que me llevó otra vez a desconfiar. EL MIEDO. Tenía una desconfianza de mí misma que me producía el miedo a no ser suficiente. Y tenía convicción de que no lo era. No me consideraba una mujer bonita, ni atractiva. Era más bien una introvertida y torpe. De hecho, no les llamaba la atención a los hombres. Los chicos que me habían gustado, nunca me miraban. Sin embargo, las pocas amigas que tenía siempre atraían a los chicos y se divertían y contaban sus hermosas historias con ellos. E primer beso, el primer amor, la primera experiencia s****l, la primera vez en todo y yo… no tenía ningún sentimiento al recuerdo de mi primera vez. Ni siquiera una linda historia que contar. Porque fue esa vez y nada más. No hubo un momento ni un lugar romántico. Incluso le dije que no lo había hecho nunca y ni siquiera me creyó, hasta que lo comprobó después. Me gustaba el chico, eso era cierto. Pero yo a él no. Siempre estaba con nosotros, pero no me miraba ni cruzaba palabras conmigo a no ser que fuera necesario. Aquella noche, supongo que se le dio la oportunidad y yo sé la ofrecí, cuando íbamos de regreso a nuestras casas después de la fiesta de fin de semana, él se ofreció a acompañarme. Y al vernos solos en la oscuridad del camino, sucedió. Yo, ingenua al fin, pensé que, si me entregaba a él, tal vez después se enamoraría de mí, como en las películas románticas. No recuerdo ni siquiera si me besó. Solo sé que después que terminó, me dijo: Es verdad que fue tu primera vez. No te creía. Se despidió de mí y se fue. Ni siquiera me acompañó el resto del camino a casa. Cuando volví a verlo al cobo de los días, ya era novio de una de mis amigas. Para él fue como si no hubiese pasado nada. Y aunque dolió, canalicé aquello de la mejor manera positiva para mí, y así evitarme sufrir. Lo vi como un maldito desgraciado que no merecía mi amor, el pobre. No sé lo que pasó después con él, porque no volví a verlo ni a saber nada de él nunca más. Supongo que se habrá ido a vivir en algún otro lugar. Y como no era importante, tampoco pregunté. Nunca le dije nada a nadie. Me inventé mi propia historia de la primera vez con un novio de unos días que tuve después y que todos supieron que estábamos juntos. No duró ni un mes, porque era profesor y era riesgoso para él, fue la excusa que me dio. Pero al menos me dio tiempo para inventar mi historia. Fui creciendo y me refugié en lo que más me gustaba hacer, leer. Y los libros se convirtieron en mi escudo y arma de guerra en este mundo. Cada decepción, cada problema que tenía, lo disipaba en la lectura de un buen libro. Pero como adolescente, veía como mis amigas y otras chicas podían hacer volver la mirada de los chicos a ellas y enviarles piropos mostrándoles que estaban como les gustaba a ellos. Veía que las buscaban y querían estar con ellas todo el tiempo. Me analizaba para ver si estaba sintiendo envidia de ellas. Pero no quería ser ellas, ni como ellas. Muy en el fondo, me hubiese gustado que me aceptaran como era y gustarles a los chicos como era yo y no como eran ellas. Me parecían solo bonitas y atractivas. Pero solo eso. Yo quería ser bonita, atractiva, pero también estar con mis libros. Todos me criticaban porque mi lugar favorito era la biblioteca y no hacía las cosas normales, que era lo que ellos hacían. Mis relaciones siempre eran cortas y decepcionantes. Me acostumbré a retirarme antes para no ser herida y terminar sufriendo. O cuando me dejaban así no más, me hacía a la idea de que eran ellos los mediocres, y me funcionaba. Me había creado la idea de que el problema era yo. No les gustaba, ni siquiera los atraía. Así que puse eso del amor en último plano y no le daba la menor importancia. Las pocas veces que le contaba a Noah o a mis amigas de una relación, me inventaba la historia, porque no tenía nada interesante que contar y no quería que supieran que mi vida en el amor era un completo desastre por ser yo tan insípida y sin gracia. Leyendo aprendí, que la ausencia de un padre pudo haber creado en mí la desconfianza y el miedo a ser abandona y engañada. A sentirme insegura y a crearme mi propia fortaleza de protección, especialmente ante los hombres. No cabía en mí la idea de que Fabio pudiera estar enamorado de mí. Todas esas barreras en mi fortaleza, las estaba derrumbando él poco a poco. Ahora podía hablar de un beso, que, aunque no era mi primer beso, fue el primero que despertó en mí el deseo de que me siguieran besando. Que despertó en mí el apetito s****l, el deseo de ser tomada y amada. Fabio rompió la barrera de no querer tener sexo porque me parecía insípido y abrupto. Despertó en mí el deseo de tocarlo y de ser tocada. Es cierto que pensaba en los besos que deseé tener y nunca tuve de Noah; pero eso no era nada comparado con las experiencias que estaba teniendo con lo que sí tenía. Pero tenía miedo de dejar mi fortaleza. Y sobre todo cuando se presentaban mujeres como esa italiana en los portones. Sentía que iban a derribarlos de un momento a otro sin ninguna resistencia, gracias a sus apariencias físicas y sus dotes de seducción. ¿Quién era yo, delante de ellas? Lo que siempre fui: tan insípida como el sexo antes de Fabio. Que estaba teniendo un tiempo de buena suerte, daba gracias por ello. Pero en cuánto se acabara la suerte, y se presentara una que le llame la atención, me dejaría también. Yo me había aferrado a que mi linda historia de amor iba a ser con Noah. Y hasta eso había sido destruido para este tiempo. ¿Qué me va a quedar, después que Fabio se vaya?… _ Chiquita, abre la puerta por favor pequeña. _ escuché la voz de Fabio. Volví de mi trance. Me dije. Y es que esto era normal en mí. A cada rato me perdía en mis temores y perdía la orientación. Mi madre me decía cuando era pequeña, que era porque yo analizaba demasiado profundo las cosas. Que a mí edad iba demasiado avanzada, y que debería dejar de leer libros de adultos. _ Tenemos que hablar. Te lo pido por favor. _ susurraba Fabio desde afuera. Y me puse triste otra vez, al escuchar cómo me suplicaba, pero saber que eso se le pasaría en poco tiempo, me hacía sentir triste. No quería perderlo. Ya lo amaba. Ya se había metido en mi fortaleza y había ocupado el asiento principal. Tenía el cetro en la mano. Pero yo estaba a cierta distancia, buscando como escapar del encanto de ese rey, antes de que me hiciera más daño del que podía soportar y porque su apariencia era demasiado linda y buena para ser real.
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